Aquel bar del ayer

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- ¡Hijo de puta!

Chuuya tuvo que contenerse para no saltar y coger del cuello a la persona que acababa de aparecer en el bar.

Afortunadamente el recinto estaba vacío a excepción del barman, quien parecía acostumbrado a ese tipo de escenas porque ni siquiera parpadeó.

Después de que la persona que le había llamado se negase a revelarle su identidad, le había dado una serie de instrucciones sobre el lugar en el que debían reunirse.

Se trataba de un pequeño bar en Ginza que según su interlocutor era un lugar muy privado al que apenas iba gente.

No podía negar que tenía razón, no había visto de un alma. Y el sitio no estaba mal, había visto, estado, y se había desmayado en lugares bastante peores. Tampoco es que fuera un local de lujo pero estaba limpio y las tenues luces cálidas se reflejaban sobre la madera oscura dando lugar a una atmósfera agradable.

Se había sentado y había pedido una Cocacola porque, por mucho que le doliera, no toleraba muy bien el alcohol y necesitaba estar sobrio para esa reunión.

Todo había ido muy bien hasta que su contacto había bajado las escaleras y le había visto, dando lugar a la exclamación mencionada anteriormente.

La otra persona levantó los brazos en señal de rendición.

- Por eso no quería decirte mi nombre - suspiró el hombre. El cansancio se reflejaba en su voz.

- Tienes dos segundos para salir de aquí antes de que te mate - gruñó Chuuya.

- Por favor, ¿me dejas explicarme?

- Más te vale que esto no sea una broma. Porque si no admiro los huevos que has tenido al contactar conmigo, Ango Sakaguchi, traidor.

Chuuya seguía hablando y Ango podía haberse asustado por tener a un ejecutivo de la organización criminal más grande de Yokohama - a la que había traicionado en una ocasión - bastante enfadado delante de él. Pero en verdad no estaba prestando mucha atención a sus amenazas, sino a su rostro.

Dios bendito, era aún más hermoso de lo que recordaba. Sus ojos penetrantes brillaban por la ira haciéndolos aún más sorprendentes. Sus finos y delicados rasgos estaban tensos. Su traje se ajustaba perfectamente a su menuda figura. Y su pelo... Había un mechón que se escapaba bajo el sombrero y temblaba con cada palabra, rebotando de una manera que distraía toda su atención.

Vaya, estaba tan atontado que no se había dado ni cuenta de que las gafas se le estaban resbalando por el puente de la nariz. Se las subió y Chuuya se percató de que Ango no le estaba haciendo ni caso.

- ¿Has oído una sola palabra de lo que te he dicho?

- Técnicamente no soy un traidor porque mi lealtad estaba primero con el Gobierno y me infiltré en tu organización por su encargo.

- ¿Le dices lo mismo a todas las organizaciones a las que has traicionado?

- Solo a las que son especiales para mí - bromeó antes de caer al suelo al resbalarse del taburete en el que estaba.

- ¡Eh!

Con un ágil salto, Chuuya salió disparado de su asiento junto a la barra y le levantó la cabeza. Ango recobró la consciencia unos segundos después pero estaba muy pálido. Y, ahora que le miraba con más atención, estaba muy delgado y tenía unas enormes ojeras violáceas que sobresalían por debajo de sus gafas, que ya de por sí eran bastante grandes y redondas.

- Si te mueres solo, no podré matarte.

- No puedes matarme igualmente - replicó - mi jefe llegó a un acuerdo con el tuyo para garantizar mi seguridad.

Buenas noches (una historia de Bungō Stray Dogs)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora