ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 20.ʜᴀᴋᴜɴᴀ ᴍᴀᴛᴀᴛᴀ

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¿Vida? Solo hay una. ¿Problemas? Demasiados.

Y si somos realistas, cuando todo parece ir de maravilla y sientes que nada puede arruinar ese momento perfecto, la vida se encarga de recordarte que siempre hay una tormenta esperando. Es como si, justo en el instante en que crees que has dominado el caos, una nube oscura estuviera acechando, lista para desatarse sin previo aviso. Y eso era frustrante para quienes lo hayan vivido de primera mano. Es la desesperación de arrancarte el cabello porque necesitas algo que te traiga a la realidad.

Tomas la decisión: te preparas para ese examen, marcando el fin de semana para un repaso intensivo, lleno de cuestionarios, resúmenes y café. Todo parece en orden, controlado. Pero entonces, de la nada, algo ocurre. Algo que hace que ese plan de estudio cuidadosamente trazado salga disparado por la ventana, como si hubiera cobrado vida, echado a andar con dos pequeños pies invisibles, y decidido huir a su propio destino.

Y luego llega el examen. Estás frente a esas hojas de papel y de repente, el contenido parece escrito en un idioma alienígena, una mezcla entre griego antiguo y los jeroglíficos de alguna civilización perdida. Quizá sea la ciudad de Atlantis que ha resurgido, trayendo consigo sus secretos milenarios para desconcertarte justo cuando necesitas claridad y que los caminos de todos sean iluminados. Todo se siente enredado, como la telaraña de Charlotte, donde cada pregunta parece más confusa que la anterior, cada concepto más distante, con tu mente girando patas arriba mientras intentas recuperar el control, si es cómo manejar y te siente con esa inquietud tan rara... O no el coche choco. 

Es como estar suspendido entre la realidad y una especie de cuento surrealista. Tal vez subido en el durazno gigante de James, viajando a través del cielo estrellado o el vasto océano oscuro con sus misterios, descubriendo mil tesoros ocultos y luchando contra esqueletos enforna de su tan amigo amigable, Jack Skellington Burton, era extraño, pero lograba identificarse con ese ser tan amigablemente gótico. Pero ninguno que te ayude en ese momento crucial. Te pierdes en la ensoñación, mientras el tiempo sigue corriendo, y la realidad se va volviendo más difusa. Y aun así esta esa persona jugando el rol de madre que trata de que tengas los pies en tierra.

Pero claro, esa noche no salió como estaba planeada. Bueno, si es que alguna vez alguien planeó algo. Quizás discutir con el padre de Anger no fue la mejor idea, después de todo. El hombre, aunque no tan alto, con su barba algo desordenada que parecía más un accesorio gracioso que intimidante, te hace sentir que te ríes por dentro. La madre, en cambio, era lo opuesto: callada, sonriente, pero siempre en su propio mundo, como si flotara en una burbuja invisible. Era como estar presente, pero con la certeza de que ella solo saldría de su caparazón cuando lo considerara apropiado, solo para compartir algo de su propio interés.

Y ahí estaba el problema, claro como el agua que te lanzas a la cara por la mañana. La madre de Anger parecía esconder algo, algo maternal, tal vez, pero distante. Una sensación extraña, casi inquietante, pero al mismo tiempo no podía evitar provocarte una leve curiosidad. Entonces, la tercera figura apareció, como una sombra de la nada. Esa espeluznante mujer que se acercó a ti, con palabras incoherentes, diciéndote cosas que no tenían ningún sentido lógico. ¿Mamá?

Claro, Joy sabía que tenía una mamá, su mamá, eso estaba claro... ¿Verdad? Pero había algo en la forma en que aquella mujer la miraba, como si supiera algo que Joy misma no comprendía del todo. Y eso era lo más inquietante de todo.

Joy trataba de dejar atrás sus pensamientos inquietos, empujando esas ansiedades que a menudo la atrapaban cuando más vulnerable se sentía. Las estrellas brillaban afuera, pero no lograban calmar su mente. Estaba demasiado nerviosa, intentando no caer en el hábito de morderse las uñas, aunque las ganas eran intensas. Había metido la pata tantas veces últimamente que ahora su mente no dejaba de repasar aquellos momentos con una mezcla de frustración y resignación. Tal vez aquel día no debió a ver aceptado, pero claro que acepto porque el hombre estaba en una situación algo extrañamente grave y aquella niña se robó su corazón un instinto tan diferente, pero dulce y eso le agradaba.

Rewrite The "STARS"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora