I. El Día Que Te Conocí

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Bajo una antigua iglesia un gran grupo de clérigos se reunió. Había velas y símbolos religiosos, estos formaban un círculo, mientras rezaban el mismo verso una y otra vez en un coro. Poco a poco se iluminaba el lugar, era un recinto antiguo construido con roca, en un círculo en escalones, había fuertes columnas que tenían sostenes de hierro para las antorchas y cirios. En una pared había pequeñas ventanas rectangulares, de unos 45 centímetros de largo por 15 de alto. Eran tres de cristal transparente que dejaba entrar la bella luz de la luna. Al centro de la glorieta estaba una criatura con afiladas garras, un par de grandes alas, estaba encadenado, estás estaban atadas con cuerdas con pergaminos, piezas religiosas y hierbas. Esto parecía lastimar especialmente al alado, entonces apareció un sacerdote con una pesada biblia, detrás otros dos que usaban quemadores de incienso, el humo se esparcia por el lugar.

- Al fin hemos atrapado a uno de los ejes del infierno... - dijo un caballero recién llegando

El sacerdote alto de cabello naranja, piel ligeramente apiñonada, de ojos color avellana un poco rasgados, tenía una larga sotana negra, escapulario de brillante color púrpura, con bordados en hilo de oro. De entre las manos de los presentes cayó un rosario, algunos de plata, otros de madera de olivo; el olor a salvia invadida el sitio.

- ¡Malditos! ¿Quieren exorcisar a un archidemonio cómo yo? Tck. Yo solo quiero volver al infierno... - dijo una voz masculina

- El acabar con la oración perpetua a uno se los señores del infierno debilita al ángel caído... - dijo el acompañante de cabello azul, lentes y piel clara

- Yo no vine a este lugar por mi gusto... ¿Acaso crees que un archidemonio como yo es tan retorcido para creer en sus ideas ridículas? No. Los humanos se han retorcido tanto que incluso son más enfermos que los demonios... Me alegro de que esa oscuridad los devore... se han perdido a sí mismo al punto que ya no tienen identidad... No son más que basura... Me da gusto que sean tan estúpidos para mutilar el regalo que Dios les dio... ¡Malditos enfermos degenerados! Querer con una varita cambiar de sexo, de edad o de especie... ¡Están tan enfermos que no merecen más que el exterminio! - exclamó la criatura

- ¡Asmodeo! Tú que te regocijas del sufrimiento de los demás... Que solo traes la tentación... Ahora con tu nombre... te quitaremos tu poder y serás eliminado... - dijo otro de los integrantes, alto, de piel morena y castaño

- Fui invocado por una secta que hacía una orgia... No me gustó... Así que sólo busqué la forma de volver al infierno cuando aparecieron ustedes... - dijo el alado

Pero aquellos hombres ignoraron las palabras del atado. Comenzaron a lanzar agua y vino consagrado a la criatura. Las oraciones aumentaban a cada minuto. El líquido parecía quemar al cautivo, salía humo del cuerpo del encadenado, parecía derretirse, cayendo una especie de grasa, una cosa negra y viscosa. Sonaban una especie de gritos, gemidos y chillidos. Entonces reino el silencio, con cautela los asistentes esperaron a que se disipara esa niebla. Había una diminuta bola de pelo blanco, lo que hizo a los presentes suspirar de victoria.

Asmodeo apenas se movió, se dio cuenta que estaba en problemas, había perdido toda su energía, comparado con un demonio menor era insignificante. Era un diminuto murciélago de color blanco, media unos 5 centímetros, su envergadura no era mayor a los 16 centímetros. Estaba a punto de desaparecer si recibía otro ataque como ese, pero era tan pequeño que no tenía muchas opciones. La luz del amanecer se acercaba, no le quedaba tiempo, así que recordó los ventanales. Reunió toda la fuerza que le quedaba y salió disparado volando al vidrio. Esperaba poder escapar en el primer intento, los religiosos apenas pudieron ver al diminuto animal que se dirigió al vitral.

- Es un suicidio... Está por amanecer... - dijo el de lentes

- ¡Ishida! ¡Chado! Vamos a adelantarnos por si escapa... No lo dejaremos ir... - dijo el pelirrojo

- Entendido. Los demás traten de atraparlo... - dijo el de cabello azul

Con un fuerte golpe el viejo y frágil cristal se rompió, los fragmentos se clavaron causando graves heridas. Aún así siguió revoloteando, no sabía cuánto duraría la fuerza que le quedaba, pero con cada movimiento se caían las piezas de vidrio, permitiendo a la sangre escapar de su cuerpo. Finalmente no pudo más y colapsó sobre la acera fría, quizá iba a perecer de la forma más patética para un archidemonio como él, dueño de legiones de sucubos e íncubos, entonces se desmayo.

Era una mañana normal, caminaba por la acera con una coleta, su suéter crema, una blusa de colores como caramelo de rayas rosas con blanco, su mochila, un pantalón negro y unos tenis. Su estado de ánimo era siempre el mismo, la depresión, prefería la compañía de animales y plantas, podía ayudarlos, cuidarlos y no la juzgaban. Estaba por terminar su pesadilla de seguir estudiando entre burlas y golpes, quería unirse a la campaña de protección de los murciélagos. La sombra de la iglesia cubría gran parte de la calle, por su tristeza mantenía su mirada en el suelo, siempre repasando sus ideas. Entonces vio la pequeña bola de pelo blanca en la banqueta a la cual aún no golpeaba el sol. Se acercó lentamente, pensó que era un gatito, al verlo de cerca se dio cuenta que era un raro vampiro albino. Estaba gravemente herido, apenas respiraba, alarmada la chica revisó que no tuviera signos de rabia y la especie de la que se trataba. La diminuta criatura abrió un poco sus ojos, eran verdes como hermosas esmeraldas; emitiendo un débil sonido de dolor se quejó por las lesiones.

La dulce doncella siempre llevaba consigo un botiquín, por lo que fácilmente curó las heridas del animal. El murciélago de inmediato se sintió muy agradecido, también pudo ver la pureza de aquella alma, cálida, gentil y amable. Ella sonrió con cariño, lo levantó del suelo, lo sacudió, abrió su suéter y lo metió en el escote de su pecho. Aquello de inmediato ruborizo al demonio, siendo el dueño de la lujuria era inevitable. En la distancia los tres clerigos notaron la acción de la mujer por lo que corrieron hacia ella. Alrededor los estudiantes iban aumentando para el ingreso a la primera hora de la escuela.

- ¡Eres muy lindo! Debes estar confundido... y también debes tener frío... Con mi calor corporal podré estabilizar la tuya... Cuando lleguemos a la facultad te haré unos estudios... te pondré unas vacunas y antibióticos... Así en unas semanas te podré devolver a tu estado salvaje... ¡Ha! Y darte de comer... ¡No me vayas a morder...! - exclamó emocionada la dama

Entonces arribaron los religiosos.

- ¡Oye...! - exclamó el pelirrojo

- ¡Kurosaki...! - dijo el de gafas

- Señorita entregue eso de inmediato... - dijo el de ojos avellana

- ¿Entregar qué? - dijo asustada la chica

Sin pensarlo demasiado el exorcista principal levantó su mano e intentó tomar de entre los senos de la estudiante la bola de pelos. Aquello no solo ruborizo a la chica, sino puso en alerta a todos alrededor, por lo que empezaron a murmurar. Si hubiera tenido un buen sentido del humor se hubiera reído a carcajadas el vampiro, solo se alegró por dentro escondiéndose del sol aún más en pecho de su salvadora.

- ¡Haaa! ¡Pervertido...! - grito horrorizada la pelirroja

La universitaria soltó una fuerte bofetada al atrevido hombre. Después se alejó corriendo camino al colegio. Los dos asistentes lo tomaron de los hombros pues el golpe había sido suficiente para mandarlo al suelo.

- ¿Cómo se te ocurre hacer eso? - dijo el de cabello azul

- Vámonos... Todos están grabando y podría ser contraproducente... - dijo el castaño

- Está muy débil Asmodeo. No puede escapar... solo debemos retirarnos por ahora y seguir a esa mujer. Debemos encontrar el momento para acabar con él... - dijo el caballero con la mejilla roja y la mano sobando el golpe

Así que los tres religiosos regresaron a la antigua iglesia mientras veían a la chica entrar a la institución. La pelirroja cubría del sol con su suéter al vampiro.

- Bueno pequeño, mi nombre es Inoue Orihime... soy estudiante de biología... Hmp. Debo darte un nombre... algo lindo como tú... - dijo la dama

El demonio tenía nombre, pero ¿cómo decirle a la niña? No podía hablar, estaba muy débil para eso. Entonces, pasando por los carteles de anuncios la de ojos grises vio un especie de anagrama, eso le dio una idea.

- ¡Ya sé! Desde hoy eres Ulquiorra, Ulquiorra Ciffer... y tu cumpleaños será... hoy... El primer día de diciembre... - dijo emocionada la mujer

-------------- Capítulo completo --------------

El vampiro en mi pecho Donde viven las historias. Descúbrelo ahora