19/07/2024
Los humanos somos incapaces de ver nuestros propios errores ya que para ello necesitamos tener un alto nivel de autocrítica y por miedos o inseguridades no somos capaces de aceptar esa parte de nosotros que deberíamos de tener en alguna que otra situación.
Tenemos tendencia a echarle la culpa a los demás de comportamientos e incluso nos sentimos mal por sus reacciones creyendo que el motivo es injustificado, cuando casi el cien por cien de las veces se debe a una causa anterior a dicho comportamiento, pero en ningún momento pensamos que es por nuestra culpa.
Las personas aguantan hasta lo que no deberían, sin poner ningún tipo de límites y siguen tragando haciendo ese abismo cada vez más grande hasta que se satura y te deja la cabeza llena de dudas y pensamientos, de enredos de sentimientos encontrados y cuando por fin, después de tanto tiempo consigues mirar por ti y poner límites, automáticamente quedas tú cómo la mala persona ya que esa persona también ha aguantado muchísimo e incluso piensan que han aguantado más que tú cuando, cuando en comparación solo ha sido un aperitivo y tú ya vas por el postre.
Es curioso como intentamos quitarnos culpabilidad diciendo que ambas partes fueron erróneas, como intentan manipular para que pienses que tú fuiste la mala persona por no aguantar, por no seguir luchando, por agarrar con los dientes cuando tus manos, temblorosas, no podían sujetar el peso de esas pequeñas espinas de plomo que juntas hacían de su peso una tonelada.
Quedas tú cómo la que no aguanto, que no soportó, que no valoró todo el esfuerzo que esa persona depósito pero tarde, una vez que ya no quedaba nada, una vez que ya estás destrozada.
La mejor parte es cuando por fin, al final de todo ese camino con dagas en tu espalda, decides mirar por ti, cosa que no habías hecho antes, y te llaman egoísta porque dejas de darles lo que quieren cuando lo quieren y te antepones a ti misma, aún sabiendo que era una promesa que juraste no volver a romper nunca, pero volviste a caer y con más fuerza que nunca, acabas volviendo a retomarla para así nunca más romperla, ya que por muchas promesas que le hagas a la gente, siempre van a importar más las que te hagas a ti misma porque antes que tú no va nadie.
Al fin y al cabo en un cuento mal contado el lobo siempre será el malo de la historia.
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En mil pedazos
Short StoryRelatos de una chica, tratando de deshacerse de su ahogo interior.