Nora tenía el corazón agitado. Al final había sacado el valor para decirle a Jasper lo que pensaba sobre la actitud de sus hijos.
La señora Campbell la había animado a tratar el asunto que tanto estaba preocupando a todo el mundo en realidad. Nadie veía con buenos ojos el cambio repentino operado en el comportamiento de los niños. Y también les había afectado al temperamento. Se habían vuelto hoscos y malhumorados, más encerrados en sí mismos que de costumbre.
Todo el mundo sabía de la especial conexión que existía entre los hermanos mellizos. Y ahora parecía que habían reforzado la construcción de su propio mundo, mientras los adultos intentaban interactuar con ellos con resultados dispares.
A Nora le costaba horrores conectar con ellos más allá de lo que se podía intuir tras las pantallas que no dejaban ni cuando tenían que comer. Lo cual la había llevado a tomar la decisión de quitárselos y guardarlos en un armarito bajo llave.
Había sido una decisión desesperada y ésta había provocado una fractura entre ellos. Que tampoco se reparó tras haber cedido al chantaje emocional de los pequeños, hubo gritos, lloros, portazos y rabietas que habrían puesto los pelos de punta a su madre, de haber estado presente.
Por eso había decidido hablar con el padre, para que la apoyara llegado el momento. Estaba convencida de que la escucharía aunque solo fuera por lo que habían compartido en el pasado.
En cambio, se había encontrado con un muro y ver la sonrisa de suficiencia que le había dirigido Adela en ese momento, mientras abría la puerta del despacho de Jasper para su reunión diaria la había dejado aún más insegura y desanimada.
Porque su asistente llevaba un perfecto traje de chaqueta y pantalón que le sentaba como un guante, tenía el cabello impecable y también el maquillaje, que destacaba sus extraordinarios ojos grises. Su sonrisa era perfecta, con el tono de barra de labios adecuado, ni muy atrevido, ni muy discreto. Todo en ella parecía recién salido de una revista de moda.
La niñera se preguntaba cómo podía arreglárselas para lucir siempre perfecta, a la hora que fuera. Sentía que si se comparaba con ella salía perdiendo en todo. Cualquier hombre que tuviera ojos la desearía, como había sucedido con su ex: Richard, que no había tardado nada en tirar por la borda su relación en cuanto Adela levantó el dedo.
Comparada con ella Nora sentía que tenía un aspecto triste y descuidado. El cabello parecía tener personalidad propia y sus ojeras no ayudaban precisamente a parecer atractiva. El jersey que llevaba estaba demasiado gastado y los jeans estaban llenos de manchas de pintura de su último trabajo. Aunque solía ponerse camisas viejas para trabajar, aquellos jeans eran para ella su amuleto. Se los había comprado con el primer dinero que había ganado en su vida, mientras trabajaba de camarera para pagarse los primeros cursos de arte, antes de entrar en la universidad.
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¿Qué me has hecho? [EN EDICIÓN]
RomanceLa joven Eleonora Andrade está decepcionada con la vida. No ha conseguido nada de lo que se había propuesto. Ni con su carrera como artista plástica, ni en el amor. Así que decide romper con todo y regresar a su lugar de origen. De vuelta en casa d...