Introducción:

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By Tom


10 de agosto, nueve y media de la noche, Essen.

—Joven Thomas, lo buscan.

Anunció mi sirvienta tras golpear levemente a la puerta, sacándome de la concentración que le dedicaba a mi guitarra. Alcé el rostro y esperé confundido, me parecía extraño que viniesen a visitarme, no es fin de semana y es de noche, ¿Quién podría aparecerse en mi casa a estas horas? Aunque si ella llamaba era por algo importante o mejor dicho, por alguien.

Suspiré profundamente —¿De quién se trata?— pregunté intentando mantener la calma. En el fondo sé quién es.

Ella abrió la puerta dejándose ver con una persona conocida a su lado, la única persona que lograba que dejara mis cosas de lado. Bill, entró dejando a la sirvienta con un brillo inexplicable en los ojos, él le ofreció un “gracias” junto con una sonrisa rápida, su aspecto atrapa a cualquier persona que pase a su lado, es alto, delgado, de sonrisa perfecta, nariz perfilada y unos ojos preciosos que siempre iban maquillados por una intensa sombra negra, esa mirada magnética le ha ayudado a salirse con la suya más de una vez. Su pelo azabache decorado con algunas rastas en blanco y negro hacia contraste con su blanca y cremosa piel. El chico perfecto.

Por fuera es el chico extrovertido y alegre que todo mundo conoce, perfecto e intocable. Eso, sino lo conoces tanto como yo, su mejor amigo. Solo con ver su rostro podía darme cuenta de que algo no andaba bien, él sin duda está resistiendo un sentimiento que conozco a la perfección.

Mierda. No de nuevo...

Bill se sentó en el borde de mi gran cama con toda la elegancia que le permitía su cuerpo y se puso cómodo. Dejé la guitarra a un lado y mordí mi labio inferior.

—Gracias, Lena. Puedes retirarte— dije aquello mientras me ponía de pie, alcancé los kleenex tras abrir un cajón de mi escritorio, cerca del ordenador y me acerqué a la cama con sigilo. Lena despertó de su ensueño y rápidamente desapareció cerrando la puerta suavemente.

Coloqué los kleenex sobre la cama y me senté a su lado, bill se quedó mirando sus dedos jugueteando sobre sus muslos en silencio. En cualquier momento pasaría...

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Bill rompió en llanto como si fuera un bebé de 2 años, su rostro se descompuso y grandes lágrimas bajaron por sus mejilla, la sombra negra en sus ojos se corría levemente entre la delgada línea de sus lágrimas, con rapidez se deslizó sobre mí en un abrazo. Su cuerpo se estremeció por el llanto y su abrazo se volvió apretado como buscando un salvavidas ante su mar de sufrimiento. El único confort que puedes brindar en un momento así son leves masajes en la espalda y sostener a dicha persona, los sentimientos son algo que golpean fuerte y logran descontrolarte por eso se debe tener paciencia.

¿Alguna vez habéis escuchado “las apariencias engañan”? bueno, mi mejor amigo es uno grande.

Sucede que bill ante el mundo es todo lo que cualquier persona podría querer. Mi amigo es educado, de temperamento suave, astuto, un muy buen estudiante con una inteligencia envidiable  y algunos en la universidad le detestaban por como destacaba opacando a los demás con su grandiosa belleza. Pero sobre todo, era el ser más bueno y amoroso del jodido mundo. Toda esa apariencia es única aunque todo se reduce a solo eso “apariencia”, él tiene un corazón noble y tierno. Bueno, ese otro lado solo lo conocemos sus padres y yo por una extraña razón, nadie más ha visto su naturaleza en su máximo esplendor.

𝐃𝐄𝐁𝐈𝐋𝐈𝐃𝐀𝐃 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora