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Emily sabía que algo no estaba bien. Desde el principio, había notado la frialdad de Sae, su distancia, la falta de interés genuino en pasar tiempo con ella. Aunque la relación había sido impuesta por los altos mandos del club, Emily había caído en el encanto del futbolista genio, esperando que con el tiempo, él también pudiera enamorarse de ella.
Pero los días se convertían en semanas, y las semanas en meses, y Sae seguía siendo el mismo: frío, serio y distante. Apenas la miraba, y sus conversaciones eran escasas y superficiales. Emily, sin embargo, no podía evitar enamorarse más de él, esperando algún día romper esa barrera helada que Sae mantenía entre ellos.
Una noche, cuando Sae le dijo que tenía una reunión con los entrenadores, Emily sintió una punzada de duda. Algo en su tono no cuadraba. Decidió seguirlo, esperando encontrar alguna pista que le explicara la distancia de Sae. Se puso un abrigo y salió del apartamento poco después de que Sae lo hiciera.
Lo siguió por las calles de Madrid, manteniendo una distancia prudente para no ser descubierta. Su corazón latía con fuerza mientras caminaba, preguntándose si realmente quería saber la verdad. Después de unos minutos, vio a Sae entrar en un pequeño café en un barrio tranquilo. Emily se acercó, escondiéndose detrás de una columna cercana.
Desde su posición, tenía una vista clara del interior del café. Y allí, en una mesa en la esquina, vio a Sae sentado con una joven. Su corazón se hundió cuando vio cómo Sae tomaba la mano de la chica y una sonrisa, una que nunca había visto en él, se dibujaba en sus labios. Era una sonrisa genuina, llena de calidez.
Emily observó cómo pasaban los minutos, viendo la complicidad y el cariño evidente entre Sae y (N). Finalmente, vio cómo se levantaban para salir del café. Decidió seguirlos un poco más, aunque el dolor en su pecho se hacía más intenso con cada paso.
En una esquina tranquila, Sae se detuvo y se volvió hacia (N). Emily contuvo el aliento mientras los veía acercarse el uno al otro. Sus corazones latían al unísono, y entonces sucedió: Sae la besó, un beso apasionado y lleno de amor, muy diferente a cualquier gesto que hubiera tenido con Emily.
La realidad golpeó a Emily con la fuerza de una tormenta. Sae estaba enamorado de otra persona. Sintió cómo las lágrimas comenzaban a llenar sus ojos mientras observaba en silencio la escena. Retrocedió lentamente, sin poder soportar más el dolor de ver a Sae con (N).
(...)
Emily esperó en el apartamento, su mente llena de preguntas y emociones encontradas. Finalmente, la puerta se abrió y Sae entró, su expresión impasible como siempre. Emily se levantó del sofá, su corazón latiendo con fuerza.
—Necesito hablar contigo, Sae,— dijo, tratando de mantener la calma.
Sae levantó una ceja, ligeramente sorprendido por el tono urgente en su voz.
