07

292 40 15
                                    




Al despertar, los días pasados se sienten como un sueño nebuloso, de no ser porque Bill durmió en mi cama y puedo verlo ahora que ha amanecido pensaría que todo fue cosa de mi cabeza.

La sonrisa de Bill luce diferente a lo usual. Es como si tuviera el mismo sol rodeándolo y provocando un brillo especial. O solo soy yo quién esta imaginando cosas.

El dolor se ha ido como por arte de magia, solo permanece un sentimiento cálido y acogedor en mi pecho. Bill y yo nos encontramos sobre mi cama, recostados, uno enfrente del otro, solo mirándonos sin hablar. Es como si su mirada pudiera hablarme y se siente tan jodidamente bien.

El amor es una cosa confusa, lo importante es que cuándo lo tengas luches más por mantenerlo y cuidarlo que cuando no lo poseías.

—Estas pensando en algo— dijo Bill, llevó su mano hasta mi mejilla y presionó ahí sus dedos con caricias ligeras y suaves.

—¿Cómo lo sabes?— pregunté con la voz somnolienta.

—Tu rostro cambia, tu mirada se vuelve cálida y tu nariz se frunce, te hace parecer un abuelo— murmuró con una sonrisa divertida.

Sonreí. Bill y sus chistes malos.

—No hagas eso—  se quejó de repente hundiendo el rostro en la almohada. Soltó un suspiro profundo y permaneció así hasta que hablé.

—¿Qué cosa?— inquirí confundido.

—Sonreír de esa manera... me gusta tu sonrisa y si lo haces de esa forma no puedo controlarme.

Jadeé. ¿confesarse da el derecho a decir semejantes cursilerías? ¿y por qué demonios me pone feliz escucharlas? Mierda.

—Creo que deberíamos comer algo— dije cambiando de tema avergonzado.

Si, puedo avergonzarme ¿vale? Además, es la primera vez que experimeto algo como esto, joder...

—humm..

—Tengo que ir a trabajar y tú a la facultad, es lunes. Vamos a comer algo— insistí.

Bill se movió hasta colocar su cabeza cerca de mi pecho y frotó su rostro, como un latigazo mi pecho se llenó de sensaciones cálidas como fuego. Si así se siente la felicidad que nunca nadie se atreva a arrebatarmela o podría salir lastimado.

—De acuerdo, solo si me das un beso de buenos días— murmuró Bill aún sobre mi pecho.

Mierda.

—¿Acaso soy una maquina de besos?— repliqué avergonzado.

Bill chasqueó la lengua —Anda, Tommie. Uno pequeñito y yo mismo te haré el desayuno— rogó Bill alzando el rostro y cambiando su voz a una más tierna y suave.

—¿Solo uno?

—Sip...— respondió con voz aguda como si se tratase de un bebé, mientras sus ojitos se achinaban, maldición, pero que magnífica obra de arte, Bill era afrodita en versión masculina, ¿Lo entendéis, no? Así le veo yo, es el significado de perfección, nadie podría igualarlo.

—Y luego vamos a comer...— recordé entrecerrando los ojos.

—Que si...

—¿y te levantarás para ir a la facultad?

—¡Tom!

Bill mostró su ceño fruncido mientras me miraba directamente. “Es tan adorable” pensé antes de inclinarme y unir nuestros labios en un beso suave. Chispas y toda esa mierda experimentó mi cuerpo.

𝐃𝐄𝐁𝐈𝐋𝐈𝐃𝐀𝐃 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora