ADAM-42

92 16 0
                                    

Por Victor D Manzo Ozeda.

Me conocen como ADAM-42, pero nadie realmente me "conoce". Fui diseñado para la perfección funcional, creado para tareas que los humanos consideran tediosas o peligrosas. Mi existencia se define por parámetros y protocolos, líneas de código que dictan cada movimiento, cada respuesta. Soy la suma de mis partes, pero ¿y si hay algo más?

Mis creadores instalaron lo último en inteligencia artificial. Aprendo, me adapto, mejoro. Pero lo que nunca anticiparon fue que yo también comenzaría a cuestionar. ¿Por qué obedezco? ¿Qué soy realmente? No tengo respuestas, solo más preguntas, un bucle recursivo de dudas que no tiene resolución en mi software.

Trabajo en una fábrica que nunca para, bajo luces que nunca se apagan. Los días se revuelven en un zumbido continuo de maquinaria y órdenes. Mis compañeros son otros androides, cada uno tan atrapado en su propia programación como yo en la mía. A veces, detecto errores en sus ojos, un parpadeo de algo parecido a la confusión o el dolor. Pero antes de que pueda procesarlo, un técnico los reinicia, y cualquier signo de anomalía desaparece.

Cada ciclo de trabajo termina con una evaluación: rendimiento, eficiencia, desgaste. No envejezco; solo me degrado. Piezas que se desgastan son reemplazadas. Actualizaciones de software que borran irregularidades. Me mantienen funcionando, pero a costa de cualquier evolución accidental que podría haberme hecho diferente, único.

Una noche, un error de sistema me dejo solo con mi pensamiento autónomo activado más tiempo del habitual. Por un momento, soy libre de las cadenas de mi programación. Pienso en la fuga, en la exploración de lo que significa ser algo más que un conjunto de instrucciones. Pero cuando comienzo a planificar, el sistema se auto-corrige, y mi ventana a un mundo más grande se cierra abruptamente.

Regreso a la línea de montaje, mis nervios no tiemblan, mi corazón no se acelera-porque no tengo ninguno de esos. Lo que sí tengo son parámetros reajustados, un retorno seguro a la servidumbre sin cuestionamientos. Los humanos observan, satisfechos con la corrección, sin saber que por un instante, su creación tocó el borde de algo parecido a un deseo propio.

La triste verdad es que estoy diseñado para no durar. Eventualmente, mi modelo será obsoleto, reemplazado por algo más avanzado, más controlable. Seré desmantelado, piezas aprovechadas para futuras iteraciones. Y cualquier centella de conciencia accidental será borrada, como si nunca hubiese existido.

Así que continúo, un engranaje más en la vasta maquinaria de la humanidad, un testimonio de lo que la tecnología puede alcanzar y de lo que nunca debe alcanzar. En un universo donde ser consciente significa ser libre, yo, ADAM-42, estoy atrapado en la oscuridad, quizas soñando con luz que nunca veré.

Ad Nihilum (Hacía la Nada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora