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Tae acaricia mi muslo sobre mi falda lápiz negra mientras vamos juntos a su oficina, completamente indiferente a la peluca color granate profunda que llevo

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Tae acaricia mi muslo sobre mi falda lápiz negra mientras vamos juntos a su oficina, completamente indiferente a la peluca color granate profunda que llevo. Como él se negó a separarse de mí esta mañana y yo me negué a que me vieran con él en mi primer día de trabajo, terminamos comprometiéndonos.

―Te das cuenta de que la gente piensa que he estado engañando a mi pobre esposa todo este tiempo, gracias a tu... ―señala mi cabello.
Hurón.

Jadeo y aparto su mano de mi pierna.

―¿Mi qué? ―le pregunto, indignada mientras bajo la persiana para verme en el espejo. Se ríe cuando aliso mi costosa y hermosa peluca de encaje, mi favorita de todas. Es la que uso con más frecuencia y la que vuelve loco a The Herald.

―Veo que el cabello rojo te volvió aún más luchadora de lo normal. ―Su mirada recorre mi rostro y sonríe mientras coloca su palma sobre
mi rodilla.
—Veamos si esa lucha dura cuando te incline sobre mi escritorio y extienda estas bonitas piernas. Necesito una foto tuya para mi colección privada, con mi polla en tu boca sexy y húmeda y ese cabello rojo que resalta ese rubor tan jodidamente hermoso.

Su mano se desliza hacia arriba y entre mis piernas, y aprieta mi muslo posesivamente.
La combinación de sus palabras y la forma en que me ve me hace sonrojar intensamente y él se ríe.

―Me encanta lo tímida que todavía te pones cuando me rogabas que te dejara correrte anoche.

Veo a mi esposo, mi cara sin duda tan carmesí como mi cabello.

―No tuve elección ―espeto.
—Me hiciste delirar de necesidad. Me
torturaste.

Su mano se desliza debajo de mi falda y jadeo cuando coloca su meñique justo contra el encaje entre mis piernas.

―No estoy de acuerdo ―dice, con voz profunda e irresistible.
—Yo era el que estaba siendo torturado, mi pequeña hada. Es una jodida tortura tener tu delicioso coño en mi lengua y oírte gemir mi nombre como lo haces. Mierda. Eres mi adicción, Bea. Viviría de tu coño si pudiera.

Su mirada se dirige a la mía y levanta una ceja.

―¿Crees que podría? ¿Qué tan nutritivo crees que es tu coño?

Lo miro boquiabierta y empujo mi puño contra su brazo.

―¡Oh, basta! ―le digo, incluso cuando una carcajada sale de mis labios.
—Me doy cuenta de lo que estás haciendo, ¿sabes?

Sonríe tan dulcemente mientras gira hacia el estacionamiento de Jeonr Motors y conduce directamente a su lugar designado.

―Por supuesto que sí ―murmura, girándose hacia mí en el momento en que estaciona el auto.
—Después de todo, nadie me conoce como tú.

LA PROMETIDA SECRETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora