XXII. Amor I

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- Va a ir tras Bambinetta y mi familia... Mis hijos mayores son los únicos que cuidan a mi mujer y a los bebés... - dijo angustiado Asmodeo

- Rafael será un ángel, pero es cruel y te guarda mucho rencor. El problema es que él tiene ventaja, puede ir al mundo humano cuando quiera, mientras que nosotros estamos limitados al poder de las sombras y la noche... El único que puede detener esto es Merlín hasta que podamos reunirnos con él... - dijo Aizen

- Iré, yo tengo ventaja de casa y tendré la oportunidad de atacar a un maldito ángel... ¡Ellos arruinaron mi muerte! Es momento de devolver el favor... - dijo el rubio

El castaño fue y abrazo al mago, cosas que sorprendió al ojiceleste, jamás había sentido ese gesto, en especial de parte de su papá.

- No hagas algo estúpido. Eres lo único que me queda de ella... y me siento muy orgulloso de ti... - dijo el diablo

- Pensé que mi mamá había sido una más... - dijo el de dorada melena

- Todas aquellas que vienen a mí son una más, todas a las que hice esperar son muy especiales y guardo un recuerdo en mi corazón... Los mortales a diferencia de nosotros pueden volver a nacer sin memoria, así que ella no sabe cuánto la amé... Ve con cuidado Merlín... - dijo el de ojos café

El mago estaba algo agobiado, pero aún así hizo una reverencia antes de desaparecer.

- ¿Estás seguro padre? - dijo el pecado de la lujuria

- A comparación de los ángeles, yo tengo fé en ustedes... Ahora vamos a curar las heridas y prepararnos... - dijo Sosuke

Así que fueron al palacio central del infierno. En el pueblo cerca de la hacienda de la bióloga, despertaban en el cuarto del hotel los dos amantes, el religioso descansaba sobre los suaves senos de la universitaria. En ese momento el sacerdote se dio cuenta de lo que había pasado, aturdido, mareado, se levantó con cuidado. Se miró horrorizado, su respiración se entre cortaba, cayó de rodillas.

- ¿¡Qué he hecho!? - dijo el caballero desesperado

Su voz despertó a la pelinegra, quien se cubrió con la sábana, se enderezó.

- ¿Kurosaki? - preguntó la de ojos violeta

- ¡No te das cuenta! He roto mi juramento... ¡Jamás podré volver! ¿Qué voy a hacer? - dijo el nervioso religioso

- Solo vamos a ver a Orihime para que te quites esa culpa y regresas a tu monasterio como sí esto no hubiera pasado... Solo fue una noche... - dijo con culpa el hombre

- No puedo hacer eso. Estaría mintiendo... Eso es peor... - dijo sollozando el avergonzado sacerdote

- Entonces vive... Sigue cumpliendo tu deber... pero de otra manera... no te preocupes por mí... Yo no diré nada mientras no molestes a mi amiga... - dijo la mujer poniéndose de pie

- Tampoco puedo solo irme, ¿acaso crees qué no se que esto tiene consecuencias...? No soy de ese tipo, soy alguien de responsabilidad y honor... - dijo el varón tomando por los hombros a la dama

- Tranquilo. Para todo eso hay solución. Se llaman anticonceptivos... cómo la pastilla del día después... - dijo la chica

- ¿Qué? ¡Claro que no! La vida es valiosa y matar es un pecado... - dijo el pelirrojo

- Pero ni siquiera podemos saber sí lo estoy, no al menos ahora. Y no tienes necesidad de un compromiso conmigo... Solo fue una vez... - dijo serena la estudiante

- Para mí es una promesa, de ser de solo una mujer... Así no funcionó para mí... - dijo serio el de ojos avellana

Eso avergonzó a Basterbine.

El vampiro en mi pecho Donde viven las historias. Descúbrelo ahora