•02: La asistente •

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Trago duro y apenada veo sus ojos.

Él no expresa. Simplemente me observa y sale de la oficina.

—Discúlpalo—dice el jefe—en el fondo es un gran tipo. Sé que se llevarán muy bien. Solo tenle paciencia.

—Si usted lo dice—se me escapa, y tapo de inmediato mi boca con mis manos.

No puedo arruinarlo ahora que tengo el puesto. Aunque, en mi defensa, una de las cláusulas dice que no pueden despedirme antes de que cumpla seis meses. ¿Pero y si soy la excepción?

El señor Villalba solo me observa con una sonrisa.

—Comenzarás hoy—dice el jefe.

—¿De verdad?—pregunto sorprendida.

—De verdad, Marianne. La oficina de mi hijo está en el octavo piso, ahí es donde trabajarás. Dirígete a su oficina para que te diga donde te instalaras.

Agradezco y salgo de su oficina en dirección al elevador. En el corto trayecto pienso que con suerte el modelo Calvin Klein no recordará el bochornoso momento de esta mañana.

Entro a su oficina sin tocar. Tercer error del día.

Observo como la chica en su escritorio baja de inmediato y se ajusta la falda, arreglándola un poco. Pero ¡¿qué te arreglas si ya te vi hasta el alma?!

Él se aparta rápidamente de ella, girándose y cerrando su cremallera.

Cierro la puerta de inmediato, y después de unos minutos ella sale de la oficina.

—El joven Villalba la está esperando, dice que pase—Comenta, y puedo ver sus mejillas enrojecer.

Agradezco y la observo desaparecer por el elevador.

Me adentro a la oficina y efectivamente, me está esperando.

—Siento mucho haber entrado de esa manera e interrumpirlo en sus... cosas—me excuso frente a él, llegando a su escritorio.

Ignora mis disculpas porque de inmediato se levanta de su escritorio, va hacia un almacén en su oficina y toma algunas mochilas que pesan como si estuviera llena de piedras.

—Esto sí que pesa—digo, en cuanto pone la mochila en mis manos.

—Tenemos que irnos—dice, caminando hacia la puerta de su oficina dispuesto a salir.

—¿Qué? ¿A dónde?—pregunto, caminando detrás de él.

Si que camina rápido, me es imposible igualarle el paso. Tal vez no ha notado que mis piernas son cortas a comparación de las suyas, y un paso suyo, son dos míos.

—A trabajar—responde—ya es bastante tarde.

El ascensor se abre y nos adentramos en él yendo hasta el primer piso.

—No me presenté—menciono—Soy Marianne. Me dieron el trabajo para ser su asistente.

—¿Sabes de fotografía?—pregunta.

—Si... pero el señor Villalba cree que necesito más experiencia.

—¿Estudiaste fotografía?

Inesperadamente, tú +18 ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora