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No dejé que Payasín me acompañara a dormir: estas últimas noches no habíamos dormido bien y, además, estábamos en el edificio Tierra. El emperador Jeon duerme y pasa la mayoría de su tiempo aquí. Demasiado arriesgado que Payasín paseara como si fuera su casa.

Luego de la cena, descubrí que había sido una gran decisión porque el emperador Jeon entró a mis aposentos. A diferencia del día, ahora se encontraba con ropa impecable, su cabello limpio y su rostro brillante, sano y atractivo. Era maravilloso verlo en el cómic, pero en persona era embelesante. Su belleza y magnetismo no parecía real.

— Su Majestad —saludé.

No me levanté, estaba demasiado agotado por mis emociones para mover mi cuerpo.

— Hoseok me ha dicho que no sientes a tu lobo.

— Dice que voy a volverme loco si sigo así —añadí.

Un silencio se instaló mientras me escudriñaba y luego a la habitación hasta dar con la carpeta en la mesa.

— Ya te has enterado.

— El príncipe Hoseok dijo que puedo quedarme en Yathor, si es que sigo vivo.

— Tu salud está comprometida, pero ello no asegura tu muerte —él comentó, firme en su lugar—. Te daremos la nacionalidad yathoriana si es lo que deseas, o te regresaremos a Otristán cuando la investigación termine.

O sea, cuando dejara de serles útil. Asentí sin replicar más. Quería dormir, sin escuchar o ver nada. Cuando Payasín se fue, pasó por mi cabeza que quería volver a casa, pero esa ya no era mi casa. Ya no pertenecía a esa familia.

El emperador tomó una silla del comedor y la arrastró hasta ponerla frente a mi cama, tomando asiento con las piernas abiertas. Sus manos se posaron en sus rodillas. Lo analicé un poco mejor y me di cuenta de que llevaba una pequeña corona. Curioso. Creí que llevaría algo grande, ostentoso y llamativo. Pero no, una simple y muy detallada corona con piedras rojizas. Me miró en silencio antes de volver a hablar.

— ¿Cómo sabías sobre esa residencia?

Mis ojos parpadearon y me enderecé en mi lugar. Claro, la interrogación.

— Intuición —cuando alzó una ceja, decidí explicarme—. El señor Ro me llevó al prostíbulo, mencionó algo de vivir en él, pero algo me decía que él no se atrevería a vivir ahí: era demasiado arriesgado, necesitaba un lugar seguro donde esconder otras cosas. Como el dinero o información valiosa.

— Eres de Otristán, Taehyung —él de pronto soltó y noté cierta ira—. La capital queda demasiado lejos de tu país, ¿cómo de pronto has dado con la ubicación?

— Salí dos noches —mentí—. Investigué dos ciudades alrededor, y el aroma de Ro me llevó hasta ahí ayer. Tuve suerte.

— ¿Por qué me mientes? —su voz no denotaba nada—. Soy tu emperador, no puedes mentirme.

— En realidad, usted no es mi emperador —contesté—. Lo dijo usted: soy de Otristán.

— Pero estás en mis tierras, en mi fortaleza, en mis aposentos —ladeó el rostro—. ¿Quieres regresar a Otristán?

— Esa es su decisión.

— Dime la verdad.

— En nuestra primera reunión, usted me pidió que confiara en usted —le recordé—. Haga lo mismo por mí.

— Dijiste que querías quitarle peso a mis hombros; le estás sumando más.

Fruncí el ceño, negué sacudiendo con furia mi cabeza.

It starts with love and it ends with you ❤ KookTaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora