Regreso furiosa a mi habitación. Cada vez entendía menos a Santiago. Era un martirio vivir así, por un lado él si podía coquetear con quien él quisiera y a mí me hacía todo un interrogatorio como si de verdad le interesara para algo serio.
Dylan ha sido un gran amigo, está estudiando mercadotecnia en la Universidad pero por las mañanas se dedica a repartir comida en un restaurante de comida rápida cerca de la oficina. Últimamente nos hemos estado conociendo y me resulta un hombre muy interesante y muy gracioso.
El viernes salimos por algo de cenar, y todo marchaba bien pero intentó besarme. Estábamos sentados en una mesa frente a frente y él se acercó para hacerlo. Yo estaba totalmente paralizada, estaba decidido a hacerlo, se acercó a mí, e intenté cerrar los ojos, sin embargo, estaba tan nerviosa que abrí mis ojos y a lo lejos observé a un hombre con un porte muy elegante, con su rubio cabello, en la mesa de recepción, obviamente lo confundí con Santiago. Y en ese instante aparte a Dylan de mí, pero al momento de hacerlo, mi bebida cayó encima de mí, y quedé totalmente empapada. Después en su coche tenía una sudadera, y caballerosamente me dejó usarla, ya que mi ropa quedó completamente destrozada, llena de vino tinto.
Pero volviendo al tema del modelo Calvin Klein, ¿quién se cree que es para pedirme explicaciones?
Aún molesta, después de algunas horas decido ir a caminar por la playa, me pongo unos shorts de mezclilla, y arriba de mis hombros pongo un cubre-bikini de encaje blanco. Ya está un poco oscuro, pues son las 10 de la noche, pero aún así no quería esperar más para conocer el mar, para sentir la brisa del mar y escuchar el ruido de las olas.
Al llegar, me paro a la orilla del mar, siento el agua tocar las puntas de mis pies, y siento la brisa recorrer todo mi cuerpo. Cierro los ojos, centrándome únicamente en el sonido de las olas al chocar.
—¿Estas disfrutando del mar? —dicen a mi lado. Sé exactamente de quién se trata, pero aún así decidí mantenerme con los ojos cerrados—sé que sigues molesta conmigo, pero te estuve esperando. Sabía que vendrías en algún momento. No quería perderme la oportunidad de verte conocer el mar por primera vez.
—No estoy molesta—respondo, abriendo mis ojos y viéndolo a mi lado—es solo que me confundes, Santiago. Por más que intento no logro entenderte.
—Me preocupo por ti—responde—eso es todo...
Me quedo callada, esperando a que diga algo más, esperanzada a qué alguna vez pueda decirme que quiere estar conmigo. Pero no sucede. En cambio, me toma de la mano y dice:
—¿Entramos al mar?—Pregunta.
—Me da miedo—le respondo.
Y era verdad, aunque anhelaba conocer el mar, una cosa era admirarlo por su grandeza y belleza y otra cosa era entrar en él y yo consideraba que al mar había que tenerle respeto.
—No tienes porque temer si estás conmigo—dice, posterior a eso, me carga entre sus brazos y corre conmigo hacia el mar.
—¡No!—le digo, aferrándome fuertemente a sus hombros—¡Bájame!
Él comienza a reír, cada vez entrando más hacia las olas.
—Solo sujétate—dice, y comienza a dar vueltas conmigo.
Aunque lucho por no hacerlo, por demostrarle que sigo molesta, las risas empiezan a salir por si solas.
—Te bajaré—dice—pero tienes que tener confianza, sólo no te sueltes de mi mano.
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Inesperadamente, tú +18 ✔️
RomanceMarianne es una chica extrovertida, un huracán de emociones, con una enorme pasión por la fotografía. ¿Su defecto? Ser algo impulsiva. Santiago solía ser un joven amable, cariñoso, expresivo. Pero cuando la mujer que amó lo deja prácticamente plant...