•09: Perder el control •

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Tengo sentimientos encontrados respecto a lo que sucedió. Regresaba a mi casa después de haber hecho un depósito en el banco para mis padres, necesitaban dinero para pagar algunas cosas y yo al escucharlos, decidí enviarles algo de dinero. Estaba por preparar algo para cenar cuando un fuerte olor a humo invadió mis fosas nasales y las alarmas de incendio aturdían mis oídos, todo sucedió con tal rapidez que perdí la noción del tiempo.

Llamo a Santiago para pedir ayuda, es la única persona que conozco en New York, otra opción era llamar a Adrien pero su familia estaba de visita en la ciudad, así que no quise arruinar sus planes y tampoco molestarlo.

Salgo de la ducha, seco mi cuerpo con la toalla blanca que Santiago me prestó, y me envuelvo en ella. Salgo hacia su habitación que conecta al baño para poder cambiarme, retiro la toalla al encontrar en su cama la ropa que me prestaría.
Tomo la camiseta en mis manos para ponérmela y de pronto la puerta de la habitación se abre.

—Marianne, vine a ver si necesi...—dice Santiago al abrir la puerta de su habitación bruscamente, de inmediato cierra la puerta y yo me cubro rápidamente con la toalla.

¿Se me vería todo?

Tardo algunos minutos en recuperar la compostura y decido cambiarme.
Uso una camiseta de su equipo favorito de baseball, ¡me queda enorme! Y unos shorts negros que me prestó.

Después de cepillar mi cabello salgo hacia la sala, buscando agradecerle, y de pronto, un fuerte olor a comida invade mis fosas nasales y mi estómago comienza a rugir.

—He terminado, señor—le digo detrás de él, quien está sentado en el sofá frente al televisor—Muchas gracias.

—No es nada—responde, sin siquiera voltear a verme.

— Ahora que estoy más tranquila quisiera decirle que agradezco mucho lo que está haciendo por mí, sé que no debe de ser muy cómodo tener a sus empleados en casa, y quería decirle que el día de mañana buscaré un albergue para quedarme, en lo que reúno el dinero suficiente para pagar el alquiler de otro departamento.

—No tienes porque preocuparte por eso ahora—responde, girándose finalmente hacia a mí.—No es ninguna molestia para mí el tener que ayudarte.

Camino hacia el sofá y tomo asiento a su lado.

—Mis padres tenían razón ¿sabe? No debí venir a este lugar, debí quedarme en casa con ellos y esto no estaría pasando.

—Pero no habrías cumplido tu sueño—responde—O dime ¿no sientes que lo estás logrando?

—Tiene razón— respondo — es solo que estoy cansada de que todo me salga mal...

—Es solo un momento, son pruebas que te pone la vida para saber que tan capaz eres de resolver y sobrevivir a las cosas.

—Filosófico—río, y él hace lo mismo.

—Pero por ahora, ordene pizza. Debes estar hambrienta.

Respondo que sí con mi cabeza.

Así que toma la caja de pizza que está en la mesita de centro frente a nosotros y tomo un trozo, y él hace lo mismo.

En la televisión está una película con una escena un tanto subida de tono. Aclaro mi garganta y noto nerviosismo en Santiago por la manera en que su pierna se mueve de lado a lado.

—Esa mujer si que disfruta lo que le están haciendo—Digo, ¿lo dije o lo pensé? Mierda.

Santiago solo ríe ante mi comentario.

Inesperadamente, tú +18 ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora