G de gritar no te lleva a nada

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—Va a llegar el día en que te arrepientas de lo que me has hecho.

Él no me responde, no lo haré ahora, menos con una mordaza sobre su boca. La baba escurre en su rostro y el sudor sobre su cuerpo se me antoja al tiempo que quiero morirme de la vergüenza.

—G de gritar no te lleva a nada. —mi mano toma la pala y azota su trasero, hasta dejarlo tan rojo como una manzana.

— Podría matarte, pero eso significa que nunca saldré de aquí.

Mi mano deja la pala y le quito la mordaza.

—Coje los instrumentos.

Maldito, te odio. Miro lo que tengo frente a mi.
Mi mano va hacia las pinzas y las barras, sin pensarlo más las llevo a su pezones. Su pene endurecido, se contrae.
Te encanta el dolor, hijo de perra.

De su boca sale un gemido gutural cuando le atravieso el pezón. Quiero tanto sentir disgusto ante su reacción pero no ocurre. Gimotea como un perro en celo, cuando la perforación llega a su otro pezón y allí está, tiene un orgasmo que me empapa el coño de solo verlo terminar.

—A...ahora— puto, asqueroso.

Tomo su pene, lo sacudo con furia, entierro mis uñas y lo siento palpitar, volviendo a la vida. Él gime de placer. Quiero matarle, en cambio le abro las piernas y me entierro yo misma sobre él. Lo cabalgo, conteniendo las lágrimas. Mi coño es un traidor, me maltrato el interior con su verga.

Grito cuando sus manos las lleva hacia su pecho y las deja. Para llevar las suyas a mi cintura, en dónde  me empuja con ardor, tanto que duele y en respuesta tiro de sus recién perforados pezones, casi se los arranco y es cuando me toma con rudeza y mi orgasmo llega, puedo ver fuegos artificiales mientras me llenan como un vertedero de semen.

ABC del controlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora