•12: Celos •

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Santiago Pov

—¿Me vas a decir qué te pasa con Mar?—pregunta Adrien. Sentado en la silla frente a mi escritorio.

—¿Qué me pasa de que?—pregunto, confundido.

—Sabes perfectamente de lo que hablo... tú y ella. Yo lo sé, no soy estúpido.

—Entre ella y yo no hay nada. Simplemente una relación de trabajo.

—Sabes que no puedes mentirme, he visto como la miras. ¿Estás enamorado?

—Seré muy claro contigo, Mar es una chica muy linda, por dentro y por fuera, pero solo eso.

—¿Estás seguro?

—Si es para que te deje el camino libre, adelante. No me opondré.

—Lo haría, si Mar estuviera enamorada de mí. Pero no lo está, y no sé si eres tan estúpido para no darte cuenta de que se muere por ti.

—Pues es una lástima, pierde su tiempo.

—No. Ella no perdería nada, el que perdería una oportunidad serías tú, porque créeme, que algún día llegará alguien que se dé cuenta de todas las cualidades que tiene Mar y no la dejará ir. Se aferrará a ella y tú te lamentarás por el resto de tu vida.

—He estado ahí. Alguna vez en mi vida vi las cualidades de una chica a quien el idiota del que ella estaba enamorada no veía, ¿y de que me sirvió? Este tipo regresó a su vida, le endulzó el oído y ella no dudó ni un segundo en largarse a su lado. A las mujeres no les basta con que tengas un buen corazón, eso ya es cosa del pasado.

—Pero Mar es diferente. O dime ¿no te imaginarías la dicha que tendrías al vivir a su lado? Santiago, desde que te conozco has sido un amargado de primera, y de pronto esta chica aparece y puedo notar como sonríes más, disfrutas tu trabajo, escuchas música en tu oficina, adoras pasar tiempo con ella porque últimamente nuestras conversaciones se centran en "Marianne hizo esto... Marianne hizo aquello" y nunca en mi vida había visto que se te iluminara el rostro como cuando hablamos de ella. No sé qué inseguridades tienes, no sé qué es lo que no te permite que por lo menos intentaras algo con ella. Solo sé que si la dejas ir, te ganarías el premio al hombre más estúpido del planeta. ¿Y sabes? Y no es por ser chismoso, ni mucho menos, pero esas visitas del chico repartidor cada vez se han hecho más constantes en la oficina y en efecto, cada vez está más tiempo con Marianne haciéndola reír, así que si yo fuera tú, si me preocuparía.

Lo observo sin decirle nada, concentrándome en la pantalla de mi computador.

—Justo ahora el reloj marca las 10:30, ¡la hora del almuerzo!—dice, observando su reloj en la muñeca— El repartidor debe de estar aquí, y yo me muero de hambre. Así que si me disculpas, me voy...

Abandona mi oficina y finalmente quito la vista de mi pantalla. Toco mi frente, pues un dolor de cabeza me invade.

Adrien tenía razón. Últimamente a las oficinas de PEARL asistía un chico que trabajaba en un restaurante de comida rápida. Mi padre hizo un trato con el lugar donde trabaja el tipo (que gracias a mi investigación sé que se llama Dylan) y el trato consistía en que los empleados podrían ordenar sus alimentos y los repartidores podrían entrar a repartir la comida a la hora del almuerzo. Mi padre es un hombre al que le gusta apoyar los pequeños negocios, así como alguna vez alguien apoyó el suyo y poco a poco se ha convertido en lo que es, quiere regresar la misma ayuda que alguna vez le ofrecieron a él. Así que, no pide nada a cambio.

Después del comentario de Adrien sobre el tipo ese, salgo de mi oficina para comprobar si es verdad. Obviamente, no le digo que iré a comprobarlo, en cambio finjo tener que ir a un departamento de PEARL.

Inesperadamente, tú +18 ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora