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Sae Itoshi, la estrella del fútbol, se encontraba en una situación inesperada. En medio de su apretada agenda y la presión constante del juego, había conocido a alguien que hacía que todo lo demás desapareciera. Ella era una joven que había llegado a Madrid para estudiar, una estudiante extranjera llena de sueños y energía. Se llamaba (N).
Sae la había conocido de la manera más mundana posible: en una librería cerca de su apartamento. Había estado buscando un libro para aprender español y ella, con su sonrisa cálida y su entusiasmo contagioso, le había ofrecido su ayuda. Desde ese momento, Sae había quedado cautivado.
Pero ser una figura pública tenía sus complicaciones. No podía simplemente caminar por las calles de Madrid sin ser reconocido y rodeado de fanáticos y paparazzi. Así que, para poder verla sin llamar la atención, había ideado un plan.
Una tarde de otoño, Sae se preparaba para encontrarse con ella. Se miró en el espejo, ajustando una peluca castaña que cubría su distintivo cabello rojizo. Se envolvió en una bufanda grande y se puso unas gafas de sol. Aunque se sentía un poco ridículo, sabía que era necesario para pasar desapercibido.
Al salir de su apartamento, Sae se sintió nervioso pero emocionado. Había acordado encontrarse con (N) en un pequeño café cerca del campus universitario. Caminó por las calles con las manos en los bolsillos, tratando de mezclarse con la multitud.
Cuando llegó al café, la vio sentada en una mesa cerca de la ventana, leyendo un libro. Su corazón se aceleró al verla, y por un momento, olvidó por qué estaba disfrazado. Se acercó a la mesa y se quitó las gafas de sol.
—Hola—dijo, tratando de sonar casual.
Ella levantó la mirada y sonrió, reconociéndolo a pesar del disfraz. —Hola, Sae. ¿Qué tal?
Sae se sentó frente a ella, quitándose la bufanda. —Lo siento por esto—dijo, señalando su disfraz. —Solo quería pasar desapercibido.
Ella rió suavemente. —Lo entiendo. Debe ser difícil ser tú.
—A veces sí—admitió Sae, mirándola a los ojos con una mezcla de nerviosismo y ternura. —Pero ahora mismo, no podría estar más feliz de estar aquí contigo.
Pasaron la tarde hablando y riendo. Sae se sintió más libre y relajado que nunca, como si el peso del mundo hubiera desaparecido. Ella era inteligente, divertida y genuina, y cada minuto que pasaba con ella lo hacía sentirse más conectado.
Después de un rato, decidieron dar un paseo por el parque cercano. El aire fresco y la belleza de las hojas otoñales crearon un ambiente perfecto. Caminaban lado a lado, sus manos rozándose ocasionalmente, y Sae, aunque intentaba mantener su expresión seria y compuesta, no podía evitar sentir una sonrisa queriendo escaparse.
—Cuéntame más sobre ti—dijo ella, mirando a Sae con curiosidad. —¿Qué te gusta hacer cuando no estás jugando al fútbol?
—Bueno—empezó Sae, pensativo. —Me gusta leer, aprender cosas nuevas. Y últimamente, he estado tratando de aprender a cocinar. No soy muy bueno, pero me esfuerzo.
A medida que el sol comenzaba a ponerse, Sae sabía que era hora de regresar. Caminó con ella de regreso al campus, disfrutando de cada momento. Cuando llegaron, se detuvo y la miró a los ojos.
—Gracias por hoy. Realmente lo disfruté—dijo, sinceramente.
—Yo también, Sae—respondió ella, sonriendo. —Espero que podamos hacerlo de nuevo.
Sae asintió, sintiendo una mezcla de felicidad y tristeza por tener que despedirse. —Lo haremos. Te lo prometo.
Se inclinó y la besó suavemente en la mejilla, sintiendo un cosquilleo en su piel. Luego, se despidió y comenzó a caminar de regreso a su apartamento, intentando mantener su expresión seria y compuesta. Aunque por dentro, estaba lleno de emociones que no había sentido en mucho tiempo
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