Dieciocho

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Despierto con el sol golpeando mi rostro, abro mis ojos lentamente y... No hay nada. ¿Y Maia?

Miro hacia todas partes, ningún rastro de ella. ¿Se fue? ¿Sin decir nada?

Me vi obligada a bajar las escaleras con velocidad, encuentro a mamá en la cocina preparándose su primer café del día (al menos, espero que sea el primero.)

—¿Bell, por qué has tardado tanto en despertarte? Oh, conocí a tu amiga, es una chica muy dulce.

—¿Maia se fue? —Pregunto sin prestar atención a su comentario.

—¿Mhm? Si, hace unos... —Revisa su reloj de muñeca— 20 minutos, tal vez un poco más.

—¿Cómo estaba? ¿Lucía bien?

—Me contó que la ayudaste ayer y se disculpó por haberse quedado a dormir, le contesté que no pasaba nada y que podía venir a dormir las veces que quisiera. Es una chica muy educada.

¿Educada? No sé por qué, pero me sorprendió que  mi madre dijera eso. No importa, las preguntas las dejaré para después, ahora debo arreglarme para iniciar con mi semana. Con toda la actitud.

—¿Y Maia?

David y yo nos encontramos en la entrada del instituto, inmediatamente luego de verme preguntó por nuestra amiga. David es un chico de pocas palabras la mayor parte del tiempo, no habla a menos que sea necesario.

—No lo sé, no la he visto desde ayer.

—¡Buenos días! ¿A quién viste ayer? ¿A mí?

Tal vez debí morderme la lengua. —Hola Sophi, claro que te vi ayer. Justo estaba por contarle a David sobre nuestra tarde de centro comercial.

—¡Oh, si! Belle y yo estuvimos en el centro comercial ayer, luego fuimos a comer y también por helados. Estuvo ayudándome a escoger un vestido para mi cita. ¡Fue fantástico!

—¿Por qué debes ser tan ruidosa? — Maia ha aparecido quejándose entre gruñidos justo detrás de mí, menudo susto me he llevado. —Mi cabeza duele.

Pantalones negros a juego con sus botas y cazadora, camiseta blanca (sospecho que sin mangas), un bolso cruzado lleno de pines con bandas que desconozco... Oh, la bandera de seis colores.. ¿Por qué nunca me fijé en eso?

—¿Qué es lo que tanto me miras?

—¡Maia! —Sophia se abalanzó hacia ella envolviéndola en un abrazo y besando su mejilla, la apretó hasta que esta tuvo que quitársela de encima. —Creí que habías muerto o algo así. ¿Sabes? No te mataría contestar mis llamadas o mensajes, al menos una vez.

Reí un poco viendo la cara de disgusto de Maia, odia el contacto físico. Al menos, eso dice ella.

—¿Resaca? —Pregunté en voz baja mientras los demás se adentraban al lugar, el timbre había sonado. Ella me miró como si de una desconocida se tratase. —¿Estás bien?

—Ni una sola palabra sobre lo de ayer. ¿Entendido?

Arqueé una ceja y me crucé de brazos. —Tampoco planeaba decírselos.

—Ya.

Empecé a caminar dejándola atrás, ella me agrada pero a veces siento que yo a ella no. Creo que tiene una personalidad muy complicada de entender, es confusa.

—¡Belle! —Ivan me saludó a lo lejos, mientras corría hacia mí. No lo noté hasta que estuvo a mi lado caminando. —¿Cómo estás? ¿Todo bien con Maia?

—Maia es ella misma, y estoy bien ¿Listo para estar sentado durante horas y fingir que escuchas al profesor?

—¿Tengo otra opción?

Sentir sin sentir Donde viven las historias. Descúbrelo ahora