El aire estaba cargado de tensión. El joven hechicero, de pie junto a su aliado desmayado, observaba con ojos temblorosos al grupo de figuras que lo rodeaban, cada una con una varita levantada, emitiendo un resplandor de colores brillantes.
—No tienes muchas alternativas —dijo el líder del grupo con una voz firme—. O usas tu último recurso y le das una muerte rápida y no tan dolorosa a quien te obligó a tener ese poder, o de todas formas morirás.
El joven hechicero sollozó, sus ojos se llenaron de lágrimas mientras miraba al cuerpo inconsciente a sus pies.
—Él no me obligó a nada —murmuró, con la voz quebrada—. No lo entendía hasta que no tuve este poder. La magia me devolvió los recuerdos que aquella bruja me quitó hace tantos años.
El rostro del líder se desfiguró en un instante, una comprensión repentina lo invadió. En su mente, imágenes del pasado comenzaron a surgir como si fueran destellos. Recordó una vez, en un tiempo oscuro, cuando casi perdió todo. En esa ocasión, había intervenido solo para salvar a su amor y detener una catástrofe.
Los recuerdos continuaron inundando su mente. Recordó el dolor y la traición, la madre del joven utilizando un hechizo prohibido para borrar los recuerdos de un amor humano. Vio la varita extendida y el hilo dorado extrayendo memorias, un acto arriesgado que podría haber dañado al joven para siempre. Luego, la primera vez que conoció a su amor en una oscuridad absoluta, cómo al besarse por primera vez devolvieron la luz al mundo, llenándolo de vida. El tercer recuerdo fue la coronación como Rey Hechicero del Amor y la promesa de amor eterno, una promesa que incluía renunciar al amor humano. Finalmente, recordó las palabras de despedida, una declaración de que ya no se priorizaría el amor.
Volvió en sí, una lágrima solitaria corriendo por su mejilla. Se sentía herido y traicionado. La única persona a quien había prometido no ver, ahora estaba delante de él, con su poder, su varita y hasta su corona. Se sintió reemplazado por alguien que, aunque se veía igual, nunca podría igualarlo.
—Te doy tres segundos —dijo con voz rota.
Los ojos del joven hechicero comenzaron a brillar con un rojo intenso. Alas del mismo color aparecieron detrás de él, su corona y varita irradiaban una luz cegadora, su cabello se llenó de color y luz. Empezó a gritar mientras un aura roja lo envolvía.
—¡¿Qué está sucediéndome?! —gritó en medio del dolor.
—La maldición de la corona —explicó el líder—. Cuando un rey se convierte por primera vez, está obligado por destino a asesinar a un humano. Un alma por otra; si no, tu alma no encuentra el balance.
—Yo... no quiero... herir... —el joven hechicero apenas podía articular las palabras entre gritos de dolor.
—Solo hay dos humanos aquí con vida, y lamentablemente, mi varita, la que sostienes en tus manos, nunca me hará daño. Este es el final.
—Debe haber otra forma —rogó el joven.
—Repite conmigo: "Yo, Benjamin, renuncio a mi elemento".
—¡No! —intervino una de las hechiceras—. ¿Qué dices? ¡Sabes que su alma humana no resistiría otro cambio!
—¿Moriré? —preguntó el joven, desesperado.
—Peor que eso, perderás para siempre tu alma. No podrías volver a encarnar como un ser humano.
El joven, sin poder contenerse más, lanzó un rayo aniquilador lleno de energía hacia el líder. El rayo se desvió completamente y golpeó al cuerpo desmayado. Todos se taparon sus rostros; algunos cubrieron sus bocas, otros sus ojos, mientras una de las hechiceras dejaba caer su varita al suelo, produciendo algunas chispas. El líder derramó una lágrima; entendía perfectamente que era demasiado tarde.
—¡No! ¿Qué he hecho? Por favor, díganme que esto no es cierto. Por favor —el joven hechicero se arrodilló junto al cuerpo sin vida del portador del elemento de la libertad. Lo sostuvo en sus brazos, pidiendo disculpas mientras pronunciaba las palabras mágicas que hicieron que su elemento primordial saliera por su boca, dejándolo sin vida de forma tranquila en la tierra, al lado de la persona que perdió por segunda vez.
Los hechiceros del arcoíris bajaron sus varitas lentamente, dándose cuenta de la tragedia que acababa de ocurrir. El líder se arrodilló al lado del cuerpo sin vida, sosteniendo su mano fría, mientras las lágrimas caían por su rostro.
—Hasta qué el universo nos reencuentre, bichito de luz... —susurró el lider Satur hacía el ahora difunto portador del elemento del amor y la libertad, sintiendo que una parte de su alma se había ido con él.
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Los 4 Reyes Hechiceros "El legado de los elementos"
FantasyEn un mundo donde la magia elemental define la esencia de sus habitantes, los destinos de poderosos hechiceros se entrelazan en una lucha por el equilibrio y el poder. Satur, el Rey Hechicero del Fuego, junto a sus fieles aliados, Ileana, la Hechice...