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Encanto

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—Tus amigos… Ellos se quedan afuera, eso primero. —indicó Hancock.

—Como quieras.

—Nada de armas —le dijo: —, no quiero que mis hijos se asusten…, y hay tres niños más en casa bajo mis responsabilidad.

Luffy, no dijo nada; se encogió en hombros y sacó su arma, una pistola: «toma», Zoro la guardó.

—Dije todas. —mencionó Hancock, Luffy se encargó de rodar sus ojos: sacó otra arma y se la dio a Zoro.

—¿Listo?

—Gracias —le dijo ella, se hizo aún lado, así dejo pasar al jefe: —. Un minuto.

—Solías pedirme una hora.

—Mira… —Hancock, sonrojada, se contuvo, respiró y dijo: —, ¿quieres tu anillo? Bien, te lo daré, voy a buscarlo… Espérame. Aquí. Y no te muevas.

Luffy, volvió a encogerse en hombros: «no te preocupes, lo que digas… ».

La mujer subió por las escaleras, y él solo la observaba con cuidado, en silencio, poco a poco…

Se quedó embobado observando esa figura que apreció más de una vez… su corazón le recordaba lo mucho qué extrañaba esas tan lejanas aguas peligrosas.

«¿Volverás a insistir, hombrecillo?», escuchó detrás suyo… Giró su cabeza y no observó a nadie.

Nuevamente, subconsciente lo molestaba a costa de sus costillas.

Luffy, obviamente, no hizo caso a lo que su querida ex amante le dijo, y subió por esas escaleras al segundo piso.

Era una casa elegante y digna de la clase de una mujer cómo Hancock, claro… Al oír las voces de niños, se emocionó pensando ver a su hijo y sus "nakamas" con él.

Pero casi le daba un infarto al ver, entre un hueco, a su hija, no solo rodeada de niños; sino abrazando cuál koala a Tadd o "aquel rojito" cómo lo apodara Luffy.

«Artemis… oye, ¡no puedo respirar!», Tadd casi se nos va con Zeus.

«¡Sí, ganó me deberás un beso, Artie!», casi entraba (Luffy) hecho una furia al cuarto al escuchar lo dicho por Minos.

Pero…

—Oye —habló Adonis, llamando la atención de Luffy. —, esto es tuyo… Tómalo y vete de aquí.

Adonis le lanzó el anillo a su padre, Luffy lo atrapó, sorprendido:

—¡Oye! —le dijo Luffy, Adonis rodó los ojos.

—¿Qué?

—Tu nombre es…

—Adonis. —le dijo.

—Adonis, shishi… eh… ¿Sabes quién soy yo? 

Adonis, asintió.

—Y sabes que soy tu…

—¿Mi padre? Sí, lo sé.

—Ya veo, eh… yo… no sabías qué ustedes, tu hermana y tú–.

—A mi hermana no te acerques, y déjame en paz. —le dijo Adonis, cerró la puerta de su cuarto y echo candado.

Luffy, parpadeó… Le dolía, pero no era una sorpresa para él.

No iba a ser nada fácil.

«¡Adonis, no azotes las puertas!», esa fue la tía Marigold.

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