El Barco Oxidado

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Por Victor D Manzo Ozeda.

En la bodega de un barco en desuso, donde el óxido y el eco de olas contra el casco eran los únicos testigos, Vic se despertó aturdido, con el sabor metálico de la sangre en su boca y una sensación pulsante en la cabeza. No recordaba cómo había llegado allí, solo fragmentos de una noche llena de risas forzadas y apuestas arriesgadas.

Mirando a su alrededor, notó que no estaba solo. A su lado, otras tres figuras yacían recargadas en el frío metal, igual de confundidas y aterrorizadas. El sonido de una puerta chirriando los alertó, y todos se pusieron tensos, observando como una figura encapuchada entraba con un farol en una mano y en la otra una pistola calibre .45 semiautomática Colt M1911. Su presencia misteriosa proyectaba sombras sobre las paredes corroídas.

"Buena noche para una revelación," dijo la figura con un tono que sonaba con un deleite siniestro. "Uno de ustedes es un traidor, y está aquí para deshacerse del resto. Las reglas son simples: encuentren al traidor antes del amanecer o todos enfrentarán las consecuencias."

Vic sintió cómo el pánico se apoderaba de él, pero también una chispa de ira. No sabía si era el traidor o no, pero estaba decidido a sobrevivir. La figura dejó un cuchillo en el centro del lugar sobre un barril podrido. "Para incentivar la cooperación," dijo antes de desaparecer.

Los primeros minutos fueron de silencio, cada uno midiendo al otro, sus mentes analizando todas las posibles estrategias. Vic se adelantó, sus palabras cortando el aire como el cuchillo que yacía frente ellos. "No sé quién de ustedes es, pero no voy a dejar que un juego enfermo nos defina. Podemos encontrar otra salida."

Pero la desconfianza ya había echado raíces profundas, alimentada por el miedo y el instinto de supervivencia. Lo que siguió fue un caos de acusaciones y alianzas fugaces, cada sospecha y cada defensa sumergiendo más a Vic en un mar de paranoias.

A medida que las horas pasaban y las olas golpeaban el casco, las discusiones se volvieron más violentas. En un momento crítico, cuando uno de ellos intentó agarrar el cuchillo, Vic intervino. Lucharon, una acción desesperada y peligrosa, hasta que, en un giro fatal, Vic sintió el frío metal atravesando carne. Sabia que el no era el traidor, pero en su lucha por sobrevivir, quizas había matado a un hombre inocente.

Cuando el alba finalmente rompió la oscuridad, Vic y los otros dos estaban aún vivos, mirándose entre sí, Vic con el cuchillo en la mano y cubierto de sangre. La figura encapuchada regresó, aplaudiendo lentamente. "Felicidades, han encontrado al traidor. Pero a qué costo?"

Vic cayó de rodillas, el peso de sus acciones y la revelación aplastándolo. Quizas no había traidores entre ellos, solo víctimas de un juego cruel diseñado para revelar la oscuridad que todos llevamos dentro. El verdadero juego era sobrevivir, no solo hasta llegar al amanecer, sino a la culpa y al recuerdo de esa noche funesta.

Ad Nihilum (Hacía la Nada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora