C11 - El Rencuentro con el Humano

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En el mundo mágico, mientras Ileana seguía reparando los daños de la última batalla, se concentraba en transformar las grotescas estatuas de Lucas en los antiguos y poderosos pilares, llenos de decoraciones en honor a los elementos. Los nuevos y jóvenes hechiceros debían aprender algo de magia, y qué mejor profesor que aquel que levantó del cuello al malvado hechicero de la libertad y lo lanzó a través de un portal.

Satur, de pie frente a los jóvenes, con su varita resplandeciente, explicó con paciencia:

-Bueno, presten atención. Solo deben mantener la varita en alto, fijar con su mirada el destino del hechizo, concentrar gran parte de su magia en la punta de sus dedos, luego en la punta de la varita, y liberar la energía.

Después de varios intentos donde solo salieron chispas de colores, una joven hechicera con un aura amarilla brillante finalmente lanzó su primer rayo de poder. Una intensa luz amarilla trazó una línea de magia hasta un pedazo de escombro cercano. El hechizo estuvo tan cargado que los pedacitos de roca volaron por todos lados.

Ileana, observando con orgullo, dijo:

-Bien hecho, Herrera. No te preocupes, nadie saldrá herido aquí. Y en caso de que se lastimen, como habrán comprobado, su magia los curará casi de inmediato.

Mientras decía esto, Ileana se acercaba levitando, girando su varita en círculos para impedir que los trozos de piedra cayeran. Su vestido de seda lila ondeaba suavemente con sus movimientos, reflejando la luz de los hechizos.

Luciano, con una sonrisa nostálgica, añadió:

-A mí también me costó mucho controlar mi magia al principio. A veces salía muy fuerte y otras veces ni una mísera chispa.

Con un suspiro profundo, dejó claro que en su mente podía recordar aquella época dorada en la que Lucas y Satur les enseñaban juntos a usar su elemento.

Mientras tanto en el mundo humano:

Finalmente, llegó a la ciudad de La Rioja. Un poco más tranquilo y con fuerzas renovadas por haber alcanzado su destino, se encontró con la universidad dedicada al estudio de la salud, ubicada a la entrada de la ciudad. Decidió entrar e intentar camuflarse como un estudiante más para beber un poco de agua y saciar su sed.

De repente y sin previo aviso, sus pupilas se dilataron, su corazón se aceleró y una oportunidad cruzó ante sus ojos. Era él, aquel chico que conoció años atrás, mucho antes incluso de conocer personalmente al Rey Satur. Aquel humano que lo había vuelto loco y cuyo recuerdo su propia madre había borrado, pues ella no permitía que un humano y un hechicero estuviesen juntos. Era algo prohibido por su familia en aquel entonces.

-¡Benjamin! No puedo creerlo, estás tan cambiado y tan... no lo sé... diferente -dijo Lucas, con una mezcla de sorpresa y nostalgia.

La imagen que tenía Benjamin en ese momento era la de un chico sucio, desaliñado y lleno de marcas como si alguien lo hubiese golpeado en la calle. La expresión de susto y confusión era evidente en Benjamin.

-Perdón, ¿nos conocemos? -preguntó Benjamin, con una voz temblorosa.

-¡Claro! Mi madre te borró los recuerdos, pero sí, nos conocimos. Pensé que ella había hecho algo más terrible y... y claro, veo que no fue así -respondió Lucas, moviendo sus manos de manera excesiva, la euforia y la nostalgia apoderándose de él, haciéndolo ver demasiado ansioso.

-No entiendo nada de lo que estás diciendo, pero me parece que deberíamos hablar con el guardia. No creo que pertenezcas a la universidad -dijo Benjamin, intentando mantener la calma.

-Nada de eso, te prometo que lo vas a entender y vas a ayudarme a dar con el verdadero culpable de todo esto -insistió Lucas.

-La verdad es que no me interesa -respondió Benjamin, intentando zafarse.

Lucas lo arrinconó, lo tomó de la mano y lo llevó hacia afuera de la universidad, un poco a la fuerza. Lo condujo hasta el alambrado y le pidió que lo acompañara al bosque.

Los 4 Reyes Hechiceros "El legado de los elementos"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora