Capítulo 25 "Cercanía"

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Rosemund despertó de forma abrupta esa mañana. Sus ojos miraron a la ventana y, con esperanza, notó que no estaba lloviendo. Quitándose las mantas de encima, se levantó y caminó descalza para cerciorarse de ello.
    El cielo no estaba completamente despejado, sino que aún mantenía una densa oscuridad, haciendo que la espesura del bosque se sintiera fría y melancólica, sin la posibilidad de recibir la vida de un rayito de sol.
    Su estómago empezó a inquietarse y, debido a ello, supuso que pasaban ya de las nueve de la mañana.
    La noche anterior, después del incidente en la cocina, lloró desconsolada hasta que Elizabeth fue a animarla para que cenara algo. Su amabilidad la motivó a sonreír, aún en medio de la frustración y el enfado por la broma de William, a quien tenía sin ver desde entonces; aunque pensándolo bien, tenía la noción de que ni siquiera había dormido en la cabaña esa noche.
   Al volver a la cama, una ligera punzada sacudió su pecho.
La ausencia de William sólo hizo que tuviera más preguntas que respuestas.
   《¿Se sintió culpable por su comportamiento? 》se preguntó.
  《¿O simplemente ya no puede tolerarme? 》
     La incertidumbre la hizo sentir insegura, pero no la detuvo. Sabía que debía seguir adelante, permanecer en la cabaña hasta que pudiera regresar a casa. Y mientras tanto, encontraría consuelo en la compañía de Lucy y Beth, cuya atención y apoyo eran su única fuente de tranquilidad en aquel momento.
    Cuando la voz de Elizabeth sonó por los pasillos, Rose se levantó a toda prisa para pegar su oído a la puerta.

—Ya estoy mejor, hija.

—No te preocupes, madre. Yo preparo el desayuno, estoy segura de que Will no tardará en llegar.

Al mencionar a William, Rose se agitó.

—En unos minutos más despierta a la señorita. Yo hablaré con Will para que ya no la moleste —dijo Beth.

Las voces se apagaron y Rose supo que tenía unos momentos más antes de que Lucy fuera a buscarla.
     Se acercó a un pequeño recipiente y se lavó el rostro con delicadeza para después cambiarse de ropas. Su vestido era de lino, sin costuras, crinolinas ni mangas abullonadas. Se ajustaba perfecto a su cuerpo como un guante delgado y fino, y sus zapatos también le pertenecían a Beth: unas suelas sencillas sin adornos ni pedrería. Cepilló su cabello y ajustó un listón sobre este, para finalmente tomar un chal.
    Al salir al pasillo, notó que Lucy seguía en su habitación.
Bajó con sigilo las escaleras y saludó a Beth mientras está estaba vertiendo agua en una olla.

—¿Durmió bien? —le preguntó.

—Si, gracias. 

Rose se sentó.

—Fue la primera noche sin lluvia —dijo Beth señalando la ventana.

—¿Crees que pronto pueda volver?

Los ojos de Rose evidenciaron un cansancio particular. Aunque se habían esforzado por ser consideradas, Beth sabía que la cabaña era poco cómoda y refinada para la señorita. 

—Tal vez cuando vuelva Will nos tenga buenas noticias —trató de animar mientras continuaba cortando las verduras que estaban sobre la mesa.

—¿Dónde durmió? —Rose empezó a juguetear con una zanahorias.

Beth notó algo particular en la pregunta. Había un ligero interés en el rostro de la señorita por saber del paradero de su hermano.

—Will prefirió dormir al aire libre para darnos mayor espacio.

Rose se sorprendió, y recordó que una noche anterior a esa, William también había decidido dormir en un granero.

—¿Acostumbra a tener esos gestos? ¿o solo está huyendo de mi presencia?

Elizabeth le quitó con suavidad las zanahorias de las manos. Rose apenas si lo sintió.

—La verdad es que no lo sé. Pero no le volveré a tolerar una grosería más hacia usted, en cuanto llegue me va a oír.

El tono enérgico de Beth hizo que Rose sonriera levemente.

—No logro entender por qué me odia tanto. Tu madre trató de explicarme pero aún así no me convence.

—Mi madre es como cualquier madre, buscando a toda costa justificar sus acciones.

Rose se quedó callada.
Beth terminó de picar algunos puerros y el resto de patatas, por lo que, después de almacenarlos, se sentó junto a Rose entregándole un té de flor de naranjo. 

—¿Me permites ser imprudente? —le dijo Rose.

Elizabeth asintió.

—El día de ayer tu madre me comentó que el carácter de tu hermano obedece a una causa prejuiciosa.

—Es cierto.

—¿Qué fue lo que les pasó? Lucy dijo algo sobre una familia de Londres.

Elizabeth era reacia a abordar ese tema a lado de William y sobretodo, frente a su madre. Era doloroso para ambos y ella ya había aprendido a guardarse sus sentimientos con respecto a ello. Pero sabía que necesitaba a alguien en quien confiarle sus dudas y temores. Alguien que quizá pudiera brindarle otra perspectiva fuera de su ámbito familiar.

—Tengo muy poca información —dijo.

Rose se mostró interesada y pronto Elizabeth le contó que lo único que sabía sobre eso era que hace casi cuarenta años, sus padres habían trabajado para una familia muy poderosa que terminó abusando de su autoridad para poder arrebatarles a su primer hijo.
     Ella no sabía el nombre de aquellas personas, ni Lucy ni William habían querido decírselo, pero entonces, le contó a Rose cómo aquella tragedia rompió por completo la estabilidad de su familia.
    Su madre nunca volvió a confiar igual en su padre, a Will y a ella misma no les prestó la suficiente atención durante años y ahora, tal vez por el peso del tiempo o la falta de recursos, estaba queriendo mostrarse como una madre arrepentida tratando de recuperar su cariño. Ella la entendía y hasta se esforzaba por complacerla para que dejara atrás ya todas sus culpas.
    Pero William era diferente. Mucho más rencoroso y orgulloso. Ninguno de los dos había logrado apaciguar el resentimiento y la culpa que habían generado sus acciones a lo largo de los años.

—¿Él odia a todos los aristócratas, cierto?

La pregunta de Rose avergonzó a Elizabeth.

—Él cree que todos son como aquella familia que hizo sufrir tanto a mi madre. No confía en nadie y ha padecido la indiferencia por años.

—Pero yo no tengo la culpa de eso.

Beth apretó los labios.

—Tiene razón. William no tiene derecho a recalar en usted un resentimiento ajeno. 

—Lamento mucho lo que le sucedió a tu familia —Rose tocó la mano de Elizabeth y luego la apretó mientras la miraba con atención.

"Si tan solo quieres, ámame"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora