—Lo estaba esperando.Edward sonrió al escuchar la voz de Edith Barley.
Ella le dio la bienvenida a su terraza, un espacio abierto cubierto de árboles frutales donde solía descansar. El aire estaba cálido, pero a la sombra de la vegetación, cualquiera podía disfrutar de una sensación refrescante.—¿Cómo está, mi lady? —Edward se acercó a la mesa donde Edith tenía una bandeja de comida.
—Es un sinvergüenza —acusó ella mientras abría su abanico para quitarse la sensación de sofoco que tenía —. Con todo lo que provocó me tiene dando vueltas por la ciudad.
—¿Lo que provoqué? —repitió en tono divertido.
—¿Quiere que le resuma lo que se dijo en el baile anual de la temporada?
Edward sonrió. No necesitaba que se lo dijera, ya lo sabía.
Por todos lados se corrió el rumor de que Rosemund Van Garrett estaba fuera de Londres a causa de un escándalo. Nadie podía estar satisfecho de saber que la señorita más destacada de ese año se hubiera perdido el evento que pudo haber cerrado con una propuesta. Ni siquiera los condes estuvieron presentes. Y, a pesar de que Lucille dio la noticia del estado de salud de Anthony, fue inevitable que la mayoría elucubrara sobre lo que realmente estaba pasando.—¿Se mencionó mi nombre? —quiso saber Edward.
Edith suspiró, guardó el abanico y, sin reparos, abrió su caja de cigarrillos.
—Yo me encargué de que eso no trascendiera. Le prometí a la condesa que negaría todo — el humo del cigarrillo comenzó a disiparse.
—¿Le creyeron?
—Yo soy yo, nadie se va a atrever a desmentirme. En especial mis clientas, por supuesto que no les conviene que se hable de esto.
—Yo también soy su cliente —le dijo.
Edith ladeo la cabeza con una sonrisa burlona sobre el rostro.
Edward tenía cerca de diez años frecuentando su casona. Las damas de sociedad que se involucraban con él, pactaban cuidar su identidad al igual que él hacia ellas y, con el paso de los años, se fue haciendo cada vez más popular hasta el grado de solicitar su compañía casi todos los fines de semana.—Nunca pensé que algún día quisiera volver a la sociedad que le dio la espalda. Su lugar aquí en mi casa daba la impresión de ser… —pausó mientras sacudía su cigarrillo —duradero.
—Lo hice porque lady Katherine ha fastidiado mi paciencia. Puedo complacerla, pero está vez quiero una retribución.
Edith captó que Edward habló de su madre como si fuera una extraña. En todos los años que tenía de conocerlo y de entablar conversaciones, era la primera vez que la nombraba.
—¿De qué habla?
—Ella quiere un heredero, se lo voy a dar. Pero está vez no voy a casarme con una mujer que ella elija, sino con la que yo quiera.
—Que audaz en elegir a la señorita Van Garrett —admitió.
—Ya nada va a impedir que me pueda casar con ella.
Edith miró a Edward. El tono de su voz tenía una convicción que le sorprendió.
—Nos atrapó, Callaghan. Seduciendo a la muchacha, corriendo rumores sobre su relación y casi provocarle la muerte a su padre.
Edward mantuvo un rostro serio.
—Es usted muy cruel —concluyó ella.
—La crueldad puede justificarse si tiene por objeto un plan superior.
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"Si tan solo quieres, ámame"
Romance-Anhelo que mi sufrimiento por usted sea igual de efímero que el amor que me prometió -dijo. En el corazón de la época victoriana, durante su segundo año en el mercado matrimonial, Rosemund Van Garrett, una joven valiente y determinada, huye de las...