𝗠𝗮𝗱𝗿𝗶𝗱 𝗡𝗶𝗴𝗵𝘁𝘀ㅤㅤㅤㅤ𝑆𝑈𝑁𝑆𝐸𝑇

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Sae estaba sentado en el sofá de su sala, mirando a través de la ventana hacia el jardín. Las vacaciones inesperadas del Real Madrid habían llegado como una bendición. La oportunidad de escapar del bullicio del fútbol profesional y pasar tiempo en casa era algo que no podía desaprovechar. Al fondo, escuchaba los sonidos del jardín donde su novia, (N), estaba montando un columpio que ambos habían decidido instalar.

El contraste entre ambos era notorio. Sae, frío, serio y reservado, encontraba en (N) una fuente inagotable de alegría y calidez. Ella estaba siempre sonriendo, siempre encontrando motivos para ser feliz en las pequeñas cosas. Sae la observaba desde la distancia, apreciando su energía contagiosa. (N) era su refugio, su ancla en un mundo que a menudo se sentía abrumador.

Desde la ventana, Sae veía cómo (N) ajustaba las cuerdas del columpio, asegurándose de que estuviera perfectamente seguro. Se movía con agilidad y entusiasmo, y cada tanto, miraba hacia la casa para ver si Sae la estaba observando. Y claro, él siempre lo hacía.

Finalmente, el columpio quedó listo. (N) se subió y empezó a balancearse suavemente, su risa llenando el aire con una melodía alegre. Sae decidió unirse a ella y salió al jardín, sintiendo la suave brisa del verano en su rostro. Se acercó al árbol y se apoyó en el tronco, observándola con una ligera sonrisa en los labios.

—¡Ven, Sae! ¡Súbete conmigo!— le llamó (N), su voz llena de entusiasmo. Sae dudó un momento. No recordaba la última vez que había hecho algo tan sencillo como subirse a un columpio. Su vida había sido una serie de entrenamientos rigurosos, partidos importantes y constantes viajes. Pero la mirada de (N) lo convenció. Con un suspiro, se acercó y se sentó junto a ella en el columpio.

Al principio, se balanceó con timidez, sintiéndose un poco fuera de lugar. Pero la risa de (N) era contagiosa, y poco a poco, Sae empezó a relajarse. Dejó que el movimiento del columpio lo llevara, permitiéndose disfrutar del momento. Era una sensación extraña, pero agradable.

Mientras se balanceaban juntos, Sae comenzó a reír suavemente. Era raro verlo reír, pero en ese momento, se sentía libre. La presión del fútbol, las expectativas y las críticas parecían desvanecerse. Estar ahí, con (N), en ese pequeño rincón de paz, le recordaba que había más en la vida que solo el fútbol.

(N) lo miró con ternura, su rostro iluminado por la luz del sol que se filtraba a través de las hojas del árbol.

—¿Ves? A veces, las cosas simples son las que más felicidad nos traen— le dijo, con una sonrisa que irradiaba amor y comprensión.

Sae asintió, todavía con una ligera sonrisa en los labios.

—Tienes razón— respondió. —Necesitaba esto—. En ese momento, Sae sintió que el mundo se reducía a ellos dos y al columpio que se balanceaba suavemente. La simplicidad del momento, la tranquilidad del jardín y la compañía de (N) eran suficientes para llenar su corazón de una felicidad que no había sentido en mucho tiempo.

Después de un rato, (N) decidió que era hora de un pequeño descanso. Se levantó del columpio y le dio un suave beso a Sae en la mejilla antes de dirigirse a la casa. Sae la siguió con la mirada, disfrutando del ligero soplo de viento en su rostro.

(N) entró en la cocina y, unos minutos más tarde, regresó al jardín con una sonrisa traviesa. En sus manos llevaba dos paletas que solían comer siempre, una tradición que ambos apreciaban. Sae no pudo evitar sentir una cálida nostalgia al verlas.

Pasaron la tarde así, balanceándose juntos, riendo y hablando de cosas triviales mientras disfrutaban de las paletas. Sae le contó a (N) sobre su infancia, sobre cómo solía jugar en los columpios cuando era niño. (N) lo escuchaba con atención, disfrutando de cada palabra. Para Sae, era raro abrirse de esa manera, pero con (N), todo parecía más fácil.

A medida que el sol se ponía en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosados, Sae sintió una paz interior que hacía mucho no experimentaba. Era como si el peso del mundo hubiera desaparecido, aunque fuera solo por un momento. Y en ese momento, Sae se dio cuenta de lo importante que era tener a alguien como (N) a su lado. Alguien que lo recordara de la importancia de los momentos simples y de las personas que realmente importan.

Finalmente, se levantaron del columpio y caminaron de la mano hacia la casa. El aire de la noche era fresco y agradable.

—Gracias por este día (N)—dijo Sae mientras acariciaba el rostro de su adorada

—Te amo,Itoshi Sae—

—Y yo a ti, Itoshi (N),mi futura esposa—

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Wey,este capítulo me hizo casi llorar auxilio

𝗠𝗔𝗗𝗥𝗜𝗗 𝗡𝗜𝗚𝗛𝗧𝗦-𝙎𝘼𝙀 𝙄𝙏𝙊𝙎𝙃𝙄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora