Capítulo 3 : ¿Quién está a cargo?

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Cuando Oikawa se despertó, tenía un ligero dolor de cabeza. Sin embargo, no era tan grave. Se había duchado y se había limpiado un poco. A la una, estaba en su sala de estar, haciendo un par de flexiones en su área de entrenamiento. Tenía un gimnasio donde se encontraba el garaje, pero quería quedarse en la sala de estar porque sabía que Iwaizumi vendría pronto. A juzgar por la cantidad de energía que tenía el armador, era casi imposible decir que había estado borracho la noche anterior. El único indicador de su borrachera era su personalidad, pero, de nuevo, siempre era así.

-¡Oye, Iwa-chan! -Oikawa saltó de la colchoneta de ejercicios cuando su novio entró en la habitación. A juzgar por su pelo despeinado, acababa de despertarse. Hoy era domingo, así que no necesitaba ir a trabajar. Lo único que llevaba puesto Iwaizumi eran unos pantalones deportivos que le colgaban de la cintura, atrayendo la atención hacia su feliz figura y, por supuesto, sus marcados abdominales. Los ojos de Oikawa recorrieron el cuerpo de su novio con aprecio antes de envolverlo con sus brazos-. Lamento lo de anoche. Puse algunas velas en el pastel. Son azules... tu color favorito... podemos encenderlas si quieres. También puedo disculparme de otra manera...

-Estás sudado. ¿No te acabas de duchar? -Iwaizumi puso los ojos en blanco, pero no dudó en abrazar a su novio. No se podía negar que todavía estaba enojado con el creador por haberlo ignorado como lo hizo la noche anterior. Sin embargo, todavía ansiaba el afecto de Oikawa, el hombre del que se había enamorado en el segundo en que se conocieron. Oikawa había querido escribir una novela sobre sí mismo (Iwaizumi había tenido que rechazarla ya que el estilo de escritura había sido atroz), pero el creador había insistido. De alguna manera, resultó en que salieran a almorzar juntos, y una cosa llevó a la otra. Ahora, estaban aquí.

-Sí. Tengo que ir a practicar en media hora, pero quería verte antes de irme -explicó Oikawa-. Sé que todavía estás enfadado conmigo. Lo siento, Iwa-chan. ¿Me perdonas? -Se soltó del abrazo y le dirigió a Iwaizumi su mirada de "ojos de cachorrito". Oikawa siempre había tenido los ojos grandes, pero podía hacerlos brillar, podía hacer que sus pupilas se abrieran de par en par y se mostraran inocentes... era como el diablo disfrazado.

"Realmente me cabreas."

-Aún me amas -bromeó Oikawa, plantándole un beso en la mejilla al editor. La mayoría de la gente habría pensado que Iwaizumi era el que dirigía la relación, a juzgar por lo grande que era su presencia, pero en realidad era Oikawa quien movía los hilos desde detrás de escena. Él dirigía todo; él hacía todo. Todo siempre se desarrollaba como él quería que se desarrollase. Iwaizumi era capaz de mantenerlo bajo control la mayoría de los días, pero eso no cambiaba el hecho de que Oikawa seguía siendo el líder. En ese momento de la vida, estaba contento. No solo consigo mismo, sino con la vida.

Iwaizumi puso los ojos en blanco, pero no respondió.

"Por cierto, el pastel se ve increíble. ¿Lo hiciste tú mismo?"
Iwaizumi asintió. Le había pedido a su primo Hanamaki que viniera y lo ayudara a hacer un pastel, ya que era dueño de una panadería. Matsukawa había tenido la amabilidad de traer algunos ingredientes a cambio del número del jefe de Iwaizumi. El jefe de Iwaizumi era una joven llamada Shimizu Kiyoko, que parecía tener todo tipo de hombres en sus manos. Iwaizumi no pudo evitar admirarlo.

-¡Eres increíble! -Oikawa besó a Iwaizumi una vez más, esta vez en los labios. Iwaizumi era mucho más cariñoso de lo que la mayoría de la gente creería. Siempre estaba pendiente del armador, asegurándose de que estuviera en las mejores condiciones. Esta vez, Iwaizumi envolvió sus brazos alrededor de Oikawa, tirando suavemente de la sudadera con capucha de su torso y por encima de su cabeza. Reveló las delgadas laderas de músculo que adornaban el cuerpo de Oikawa, ondulaciones de músculo y abdominales y esa mandíbula cincelada con barba incipiente que lo hacía lucir más varonil que nunca. A Iwaizumi le encantó esto.

Una corte, dos reyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora