Capítulo 16

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¡Hola a todos! Volvemos con otro capítulo, esta vez momentos familiares diversos porque a veces necesitamos un poco de confort en vez de tanto sufrimiento.

Una de mis aficiones es torturarme pensando que tan diferentes hubieran sido las cosas si Rhaenyra hubiera sido una hermana amorosa y presente con los hijos de Alicent, en lugar de una completa extraña, como podrán observar jajaja. No sé si sea el efecto de la segunda temporada en mí, pero echo de menos escribir sobre ellos.

Recuerden que si comentan me hacen muy feliz, y si yo estoy muy feliz, escribo más que si no lo estoy jejeje.

Rhaenyra observó como su marido se ponía la armadura para su primer día como Comandante de la Guardia Real. 

Era una armadura imponente, que cubría el cuerpo de su esposo para evitar que sufriera algún daño, pero al mismo tiempo resaltaba su musculatura para que sus enemigos vieran a lo que se enfrentaban. La armadura era oscura, completamente negra, y brillaba bajo la luz.

Si Rhaenyra hubiera sabido que se vería así de bien con su antiguo uniforme, la capa dorada colgando de sus hombros con estilo y gracia, capaz no se hubiera quejado tanto cuando él le dijo que volvería a la Guardia. Puede que no se hubiera quejado en lo absoluto.

Seguía enfadada y preocupada, por supuesto; pero había entendido que mantener a Daemon alejado de la batalla era simplemente imposible. Mejor que volviera a la Guardia de la Ciudad y no a alguna batalla en las ciudades libres, donde el peligro sería mucho mayor.

Con una sonrisa diabólica, Daemon se giró para encararla, sabiendo que ella le estaba observando de manera lasciva porque él había hecho lo mismo con ella. Había accedido a ponerse la armadura solo en presencia de su esposa con toda la intención de que ella le viera.

—¿Pensamientos impuros, esposa? —preguntó, con sorna, y el rostro levemente rojo de Rhaenyra la delató sin que ella dijera ni una sola palabra. 

A Daemon le parecía tierno como pese a que habían hecho cosas más allá de la decencia Rhaenyra siempre se ponía roja ante cualquier mención del tema.

Rhaenyra se mordió el labio y los ojos de Daemon siguieron el movimiento, deseando tomar con sus propios dientes su labio. Conocía lo suficiente a su esposa como para saber que eso le gustaría, y Rhaenyra soltaría un gritito de lo más placentero.

Daemon podía escucharlo en su mente, y la anticipación mandó una corriente eléctrica directamente a su miembro.

—Solo en presencia de mi consorte —respondió ella, con una sonrisa triunfal—. ¿Qué va primero? ¿Tus deberes como mi marido o tus deberes como Comandante? —preguntó ella, acercándose al borde de la cama, mirándolo con ojos grandes y sinceros.

Daemon hizo como que se lo pensaba mientras se agachaba para besarle el lóbulo de la oreja. Rhaenyra gimió ante el contacto y contuvo la respiración, haciendo que Daemon sonriera. Su mano se deslizó por el estomago de la princesa, que solo llevaba su bata de dormir, sin tocar la piel que estaba seguro estaba ardiendo debajo.

Con un toque furtivo, Daemon bajó la mano hasta su muslo, apretando su piel y haciendo que Rhaenyra soltará un respiro ahogado ante su toque.

—Creo que mis deberes como Comandante requieren que no me retrase —le susurró, manteniendo la sonrisa.

Rhaenyra soltó un gritito de protesta que hizo que el agarre de Daemon sobre su muslo aumentara.

—Haré que cambien esa estúpida regla cuando sea reina —respondió Rhaenyra, atrayéndolo a ella para besar sus labios con furia.

Ambos entraron en una especie de guerra por bien quién podría doblegar al otro, y Rhaenyra llevaba la delantera, con Daemon sintiendo que su miembro se ponía dolorosamente duro contra el hierro de la armadura.

Wanna be Yours (Daemon & Rhaenyra)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora