Ocho

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Familia.

—Tal vez es porque no ha salido el tema.

—Aunque me lo preguntaran no les diría nada.

—¿Por qué? ¿No son tus amigos?

—Lo son.

—¿No confías en ellos acaso?

—No quiero que me vean o traten diferente.

—¿Por qué lo harían?

El silencio se hizo presente entre nosotras durante unos segundos que me resultaron terriblemente eternos, ella no parecía incómoda pero lucía como si estuviera pensando en qué decir, justo cuando creí que el tema moriría ella se animó a responder.

—Ahora haces muchas preguntas. —Me dijo, con una pequeña y disimulada sonrisa, eso me alivió.

—¿Si? Creo que es parte de mis encantos.

Ella rió un poco, y me contestó —Tienes razón, lo es.

Justo en ese momento sonó su celular, su semblante cambió abruptamente cuando miró el nombre en la pantalla; atendió pero nunca dijo nada, se mantuvo escuchando al otro lado del celular sin responder o siquiera emitir sonido alguno.

El resto del camino fue silencioso, silencioso pero no incómodo. Intenté entablar alguna conversación de nuevo pero Vera me daba respuestas monosilábicas la mayor parte del tiempo. Parecía distraída, como si estuviese pensando en algo, una vez que lo noté preferí no interrumpir así que permití que el silencio volviera a tomar protagonismo entre nosotras.

Al llegar a casa y tener que tomar caminos distintos, Vera me dio una sonrisa y sacudió su mano en señal de despedida, lucía triste ¿Qué habrá sucedido durante la llamada? ¿Quién la llamó en primer lugar?

Para mí sorpresa, mamá no se encontraba en casa. Una nota amarilla fue lo que me recibió.
"Algo pasó en el trabajo así que llegaré tarde, no me esperes despierta.
Dejé dinero en nuestro lugar,  puedes pedir algo para comer.
Te quiere, Mamá."

Con "nuestro lugar" se refiere a bajo una maceta, cerca de la ventana, ahí guarda las cosas para cuando se presenta una situación como esta.
De todas formas, eso fue una excelente noticia para mí, esto significaba que no se había dado cuenta de que llegué tarde a casa.

Los días pasaron, caminar con Vera de regreso se volvió parte de la rutina diaria y dejar de ver a mamá en casa también.
Llegó el domingo y salí a esperar a Vera como acordamos, no tenía ni idea de dónde vivía David así que revisaba que tuviera mis pastillas en el bolsillo en todo momento, estaba un poco nerviosa.

—Llegas temprano. —Dijo ella, viéndome de pie frente a mi casa donde acostumbramos a partir caminos.

—Tú también, o no lo habrías notado.

—Touché —Me dijo mientras mientras peinaba su cabello hacia atrás y empezaba a caminar. —¿No vienes?

—¿Eh? Claro, claro, ahí voy.

El camino fue silencioso pero corto, tomamos un pequeño desvío de nuestro camino original para llegar a una parada de autobús. Me pregunto en qué clase de barrio vive David.
El autobús llegó en muy poco tiempo, el viaje debe haber durado 20 minutos sino es que más. El silencio reinaba el lugar, Maia se mantuvo quieta durante todo el trayecto mirando los asientos vacíos luciendo perdida, sentí la necesidad de preguntar pero eso tal vez la incomodaría así que preferí mantener el ambiente tal y como estaba.

—Vamos, esta es la parada correcta. —Me dijo, luego de tanto.

El barrio era tal y como lo imaginé, bien acomodado y de aspecto tranquilo. No conocía esta parte de la ciudad, pero creo haber visto un par de fotos en internet de estas casas. Hay gente trotando, paseando a sus perros, y niños jugando, puedes oler el dinero.
Caminamos un poco hasta llegar a un gran portón negro, ella se acercó al intercomunicador y saludó a alguien.

—¿Martha? soy Vera, estoy aquí con una compañera para ver a David. —¿"Compañera"? ¿Ni siquiera una amiga? Pensé que ya habíamos llegado a eso.

El portón empezó a abrirse y saludamos a la mujer a la que se refirió como Martha, creí que sería la madre de David pero lucía como si trabajara ahí o algo así.

—¡Llegan tarde! —Nos grita Sophia y tan pronto como nos ve corre hacia nosotras, luce cómoda en el lugar. Está descalza, esa es la razón.

—El autobús vino muy lento, pero al menos pude observar el camino —Respondí yo, Vera miraba su celular como si estuviera esperando algo, cuando recibió una llamada. —¿Vera?

Ni siquiera me miró, en su lugar contestó el teléfono y a continuación se repitió la misma escena de ayer, con la diferencia de que esta vez al finalizar la llamada Vera ya no lucía triste, lucía asustada.

—Debo irme, dejen mi parte del trabajo y la terminaré cuando pueda. Díganle a David que tuve una emergencia.

Sophia y yo asentimos y ella, luego de que dijera esa última palabra, salió de la casa a toda prisa.

—Se veía acelerada ¿sabes qué es lo que pasó?

—No lo sé, pero ayer sucedió algo parecido.

Le contamos a David lo que había ocurrido y aproveché para contarles lo de ayer. Pensé en mencionar a sus hermanos pero, si ella no se los contó fue por algo.

Terminamos el trabajo en lo que quedó del día incluyendo la parte de Vera, no creímos que le molestara. Intentamos comunicarnos con ella para contarle sobre el proyecto en caso de que el profesor preguntara pero jamás obtuvimos respuesta por su parte. Creímos que el lunes en la escuela nos explicaría qué había sucedido, pero ella nunca llegó.

Sophia y David empezaron a presionarme diciendo que debía visitarla, excusándose con que ellos no irían porque Vera debía tener alguna razón para ocultarles dónde vivía.
A decir verdad, la idea me ponía un poco nerviosa pues, eso significaba husmear en su vida privada y ya deducía yo que eso no debía gustarle.

Una semana pasó y no sabíamos nada de ella, los profesores empezaban a preguntar dónde estaba la callada de nuestro grupo, que por qué andábamos incompletos y nosotros no sabíamos qué contestar.
No esperaba encontrármela en ese estado. Verla de nuevo me rompió el corazón.

Sentir sin sentir Donde viven las historias. Descúbrelo ahora