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Cosas de mujeres

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¿Qué puede ir mal en un sábado por la mañana?

Todo.

¡¡¡MAMÁ!!!

El gritó horrorizado de Artemis hundió con pánico a toda la casa. Adonis y sus amigos se levantaron alertas: «¡¿qué sucede?!», es el delirio de Ilias.

«¿Un ladrón?», Minos terminó de encender la mecha de la preocupación: «¡¡Artemis!!», Adonis, salió corriendo directamente a la habitación de su gemela.

—¡Esperame cuñado! —exclamaron Minos e Ilias detrás de Adonis, quién freno, y encaro a los pretendientes de su hermana:

—¡RETRACTEN SÉ!

—Quitense, bola de idiotas —les dijo Tadd con una escoba en mano, de una patada y sin mucho esfuerzo, abrió la puerta de esa dulce e inocente niña: —. ¡¿Dónde está esa maldita rata?!

—¡Qué Salomé se la coma, hay que buscar al ladrón! —exclamó Adonis cómo todo un Monkey por sangre.

—Adonis… habla del ladrón. —le dijo Ilias.

—Ah, pues… ¡que Salomé igual se lo coma!

—¿Cuál ladrón? —dijo Artemis, sollozando: —. Doc está cubierto de sangre, miren, y yo igual. ¡Me estoy desangrando!

—…ah, es eso… —murmuró Tadd.

—¡Hay que llevarla al hospital! —gritó con desespero Adonis, empezó a llorar al igual que su hermana.

—En verdad comparten una neurona… — susurraron Minos e Ilias; Hancock, Sonia y Marigold entraron a la habitación llenas de preocupación.

«¡Mamá!, Artemis se está desangrando, hay que llevarla a un doctor!», Hancock suspiró aliviado al ver de qué se trataba, y abrazo a sus bebés con fuerza para calmarlos.

«Doc, está sucio. », Artemis lloraba más por su peluche Bugs que por ella.

«Nosotras nos encargamos, niños. Gracias por preocuparse. », les dijo Sandersonia al grupo de amigos de su sobrino.

«¿Qué hace aquí una escoba?», Tadd y sus compañeros, se retiraron, a la sala; dónde durmieron todos juntos… simulando una especie de campamento.

Salomé dormía todavía enroscada entre el "fuerte" qué hicieron los niños.

La serpiente no detecto ningún peligro, por lo que siguió durmiendo a cola suelta…

—No puedo creer que una dama tan capaz e inteligente cómo la señora Gorgon —dijo Ilias. —, sea la madre de ese par de idiotas.

—¿De quién lo habrán sacado, eh? —habló Minos con curiosidad.

—No creo que debamos preguntar sobre el tema, se vería mal. —mencionó Tadd.

—Sí, tienes razón…

«Entonces… ¿Está bien?», Adonis bajó las escaleras junto con su madre, sollozando, con un moco colgando.

—Claro que sí, guapo —le dijo Hancock, le limpió el rostro, y su nariz con un pañuelo: —. No te preocupes, son solo… cosas… de mujeres.

Medusa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora