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'El viaje 3/3'

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—Ay, mi niño, perdóname por dejarte solo varios días…

—Hermana, sí no te sientes lista para dejar a Aris, no tienes por qué ir. —le dijo Sonia.

—Es cierto —dijo Marigold. —, no te sientas obligada a asistir, piensa que mamá y papá están aquí y podemos pasar un buen rato en familia.

—Además —habló Sonia. —, en París tienen muchas ratas…

—Ya lo sé, pero… Ya acepte el trato con Iva, no lo puedo dejar mal.

—Mamá —habló Artemis. —, ¿no has visto a Doc?

Hancock, y sus hermanas, giraron sus ojos en dirección a la cuna: Aris lo tenía junto a la langosta de peluche.

—¡Aris!, eso es mío. No es justo.

El bebé se acostó sobre el peluche de Bugs y la langosta, a modo de: «¡míos!».

—¡Mamá!, Aris es un rufián.

—Artemis… no digas eso, ¿okay?

—Hmmm —Artie le quitó a Doc: —, ladrón de peluches.

—Artie —habló Marigold. —, no exageres.

«¡¿y mi vikingo?!», Adonis ahora buscaba a su fiel compañero de noche.

Peluche el cuál fue hecho por las manos de su bisabuela Gloriosa.

El valiente Erik, "el rojo" se encuentra en la cuna de Aris; Artemis se lo regreso a Adonis en el instante.

Hancock tuvo que cargar a Aris para que no llorará: «me vas a dar dolores de cabeza», y no se equivoca.

Pero eso es cosa del futuro, el presente está en París.

La mujer habló con sus padres, se llevará al par de mellizos con ella: los niños hacían su maleta para el fin de semana.

Artemis no se iría a ningún otro sitio sin Doc y su frazada de los Bulls de Chicago. Adonis, por su parte, empaco su frazada de Jake, su vikingo, ropa, y un sapo repleto de euros.

«¡Te voy a extrañar, preciosa!», y un emoji fue el mensaje de texto de Deo a Artemis.

Ella, sonrió… No sabía cómo contestar a ese mensaje, y cada vez le era más difícil pretender sentir algo más por Deo.

Se sentía mal, ¡terrible!, ¿pero que podía hacer?

Deo se le confesó de repente, y no tuvo el valor de rechazarlo. Además… Recordó lo mucho que su madre se sentía seguro por verla cerca del joven Moon.

Sin embargo… La agobiaba, no sentía esa necesidad de pasar minutos en el celular y charlar con él por las noches.

No moría por besar su mejilla, ni abrazarlo todo el día.

Lo tomaba de la mano, y se sentía segura, obviamente; pero no más que eso. A Artie le parecía un problema muy grande.

y… Los comentarios de las personas a su alrededor no ayudaban.

«¡Qué lindos se ven juntos!»

«¡Se nota qué te quiere mucho!»

«¡Mira cómo sonríe!»

«¡Qué afortunada es tu madre de tener un yerno cómo él!»

¿Yerno? ¡Ni siquiera están casados!, y esas cosas le aterraban…

Casarse, tener una casa y tres hijos, eran las cosas que varias niñas de su edad sueñan, y a ella le daba pavor.

Nunca ha compartido esas cosas con su madre, el romance, y… A veces sueña lo suficiente para ser una hija para ella.

Sabe qué su vestir no es muy femenina, o su sentido del humor es “bobo” cómo era para muchos chicos, pero no podía evitar expresarse de esa manera… ¡Ser ELLA!

A veces, se pregunta sí a su madre le gustaría que fuera diferente…

—¿Tú qué dices, Doc? —le preguntó al Bugs de peluche, y lo abrazo con fuerza. —. Ojalá todo fuese más sencillo…

Se quedó callada unos segundos:

—¿Qué estará haciendo papá, Doc? Adonis odia cuando lo mencionó, pero… ¿Te digo algo? Me cae bien… aunque sea una mala persona.

«¡¡¡ARIS!!!», se escuchó desde el jardín.

Un «¡Splash!» se oyó en la piscina del jardín, el bebé gateo hasta allá y se tiró al agua con toda intención de mojarse:

Tadd, su salvador.

«¡Mi bebé!», Hancock despegó un segundo su mirada sobre su hijo, y de repente ya se encuentra en la piscina.

—Niño suicida… —murmuró Tadd, salió de la piscina con ayuda de Rayleigh.

—¡Aris! —exclamó Hancock, aterrada. —, ay, que susto… muchísimas gracias, Tadd… de verdad.

—No se preocupe, señora Hancock. Hice lo correcto, ¿Adonis?

—Arriba, pero pasa a cambiarte de ropa, te vas a resfriar.

—Gracias… —le agradeció, Rayleigh le dejo una toalla.

—Este niño —habló Shakky, asustada. —, te sacará canas verdes.

—Me provocará un infarto. —le corrigió.

—Ay, ¡calla esa boca, niña! —la regañó su madre, tendrá más de treinta, y seguirán recibiendo sus regaños hasta el final.

—Aquí está la toalla, y ropa nueva para el pequeño pececito —bromeo Rayleigh. —. ¿Cuándo le saldrán las branquias?

—Sería un alivio que le salgan antes de su primer año. —continuó Hancock, las risas se inundaron nuevamente.

La noche llegó y todo estaba listo para el día siguiente, sería un fin de semana con muchas sorpresas.

Tadd cenó con ellos, pidieron pizza para los niños. Koby y Adonis, acompañaron a Tadd en el camino a su casa.

«¡Adiós!, me traes algo de París.»

«¡Sí, una rata!»

«¡Pudre te!» 

Después de saludar al abuelo de Tadd, subió al auto cómo copiloto:

—Cinturón. —le pidió Koby.

—¡A la órden! —dijo Adonis cómo sí fuese un soldado de la marina.

—¿Listo para tu 1er viaje al extranjero?

—Algo así…

—¿Le temes a las ratas?

—Hmmm, no… pero…

—¿Sucede algo?

—No soy muy bueno en geografía, ¿Francia está cerca de Italia?

—No lo mentiré —dijo Koby. —. Realmente, sí. Uno puede conducir desde Roma a París sin problemas.

—Demonios…

—Adonis, no te agobies… Debes tener muy mala suerte para que te topes con tu padre en París.

—No lo llames así.

—Está bien… no lo haré… pero lo es.

—No para mí. —le dijo antes de bajar del auto, y entrar a su enorme hogar.

Pobre muchacho…

Medusa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora