Capítulo XXXIII

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𝙲𝚘𝚗𝚏𝚞𝚌𝚒𝚘𝚗𝚎𝚜
𝚂𝚎𝚖𝚊𝚗𝚊: 𝙻𝚞𝚗𝚎𝚜
𝙷𝚘𝚛𝚊: 5:58𝚊𝚖

★ 𝙳𝚊𝚛𝚊 ★

Siento que no dormí nada. Le escribí a la Doctora Dulce que si podíamos vernos hoy más temprano. Ella acepta con muchísimo gusto. Entro al cuarto de baño para darme una ducha fría. Salgo y me coloco unos vaqueros, una camisa holgada negra y unos zapatos deportivos blancos. Me peino un poco el cabello húmedo. Me echo un poco de perfume y me miró al espejo. En mis ojos pude notar que no tenía ese brillo, ese brillo de alegría. Mis ánimos están por el suelo ¿Por qué? No sé, pero hoy lo averiguaré con la doctora. Tomo mi teléfono, algo de euros y unos lentes de sol, por si acaso, siento que voy a llorar por medio camino.

Camino hacia la puerta para salir de la habitación. Antes de salir, veo que Pol está dormido en una posición algo chistosa: está boca arriba, con sus patitas estiradas y la lengua afuera, sonrío para mí y salgo. Siento un nudo en la garganta. ¿A caso estoy es mis días o que? Me siento sensible y con ganas de llorar. Antes de cerrar la puerta detrás de mí, Joel sale de su habitación sigilosamente con un traje negro y su cabello alborotado. ¿A dónde irá?

Ay no. No quiero que me vea, retrocedo para entrar a mi habitación pero ya es demasiado tarde. Él se gira y me mira de pies a cabeza confundido. Camina lentamente hacia mí y ladea la cabeza.

–¿Buenos días? ¿A dónde vas, chica Sandler?– sonríe de lado.

Iba a responderle, pero siento un nudo en la garganta y con ganas de ¿llorar? ¡Qué me está pasando!. Joel se da cuenta que mis ojos se llenan de lágrimas y borra su sonrisa. Se acerca a mí y acuna mi rostro.

–¿Que pasa? ¿Estás bien? ¿Te sientes bien?– aparta algunas lágrimas que se me habían escapado por mis mejillas.

¡¿Por qué no puedo responderle?! ¡Maldita sea! ¡¿Que tengo?! Empiezo a respirar con un poco de dificultad y llevo una mano en mi pecho.

Joel entra en pánico e intenta sujetarme para no caerme.

–¿Dara? Respira. Inhala y exhala– dice en un hilo de voz –¿Tienes otro ataque?– pregunta nervioso.

Asiento con la cabeza. Es la única manera que puedo responderle.

–Ok. Deberíamos... ¡Dara!

Mis piernas se debilitan y me desmayo.

....

Abro los ojos con un poco de dificultad. ¿Dónde estoy? Me incorporó y analizo el lugar ¿Un campo de flores? Levanto la mirada y hay una árbol tapándome del sol ¿Un árbol? ¿Dónde demonios estoy? Intento levantarme, pero mis piernas se debilitan. Veo por el rabillo del ojo que alguien se acerca a mí. Me giro lentamente.

–¿Tata?– pregunto entre confundida y sorprendida.

–¿No me reconoces cascarrabias?– coloca sus manos en las caderas.

Mis ojos se llenan de lágrimas y empiezo a reírme. Ella se acerca y se sienta a mi lado bajo del árbol. Me mira fijamente y abre sus brazos, en señal de un abrazo de mamá osa, no dudo en acercarme y la abrazo. Ella empieza acariciar mi cabello y deja algunos besos en mi coronilla.

–¿Tata?– susurro contra su pecho –¿Estoy muerta?

Ella empieza a reírse a carcajadas y me aleja un poco para acunar mi rostro.

–Claro que no tontita– sonríe hasta que su cara se arrugue.

–Entonces ¿que hago aquí?– la miro confundida.

–El embarazo es una mentira– dice con mucha seguridad sin borrar la sonrisa de su rostro.

Frunzo el ceño.

Todo tiene su TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora