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Oliver había encontrado a Sae por la calle y sin pensar se le acercó y le preguntó
—¿Por qué empezaste a seguir a mi novia en Instagram?— preguntó Oliver, su tono cargado de tensión y celos evidentes.
Sae lo miró con frialdad, pero notó la chispa de celos en los ojos de Oliver. —Vi una publicación tuya con ella y pensé que es bonita— respondió Sae, su voz cortante y distante.
Oliver frunció el ceño, sintiendo una punzada de celos retorciéndose en su interior. La imagen de Sae, el jugador rival, siguiendo a su novia le molestaba profundamente. Pero entonces, como un balde de agua fría, recordó sus propias infidelidades pasadas. La culpa y la vergüenza se apoderaron de él, mezclándose con los celos.
—Entiendo— murmuró finalmente, su mirada desviándose hacia el suelo en un intento de ocultar sus propios demonios internos.
—No hay más que decir— dijo Sae con indiferencia, antes de girarse y alejarse con pasos firmes. Oliver lo observó alejarse, sintiendo una mezcla tumultuosa de emociones dentro de él.
(...)
Oliver entró al departamento con el ceño fruncido y el corazón pesado por la tormenta de emociones que lo atormentaba. (N) , que estaba en la sala, lo miró con preocupación mientras se levantaba del sofá.
—¿Qué pasa, Oliver?—preguntó notando la tensión en su voz.
Oliver exhaló profundamente, tratando de encontrar las palabras adecuadas para expresar sus sentimientos tumultuosos. —Vi a Sae hoy en la calle— comenzó, su voz cargada de incomodidad. —Me dijo que te siguió en Instagram porque te encontró bonita. Y... me hizo sentir celoso, (N) —
(N) lo miró con incredulidad, la preocupación transformándose en furia contenida. —¡Celoso!— exclamó. —¿Celoso, Oliver? ¿Después de todo lo que has hecho?—
Las palabras de (N) resonaron en la habitación como un eco doloroso. Oliver bajó la mirada, sintiendo el peso abrumador de su propia culpa. —Lo sé— murmuró, su voz apenas un susurro. —Lo siento, (N) ,pero no puedo evitar sentir celos. No quiero perderte—
(N) soltó una risa amarga, su ira fluyendo a través de ella como un torrente incontenible.—¿No quieres perderme?— repitió con sarcasmo. —¿Y qué hay de mí, Oliver? ¿Qué hay de todas las veces que me has perdido con tus infidelidades?—
La pelea alcanzó un nivel superior, las palabras afiladas cortando el aire como cuchillos
Y entonces, en medio del caos, (N) dejó caer una confesión que cambió el curso de la discusión. —Y sabes qué, Oliver—, comenzó, su tono desafiante. —También pienso que Sae es guapo—
