Lejos de casa

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¿Cómo puedes afrontar una situación difícil? La respuesta más simple sería: no entrar en pánico. Sin embargo, es más fácil decirlo que hacerlo, especialmente cuando te encuentras en una situación como la de estos cuatro chicos, atrapados por un grupo terrorista y a punto de convertirse en sujetos de prueba.

—No quiero morir. ¡No quiero morir! —gritaba Katarina, en medio de una crisis nerviosa.

—¡Nadie va a morir, Katarina, cálmate ya! —ordeno Rita, su hermana, tratando de mantener la calma—. Necesito pensar.

Con solo dieciséis años, Rita y Sho eran los de mayor edad en el grupo, por ello debían mantener la calma para no causar estrés y medio en sus hermanos pequeños, ambos de diez años.

—Me pregunto, ¿cuándo será el cambio de turno? —Se cuestionó uno de los secuestradores, con tono aburrido—. Prometí llevar a mi novia a la Willis Tower para nuestra cita.

De esta forma sin saberlo, había proporcionado información valiosa a los secuestrados.

—Eso está en el mundo humano, rápido Rita, la geografía es lo tuyo. ¿Dónde está ese lugar? —pregunto Sho, inquieto, mientras recorría la pequeña habitación de un extremo a otro.

—Em... creo... que era... ¡Chicago, sí, Chicago!

Una vez más, el panorama no es nada alentador. No solo están cautivos, sino que también se encontraban en un mundo completamente desconocido para ellos.

—¿¡Chicago?! ¿¡Dónde ángeles está eso?! —preguntaba Katarina, en medio de otra crisis, pateando las paredes de la celda—. ¡Takagi, la reina de las bromas, no tiene lugar allí! ¿¡Existen más lugares aparte de Tokio?!

Una de sus pequeñas patadas provoco que el yeso de la pared se desprenda, revelando un destornillador oculto en un agujero junto a una nota.

"Para quien lo encuentre. Por favor, escapa de este infierno por los que no lo logramos."

De repente, las cosas se volvieron un poco más esperanzadoras.

Los cuatro chicos se miraron entre sí, como si todos tuvieran la misma idea. Sin pensarlo dos veces, Sho, el más alto del grupo, subio a la improvisada "cama" de la habitación para desatornillar la ventana.

De esta forma lograron salir a la cornisa. Con cuidado, los chicos buscaron con la mirada un lugar al que puedan escapar, pero solo encontraron una ciudad llena de altos edificios.

—Podríamos saltar —sugirió Fernando, inocentemente.

—¿Has perdido la cabeza? Sería una caída desde un sexto piso —respondio Sho, reprendiendo a su hermano.

—Sí, pero tenemos alas. Ustedes dos podrían... ya saben, cargarnos y volar, como cuando estamos jugando en casa.

—Fernando, cariño, esto no es el Infierno. Sabes que no podemos volar aquí sin autorización —, corrigió Rita al pequeño, adoptando ese tono maternal que la caracteriza en momentos difíciles.

—Disculpen... Tengo una idea, pero necesito cabello humano —interrumpió Katarina tímidamente, captando la atención de todos, al regresar a la habitación. Detallo su plan con energía, timidez y alegría, todas características de una niña de su edad.

Una vez que discutidos todos los detalles, Rita, como la mayor autoridad en el grupo, dio la autorización para llevar cabo el plan de su hermanita, ignorando los regaños constantes de Sho, quien, es justo decirlo, no estaba muy feliz con la idea de la menor de las hermanas. A regañadientes, Sho accedió y se escondió en la cornisa junto a los dos jóvenes demonios, quienes observaron con los ojos brillantes y absoluta fascinación a su mentora.

Inferno (Inferno 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora