Catorce

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Confusión.

Los días pasaban con rapidez y mi amistad con Ivan crecía. Sentí que acercarme a él era alejarme de Maia, sentí que la traicionaba de alguna manera. Pero no podía simplemente alejarme de Ivan sin saber por qué, si me preguntaba por la razón ¿qué podría responder? Si yo tampoco la sabía.

—Y bien ¿qué hacemos primero?

En un día como muchos, Ivan y yo decidimos salir a pasear con Polina. Caminábamos por el parque sosteniendo un cono de helado, hablando y riendo de cualquier cosa.

—Pero ¿vainilla? ¿En serio? Es como el sabor más básico del mundo.

—Hey, tú escogiste el sabor banana así que no puedo respetar tu opinión. —Me defendí.

—Dices eso porque no lo has probado. —Contestó, nuestro helados empezaban a derretirse pero seguíamos discutiendo sobre nuestros sabores favoritos.

—Puede ser, de todas formas no me llama la atención.

—No sabía que eras de mente tan cerrada, ten, prueba un poco. —Me acercó su cono al rostro y...

Fue a dar a cualquier lado menos a mi boca, el tonto me había ensuciado la nariz.

—¡Hey, lo hiciste a propósito!

Lo vi carcajearse y agarrar su estómago con la mano con la que sostenía la correa de Polina, ella solo caminaba tranquila a nuestro lado.

—Está bien, está bien, ahora si pruébalo.

Lo miré con una mueca —De acuerdo.

—¿Lo ves? No está tan mal.

Me tomé mi tiempo para saborearlo, lo pensé un poco, y alargué más el tiempo saboreando para.. Hacerlo reír, tal vez.

—Igual prefiero la vainilla.

Lo oí chasquear la lengua para luego contestar—Eres imposible.

La verdad es que, tengo algo que confesar. La sonrisa de Ivan es muy parecida a la de Maia, así que me gusta verlo sonreír. La diferencia es que Ivan sonríe más que ella, así que eso provoca que la de ella la valore más.

—Polina ¿a dónde vas?

La gran golden que caminaba a unos pasos delante de nosotros ahora intentaba correr desesperada, parecía emocionada por algo.

—¿Señora Lee?

—¿Ivan?

Un momento, ¿ese no es...

—¡Oliver!

El perro que nos había ensuciado de lodo a Maia y a mí ahora estaba frente a mí, nuevamente cubierto de lodo. Debe gustarle mucho ensuciarse.

La mujer acarició la cabeza de Ivan como una madre acaricia a su hijo, al que mira como si fuera su tesoro más preciado.
Intercambiaron un par de palabras hasta que repararon en mi presencia de nuevo.

—¿Y ella es..? —Dijo ella, dejando la oración incompleta y, supongo, esperando una respuesta.

—Soy Belle, es un gusto.

—Mucho gusto, Belle. Puedes llamarme Mary. Este pequeño granuja sigue llamándome señora aunque jamás me casé.

Vi a Ivan rascarse la nuca y sonreír apenado.

—Entonces.. ¿Cómo conoces a mi pequeño?

—¿Se refiere a Oliver o a Ivan?

La vi reír, la dueña de Oliver es una mujer de mediana edad muy risueña y amable, desconozco la relación entre Ivan y ella. Es muy bonita, hasta su nombre lo es. Mary.

Sentir sin sentir Donde viven las historias. Descúbrelo ahora