Capítulo 11. ¡Si, acepto!

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Cinco meses después:

Los días transcurrían a una velocidad vertiginosa y mi relación con Bratt se consolidaba con cada día. Mi mundo giraba en torno a este futuro prometedor que juntos construíamos. El cosquilleo de la emoción me acompañaba día a día, y hoy, en especial, mi corazón latía con una intensidad inusual. Algo en el aire susurraba que este era el día, el día más esperado. La intuición femenina no fallaba, lo presentía en lo más profundo de mi ser.

Bratt, con su caballerosidad habitual, me había pasado a buscar con una sonrisa enigmática en el rostro. La intriga me carcomía mientras nos dirigíamos hacia el corazón de la ciudad, donde el glamour y la elegancia se daban cita en el mejor restaurante de Nueva York. El ambiente romántico me envolvía como una cálida manta, y mi vestido negro realzaba mi figura y reflejaba la felicidad que irradiaba mi alma.

Bratt, impecable como siempre en su traje, me observaba con una mezcla de ternura y admiración que me hacía sentir como la reina del universo.

— ¡Ay, Bratt, estoy indecisa! Todo en este menú se ve delicioso. ¿Qué me recomiendas?

— Amor mío, tú eres tan hermosa como todo lo que te rodea. Mereces lo mejor de lo mejor. ¿Qué tal el filete mignon? Es el plato más exquisito del menú, y tú eres digna de él.

— Gracias, Bratt. Eres un verdadero caballero. Tus palabras me hacen sentir como una reina — le sonrío conmovida

—Lo único que quiero es tu felicidad, cariño. Sé que el dinero puede comprar muchas cosas, pero no la verdadera felicidad. Lo que realmente importa es el amor que nos une.

Conmovida por las palabras de Bratt, me acerco a él y lo beso con ternura.

— Yo también te amo, Bratt. Y quiero pasar el resto de mi vida contigo.

La mirada de Bratt me atraviesa con una intensidad que me hace contener la respiración. Un silencio expectante se instala entre nosotros, roto solo por el latido acelerado de mi corazón. De pronto, se arrodilla frente a mí, sus ojos brillando con una emoción que me conmueve hasta lo más profundo.

— Anastasia Paige Johnson — pronuncia con voz ronca y llena de sentimiento —. ¿Me harías el honor de convertirte en mi esposa?

Su mano se eleva, sosteniendo un anillo de compromiso que brilla bajo la luz tenue. Mi corazón estalla de alegría mientras las lágrimas brotan de mis ojos.

— ¡Sí, acepto! — le digo emocionada y con lágrimas en los ojos — ¡Sí, mil veces sí!

....

La cena había sido un sueño hecho realidad, un torbellino de risas, confidencias compartidas y besos que prometían un futuro radiante. Sin embargo, en medio de esa felicidad desbordante, una sombra de inquietud nublaba la mente de Anastasia. La perspectiva de la boda, con todo lo que conllevaba, la llenaba de una mezcla de emoción y aprensión.

— Bratt — susurró, con una sonrisa que no llegaba a iluminar del todo sus ojos —, la boda me tiene un poco nerviosa. No solo por la ceremonia en sí, sino por todo lo que hay que preparar.

Bratt acarició su mejilla con ternura.

— No te preocupes, mi amor — me tranquilizó, con una voz llena de seguridad—. Yo me encargo de todo. Tengo suficiente dinero para cubrir todos los gastos, y quiero que nuestro gran día sea perfecto, sin que tengas que preocuparte por nada.

Anastasia dudó.

— Gracias, Bratt — agradeció, con un tono que dejaba entrever cierta inseguridad—. Eres muy generoso. Pero... me gustaría participar en la organización. No quiero ser una simple espectadora en nuestro propio día.

La expresión de Bratt se ensombreció.

— ¿No confías en mí? — preguntó con un deje de severidad en su voz—. ¿Crees que no puedo encargarme de todo solo?

Anastasia se encogió ante su tono, sintiendo una punzada de culpa y miedo. Un silencio incómodo se apoderó de ellos, rompiendo la magia del momento.

— Lo siento, mi amor. No quería molestarte. Solo quiero que seamos felices. Y sé que el dinero no debe ser motivo de preocupación. Por eso, me encargaré yo de todo, para que tú solo tengas que disfrutar de este momento tan especial. — baja su tono de voz y me mira con suavidad.

— Cariño, cuando nos casemos seré yo, quien lleve el manejo de nuestro dinero, es lo que un esposo hace — me dice — tu sólo preocupate de estar siempre hermosa para mí, y de cuidar a nuestros futuros hijos.

— Está bien. — le digo tímidamente

Esa noche, bajo la luz tenue de las velas y el brillo de las estrellas, celebramos el inicio de un nuevo capítulo en nuestra historia, un capítulo escrito con tinta de oro y lleno de promesas de un amor eterno.

De camino a casa, la conversación en el auto se tornó seria. Debíamos decidir cómo contarles a nuestros padres la noticia de la boda.

.....

Respiré hondo y me acerqué a la puerta del despacho de mis padres. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho. Sabía que esta era la conversación más importante de mi vida, y también la más difícil. ¿Cómo les iba a contar que me casaba con Bratt? ¿Cómo les iba a explicar que había tomado una decisión tan importante sin consultarles?

Mis manos temblaban mientras tocaba la puerta. Podía sentir el nudo en mi estómago crecer con cada segundo que pasaba. ¿Y si no estaban contentos con mi decisión? ¿Y si no aprobaban la boda? La imagen de mis padres decepcionados me llenó de una ola de tristeza.

El aroma familiar a café recién hecho flotaba en el aire, mezclándose con el olor a madera pulida del despacho de mis padres. Caminé por el pasillo alfombrado, mis pasos amortiguados por la gruesa alfombra. Llegué a la puerta de roble macizo y la golpeé suavemente dos veces.

La puerta se abrió lentamente y mis padres me miraron con sorpresa. Sus rostros eran inexpresivos, lo que me hizo sentir aún más nerviosa.

— ¿Anastasia? — preguntó mi madre con voz suave. —Adelante, querida.

Respiré hondo y entré al despacho, lista para enfrentar la reacción de mis padres a la noticia de mi boda.

— Nos vamos a casar — solté la bomba.

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