Capítulo 18. Amistad Inesperada

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¿Podría haber elegido otro lugar? .... sí, pero Londres, es mi nuevo hogar, me ha recibido con los brazos abiertos, envolviéndome en una mezcla de emoción y nostalgia que llena mi corazón.

Los rayos del sol matutino se asoman por las rendijas de las cortinas, iluminando mi acogedora habitación en Paddington. Me levanto desperezándome, sintiendo bajo mis pies la vibrante energía de la ciudad.

Desde la quietud de mi soledad, con una taza de café en mano y la melodía de Chandelier de Sia envolviéndome, observo desde mi ventana y contempló la bulliciosa calle, un torrente de taxis negros, autobuses rojos y personas apresuradas. El aroma a café recién hecho y crujientes croissants emanaba desde las panaderías cercanas, mezclándose con la fragancia floral de los parques y jardines. Es un ambiente vibrante y multicultural, plagado de tradiciones que me cautivan.

Dejo a mi mente vagar y reflexiono sobre mi reciente experiencia. A partir de ahora, me comprometo a ser más paciente en mis decisiones y a escuchar con atención las valiosas opiniones de quienes me rodean. Estoy segura de que esta lección me ayudará a tomar mejores decisiones en el futuro y a construir una relación más sólida y duradera.

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A un mes de clases puedo decir que mi vida en Paddington giraba en torno a la London Business School (LBS), una institución de prestigio mundial situada en el corazón de la ciudad. Sus imponentes edificios y frondosos jardines eran un oasis de paz en medio del bullicio urbano.

Recorrer los pasillos históricos de la London Business School, flanqueados por retratos de ex alumnos que cosecharon grandes logros, me inundaba de una profunda inspiración.

Las aulas zumbaban con ideas innovadoras y debates acalorados, mientras que los profesores, eminentes en sus áreas, transmitían su conocimiento con pasión y entusiasmo contagioso.

La LBS no solo era un centro de aprendizaje académico, sino también un crisol de culturas vibrantes y diversos. Estudiantes de todos los rincones del planeta convergíamos en este espacio, enriqueciéndonos mutuamente con nuestras culturas, perspectivas y experiencias.

La vida en Paddington era una incesante aventura. Cada día me brindaba nuevos desafíos y experiencias que fortalecían mi crecimiento personal y profesional. Domine el complejo sistema de transporte público, me adapté sin problemas a un ambiente multicultural y me aclimaté a un ritmo de vida ajetreado.

Sin embargo, jamás perdí de vista mis raíces ni mi identidad. Las llamadas con mis padres se convirtieron en un ritual diario. En ellas les compartía, con la voz entrecortada en ocasiones, que todo marchaba bien, aunque en mi interior la herida aún dolía. A veces, sugerían con delicadeza que buscara una compañera de piso, intuyendo que la soledad podía ser una mala consejera en mi proceso de duelo.

Con Kate y mis hermanos mantenía un contacto semanal, aunque anhelaba su cercanía física. Nuestras conversaciones telefónicas eran un bálsamo para mi alma, un recordatorio de que no estaba sola en este camino.

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En el corazón del campus, donde el aroma a café recién hecho se mezclaba con las risas y el murmullo de las conversaciones, se encontraban los animados cafés y bares. Estos oasis de vida estudiantil eran el punto de encuentro predilecto para estudiantes de todas las latitudes, creando un tapiz vibrante de culturas e idiomas. Entre mesas abarrotadas y libros abiertos, se compartían sueños y aspiraciones, y se tejían historias que trascendían las fronteras geográficas. Pero sobretodo nacían amistades inesperadas...

— ¡Hola! ¿Te importa si me siento aquí? Parece que estás muy concentrada en tu lectura.

— Hola. Adelante, siéntate. No me molesta. —levante la mirada, con un tono distante

El Renacer de un CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora