𝗠𝗮𝗱𝗿𝗶𝗱 𝗡𝗶𝗴𝗵𝘁𝘀ㅤㅤㅤㅤ𝑌𝐸𝐿𝐿𝑂𝑊

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Madrid amanecía brillante, el cielo despejado y el aire cálido de finales de verano comenzaba a llenar las calles

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Madrid amanecía brillante, el cielo despejado y el aire cálido de finales de verano comenzaba a llenar las calles. Era el día de las flores amarillas, una tradición que coloreaba la ciudad cada año con ramos de flores de ese color, símbolo de esperanza, gratitud y amor. Las parejas paseaban de la mano, los amigos intercambiaban flores en señal de afecto y hasta los desconocidos compartían una sonrisa cuando pasaban frente a las floristerías abarrotadas de gente.

Sae Itoshi caminaba por las calles del centro de la ciudad, distante a todo ese bullicio. A pesar de haber vivido en Madrid por años, esas costumbres locales nunca habían capturado su interés. Consideraba ridículo que la gente le diera tanta importancia a un día basado en flores. Para él, todo eso carecía de sentido.

Pero ese año, todo era distinto.

Sae había tomado una decisión que él mismo consideraba insólita: quería regalarle a (N) las mejores flores amarillas de todo Madrid. No cualquier ramo, sino el más especial, único y memorable. Era una rareza verlo involucrado en este tipo de gestos, pero había una razón más profunda detrás. Sae e (N) habían coincidido en un día de flores amarillas, un encuentro casual que cambió la vida de ambos de manera inesperada.

(...)

Era el mismo día de las flores amarillas, pero para Sae no era más que otra jornada cualquiera de entrenamiento y rutina. Como siempre, había terminado sus sesiones de práctica con el Real Madrid y decidió caminar por la ciudad para despejar la mente. Madrid estaba llena de turistas y locales, y él hacía su mejor esfuerzo para pasar desapercibido. Se colocó su gorra y gafas de sol, y aunque la gente lo reconocía, no se acercaban lo suficiente. Agradecía esa distancia.

Caminaba con las manos en los bolsillos, sin rumbo fijo, cuando de repente escuchó un grito de sorpresa. Al girar la cabeza, vio a una chica que había tropezado con una maceta frente a una pequeña floristería. Las flores se habían esparcido por la acera y el dueño de la tienda, una anciana menuda, salió apresuradamente para ayudar.

Sae se detuvo por un segundo, observando la escena. No tenía intención de involucrarse, pero sus pies lo llevaron hacia la joven de manera involuntaria. Cuando llegó a su lado, la chica estaba intentando recoger las flores sin mucho éxito.

—Ten cuidado la próxima vez —dijo con su tono seco, más como una advertencia que como una crítica.

La chica levantó la mirada y lo vio, con una mezcla de sorpresa y desconcierto. Sus ojos se encontraron, y en ese momento, todo pareció detenerse. Ella era hermosa, pero no de una manera que captara la atención de todos, sino de una forma sutil, cálida. Tenía el cabello ligeramente despeinado y las mejillas sonrojadas por el esfuerzo de recoger las flores. Llevaba un vestido sencillo, amarillo, que parecía encajar perfectamente con el día.

—Lo siento, fue un accidente —respondió (N) suavemente, con una sonrisa que irradiaba genuinidad.

Sae le extendió una de las flores que había recogido, una pequeña margarita amarilla, y ella la aceptó, mirándolo con un gesto de gratitud. Para cualquier otra persona, ese gesto podría haber pasado desapercibido, pero para Sae, hubo algo en la forma en que lo miraba que lo desarmó. No era una mirada de admiración como la que recibía de los fanáticos, ni de curiosidad. Era una mirada sincera, como si lo viera por lo que realmente era, no solo por su fama.

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⏰ Última actualización: Sep 22 ⏰

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