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'Obra de Arte'

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Ese mismo día...

—Yo dibuje el antiguo trono de Zeus hecho por Fidias-

—¿Fideo? —ladeó Adonis, todos los chicos en el aula se echaron a reír. En cambio, las niñas suspiraron por su inocencia:

—¡FIDIAS! —le corrigió su amigo Ilias.

—Gorgon, será mejor que prestes atención a la clase. Se ha comportado muy raro.

Adonis, bajo su mirada... apretó sus puños con fuerza.

—Continué, por favor. —le pidió Hesíodo al pequeño (en estatura) del grupo.

—Cómo decía... La escultura fue hecha por FIDIAS a base de madera, marfil, y así cómo oro macizo. La escultura fue trasladada a lo que hoy llamamos "Estambul", pero que en su día era conocida cómo "Constantinopla" una antigua capital para muchos imperios con el fin del comercio.

—Como siempre, tenemos a los turcos bajo el brazo. —susurró Minos a Leo Leontari, el niño era más alto que Ilias, pero no era más alto que Adonis.

Leo tiene el cabello color castaño claro por encima y ambos lados oscuros, por el corte que usaba.

Tadd, rodó los ojos por los comentarios de ambos chicos: «oye, Adonis... ¿Hablaste el lunes con ese medio hermano tuyo?»

—¿Medio?

—Ya sabes... Es hijo de ese hombre, pero no de tu madre. —le explicó Tadd.

—Ah, ya... ehhh, no... no he hablado con él en toda la semana. —mencionó Adonis.

—¿Por qué?

—Sigues tú. —le avisó el niño bonito.

—Claro —dijo Tadd, tomó su tarea y se puso de pie: —. ¿Sabes? Ninguno de ustedes está condenado a vivir las consecuencias de sus padres, deberías hablar con él.

—No es tan fácil... —murmuró Adonis.

—Yo elegí la antigua estatua de Heracles, en Jordania —habló Tadd, «toc, toc», llamaron a la puerta. —. ¿Continúo?

—Adelante, yo atenderé. ¡Presten atención a lo que dice Sokratis!

—Sí, profesor...

Tadd, continúo:

—La estatua y el templo en sí, están hechos ruinas. De Heracles solo quedan tres dedos grandes de marfil, y se presumía que... Ese gran héroe de la antigüedad se encontraba sentado con sus piernas abiertas, y sus dos manos sobre las rodillas, mirando al frente con seriedad.

—Igual que yo cuando estoy en el trono. —dijo Minos, balanceándose en su silla, atrás hacia adelante.

—¡Ay, no!, ¡qué asco! —exclamaron varias niñas en la sala.

—¿Qué? ¿Nunca han comido chuletas?

—¡¡¡Minos!!! —le reclamaron todos, está vez por dos motivos: disgusto y hambre. Todos le lanzaron bolas de papel.

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