Permitámonos imaginar, por un instante, un ente supremo, perfecto, dotado de todas las virtudes y cualidades concebibles. Este ser es libre de cualquier defecto e imperfección. Sin embargo, esta es precisamente su mayor condena, aquello que le impide conocer el verdadero amor.
La admiración constituye uno de los pilares fundamentales del amor. ¿Cómo podría, entonces, este ser perfecto admirar siquiera a alguien? Su mirada, siempre elevada, no encontraría en los demás ningún motivo para inclinarse. Queda evidenciado, así, el enorme peso de nuestras cualidades en el acto de amar.
Es preciso, ahora, entender el amor como un sentimiento que surje al identificar en el otro virtudes de las que carecemos, y desearíamos tener por todas nuestras fuerzas. El amor nos mueve a unir nuestras partes incompletas, pues la versión más pura y apasionada del amor es la fusión con el otro, formar un solo ser a partir de dos individuos imperfectos.
El ser supremo carga cada día el peso de su propia grandeza, llevando el tormento de no poder amar, y de no poder admirar. En esta figura íntegra, se aprecia la tristeza de un corazón que nunca conocerá la plenitud que el amor nos brinda a los mortales. Así, la perfección se convierte en una maldición, un concepto paradójico, que peca de entender las virtudes individuales como las únicas variables en la formación de un ente perfecto.
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Ecos De Un Alma.
HorrorPensamientos e ideas desorganizadas de un joven introspectivo. Filosofia, poemas y abstracciones lineales. 𝗡𝗼𝘁𝗮: Como dato interesante, a medida que avanzan las entradas puede apreciarse una evolución en las ideas expuestas, no sólo en la manera...