El mayor evento al que una jovencita puede aspirar en toda su vida, es cuando sale del círculo familiar para buscar oportunidades de un matrimonio conveniente.
En aquella primer velada de la nueva temporada social en Londres, Rosemund Van Garrett celebró un año más en la búsqueda del caballero ideal. Ella lo tenía claro: debía ser un hombre de distinción y educado, con buenos modales y talentos excepcionales. O al menos eso era lo que su padre le había echo memorizar los últimos dos años.
Sin embargo, esa noche, al llegar a casa, Rosemund se despojó de las joyas y el tocado con un arrebato que delató frustración. Su madre, que la esperaba, supo de inmediato que algo había salido terriblemente mal.—¡Es un arrogante insoportable, se la pasa rondando mi presencia y ni siquiera tiene la delicadeza de preguntar mi opinión!
La lista interminable de defectos que soltó Rosemund frente a su madre, puso a esta bajo una encrucijada.
—No puedo tolerar su presencia, madre. Debes intervenir y tomar medidas para que se vaya —suplicó.
Lucille se mantuvo callada. Había estado mirándola con angustia desde que empezó a quejarse. Ya estaba cansada.
Aquel día desde muy temprano se aseguró de supervisar a la institutriz nueva de su hija menor, Helen. Luego cerca del medio día, al terminar de organizar las distintas clases de idiomas, matemáticas y lectura para el resto de sus hijos, también se dedicó a confirmar las invitaciones pendientes a los próximos eventos sociales tanto para su esposo como para toda la familia. Repartió notas de agradecimiento, envió regalos y culminó llevando comida al condado junto a sus hijos varones.
La acumulación de actividades redujo su paciencia desde antes del atardecer, y al menos rogó que aquella noche su hija mayor, Rosemund, pudiera pasar el primer baile de su segunda temporada social bajo la autoridad de su padre. Fue un tremendo golpe a su tolerancia darse cuenta de que ni ella ni Anthony habían logrado limar asperezas. Ya era más que evidente que padre e hija estaban al borde del colapso.
Antes de que Lucille pudiera contestar, la voz de su segundo hijo: John, entró a la habitación interrumpiendo el drama de su hermana.—¿Y ahora a quién rechazaste?
En cuanto Rose estuvo lo suficientemente cerca de él, le arrojó los guantes a la cara.
—No hablo de ningún caballero. Hablo de nuestro padre.
—Ah.
John suspiró y Lucille suplicó con la mirada que se abstuviera de dar un comentario.
—¿Por qué no solicitas su benevolencia para que John me acompañe? —soltó Rose con cierto entusiasmo.
—La petición caerá en oídos sordos, lo sabes —dijo por fin.
La muchacha se dejó caer de espaldas sobre la cama.
—No logro entender por qué mi padre se muestra tan irritable. Si fuera menos exigente, ya se habría deshecho de ti —dijo John.
Rose lo miró como si quisiera arrojarlo por la ventana.
—Tu padre está buscando lo mejor para ti.
Rose apretó la mandíbula.
—Ya no soy una niña —reclamó entre dientes.
—Rose —pausó Lucille tratando de encontrar las palabras adecuadas —, trata de ser comprensiva. Es por tu bienestar.
—Mi bienestar está lejos de él. ¿Sabes qué fue lo que hizo hoy?
John se cruzó de piernas y sonrió esperando escuchar la anécdota. Nada le resultaba más divertido que contemplar los berrinches de su hermana a causa de las constantes peleas con su padre.
Esa noche, lord Barkley se había acercado a ella con la intención de hablar. Estaban riendo y hasta tenía ya una invitación para salir a pasear la siguiente mañana, pero todo se terminó tan pronto lord Anthony se acercó con la mirada más escurridiza que su hija había visto. Hizo hincapié en que era imposible darle ese permiso, y más teniendo en cuenta que ningún caballero se acercaba a una dama solo por amistad. Dio el ultimátum poniendo dos opciones: o la cortejaba oficialmente o podría desaparecer para siempre. El resultado fue una noche devastadora.
En cuanto terminó su relato, la risotada de su hermano provocó que Rose volviera a arrojarle algo sobre el rostro. Está vez fue la almohada.
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"Si tan solo quieres, ámame"
Romance-Anhelo que mi sufrimiento por usted sea igual de efímero que el amor que me prometió -dijo. En el corazón de la época victoriana, durante su segundo año en el mercado matrimonial, Rosemund Van Garrett, una joven valiente y determinada, huye de las...