El Renacer de un Corazón

Capítulo 9. ¿Quieres ser mi Novia?

Llego al final de la escalera y me encuentro con Bratt, que está de espalda a mí, hablando por teléfono.

— Todo va de acuerdo al plan — alcanzo a escuchar que dice por teléfono antes de colgar. ¿De qué estará hablando?

Carraspeo para que se dé cuenta de mi presencia.

— Hola, Anna. Te ves... increíble — me dice Bratt, acercándose a mí. Sus ojos cafés brillan con una intensidad que me hace sentir incómoda.

— Gracias, tú también te ves muy bien — le digo tímidamente, desviando la mirada.

— ¿Lista para ir al cine? — me pregunta, tomándome de la mano con una fuerza inesperada. Su mano está fría y sudorosa, y un mal presentimiento me invade. No puedo evitar preguntarme: ¿Qué es ese plan del que hablaba?

— ¡Por supuesto! ¿Qué película vamos a ver? — le pregunto mientras él cómo todo un caballero me abre la puerta del auto.

— Dejémoslo como una sorpresa — me dice guiñándome un ojo.

....

Con la frente apoyada en el frío cristal de la ventana, Alice observaba la escena que se desarrollaba ante sus ojos. Una sonrisa tenue y melancólica curvaba sus labios, reflejando una mezcla de emociones complejas. En sus ojos brillaban destellos de alegría, teñidos con una pizca de nostalgia y una pequeña esperanza. Un suave susurro escapó de sus labios, como un secreto que se rehusaba a permanecer en silencio: "Ojalá este sea el príncipe que finalmente traiga la felicidad a mi querida princesa".

.....

Envueltos en la penumbra cómplice de la sala de cine, nuestros cuerpos se encontraban apiñados entre las butacas. Un roce accidental de nuestras manos desató una corriente eléctrica que recorrió nuestras venas, erizando nuestros vellos y encendiendo una llama de deseo en nuestros corazones. Las luces se atenuaron y la película comenzó a proyectarse, pero mi mente se encontraba en otro lugar, absorbida por la presencia de Bratt. Sus risas contagiosas resonaban en la oscuridad como una dulce melodía, sus comentarios ingeniosos me hacían sonreír y su mirada atenta me transportaba a un mundo donde solo existíamos nosotros dos. En ese instante, supe que Bratt era el protagonista de mi propia historia de amor, una historia que aún no había sido escrita pero que anhelaba comenzar a vivir.

— Me encanta estar contigo — me dice en un susurro

— Yo también me la paso muy bien contigo — le digo también en un susurró.

Cuando las luces del cine se encendieron y la multitud comenzó a dispersarse, un vacío se apoderó de mí. La película había terminado, pero la magia que había creado entre nosotros aún persistía en el aire. Caminamos en silencio por el pasillo, nuestros pasos resonando en la quietud de la sala vacía. La multitud había desaparecido, dejándonos solos en medio de la penumbra. De pronto, Bratt se detuvo y, tomando mi mano entre las suyas, me miró a los ojos con una intensidad que me robó el aliento. Sus ojos, como dos pozos de oscuridad abismal, me atraparon en una mirada que no admitía escapatoria. Y entonces, en un susurro apenas audible que erizó mi piel, pronunció las palabras que había estado esperando con anhelo durante tanto tiempo:

— ¿Quieres ser mi novia?

Mi corazón se aceleró, y una ola de felicidad me invadió. Sin dudarlo, respondí con un rotundo:

— ¡Sí, quiero! — le digo emocionada

Sus brazos, como un oasis de paz en medio del vendaval, me acogieron con una calidez reconfortante y una fuerza irresistible que me atrajo hacia él. Nuestros cuerpos se unieron como si estuvieran esculpidos por el mismo destino, cada curva y cada músculo encajando a la perfección como las piezas de un rompecabezas milenario. En ese instante, el mundo exterior se esfumó, dejando solo un universo donde solo existíamos él y yo, unidos por un lenguaje que trascendía las palabras: el lenguaje universal del amor.

Nuestros labios se encontraron en un beso ardiente, una explosión de emociones que recorrió hasta la última fibra de nuestro ser. Era como si la electricidad recorriera nuestros cuerpos, encendiendo una llama de pasión que desafiaba a la oscuridad. Cada roce, cada caricia, cada suspiro era una sinfonía de amor que se escribía en el lenguaje universal del deseo.

La pasión se apoderó de nosotros, consumiéndonos en un torbellino de sensaciones embriagadoras. Nuestros corazones latían al unísono, como si fueran un solo tambor que marcaba el ritmo de nuestro amor eterno. Era como si el mundo entero se hubiera detenido para presenciar la danza de dos almas que se habían encontrado para amarse más allá de los confines del tiempo.

Me sentía que era un amor que no conocía límites, un amor que desafiaba las normas y las expectativas. Su sonrisa pícara, su mirada cautivadora y su personalidad arrolladora me atraparon por completo

Era imposible no caer rendida ante su encanto. Desde el primer momento que mis ojos lo vieron, supe que Bratt era para mí. Sentí que sería un amor que estaba destinado a durar para siempre, un amor que se grababa a fuego en mi alma.

....

Los días posteriores se convirtieron en un torbellino de encuentros inolvidables. Cada mañana despertaba con la ilusión de ver su rostro y escuchar su voz, ansiosa por compartir cada instante del día a su lado. Las citas románticas se sucedían una tras otra, llenas de risas contagiosas, conversaciones que fluían como un río y miradas cómplices que hablaban sin palabras.

Su presencia constante en mi vida comenzaba a alterar mi rutina, pero lejos de molestarme, me embriagaba de una felicidad desconocida. Cada minuto junto a Bratt era una experiencia mágica, un sueño hecho realidad. Me sentía como si flotara en una nube, sin importar nada más que el presente y la intensidad con la que florecía este amor que nos consumía.

Las horas se convertían en minutos, los días en semanas, y yo me entregaba sin reservas a este amor apasionante. Estaba dispuesta a sacrificar cualquier cosa por este sentimiento que me llenaba por completo, dispuesta a seguir a Bratt hasta el fin del mundo si así lo requería nuestro amor.

Era como si el mundo se hubiera detenido para nosotros dos, como si solo existiéramos el uno para el otro en medio de un universo indiferente. La intensidad de mis emociones era tal, que cada roce, cada palabra, cada mirada, se cargaba de un significado profundo que solo nosotros podíamos comprender.

Vivía en una burbuja de felicidad, ajenos al paso del tiempo y a las preocupaciones del mundo exterior. Solo existía un "nosotros", nuestro amor y la promesa implícita de un futuro juntos, un futuro que se vislumbraba radiante y lleno de posibilidades.

El amor me golpeó como una ola inesperada, arrastrándome a un mar de emociones que nunca antes había experimentado. Construí un castillo de ilusiones en la arena de mis sueños, donde cada promesa a corto plazo era un ladrillo que sostenía la esperanza de un futuro juntos.

Mi corazón, antes tranquilo y sereno, se convirtió en una orquesta desbocada, tocando melodías de alegría, pasión y un cosquilleo de nerviosismo que me erizaba la piel. Cada pensamiento, cada mirada, cada roce se teñía de un significado más profundo, encendiendo en mí un fuego que ardía con una intensidad que me dejaba sin aliento.

Era como si el mundo se hubiera vuelto más vívido, con colores más brillantes y sonidos más melodiosos. Las risas me brotaban con facilidad, las lágrimas de alegría brotaban sin esfuerzo y cada momento a su lado era una aventura, un viaje a lo desconocido que me llenaba de emoción y expectativa.

Vivía en un estado de embeleso constante, hipnotizada por la magia de este amor nuevo y arrollador. Las horas se convertían en minutos, los días en semanas, y yo me perdía en la inmensidad de este sentimiento que me consumía por completo.

Era como si hubiera despertado de un largo sueño, abriendo los ojos a un mundo lleno de posibilidades y con el corazón rebosante de amor. Construí mi castillo de ilusiones con la esperanza de que durara para siempre, un refugio donde pudiéramos aislarnos del mundo y vivir nuestra propia historia de amor, única e irrepetible

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