— Solo me haces pasar vergüenza a donde sea que vayamos. ¿No te sabes comportar?
— No es mi culpa si tu amigo es tan deficiente en su trabajo.
— Igualmente te acabaste el café y te terminó gustando. Mientras tanto, hiciste que Argenti pasara un mal rato.— Stelle se llevó una mano a la cintura, y una vez que Boothill cerró la puerta y se acomodó el sombrero, los dos estuvieron listos para iniciar su caminata por la acera hacia un rumbo indefinido.
— Ya dejemos de hablar de ese tipo. El día de hoy debería tratarse de mí, no de él, ¿eres consciente de hace cuánto tiempo no nos reuníamos solo tú y yo?
— Pues no demasiado como para extrañarte.— Boothill se llevó una mano al pecho, como si estuviera profundamente herido.— Tranquilo, solo bromeo. Aunque, con tanto audio que me envías, es cierto que es imposible extrañar tu voz.
— Escribir grandes textos es increíblemente aburrido y yo siempre tengo las manos ocupadas en algo. No tengo el tiempo ni la disposición de dejar de torturarte con mis audios.
— Imaginé que dirías algo como eso.— Stelle negó con la cabeza, desaprobándolo rotundamente.— Pensándolo bien, hace tiempo que no recibo audios tuyos mientras luchas por afinar las cuerdas de tu guitarra, ¿ya dejaste de tocarla?
— Menos mal que sacas el tema. Estaba empezando a pensar que había perdido mi oportunidad.— Se aclaró la garganta despacio, pero Stelle volvió a interrumpirlo.
— ¿Necesitas dinero para comprarte una nueva?
— ¡No, en absoluto! No soy un pobre miserable que andaría por ahí pidiendo préstamos.— Refunfuñó.— Al contrario, llevo unos meses trabajando en una melodía y me gustaría pedir tu opinión ya que tú eres tan experta en todo, amiga mía.
— No soy tan experta en música, en realidad. Si suena bien, suena bien y ya está. ¿Cómo planeas que te evalúe con esta subjetividad?
— Pues si tú me dices que te gusta, será suficiente para mí.— Iba a aclarar la garganta otra vez, pero se dio cuenta de que se habían detenido a las orillas de un río, en el límite del pequeño pueblo. Al estar así, sin moverse de su sitio, la vergüenza lo alcanzó.— A veces me pongo nostálgico, ya sabes. Es solo que, esta vez, pensé en alguien realmente importante mientras la componía. Por eso creo que esta melodía es diferente a las demás.
— Está bien, entonces. Lo que es importante para ti, es importante para mí.— Sonrió abiertamente y dejó que fluyeran unos segundos de silencio entre ambos, con solo el sonido del agua del río corriendo de fondo, antes de recuperar el aliento.— Aún así, tengo una pequeña duda: si esa es la razón por la que querías que nos encontráramos, ¿entonces por qué no traes la guitarra contigo?
— No quiero dar un mal espectáculo en público. ¿Qué pasa si la canción no es suficientemente buena?— Frunció el ceño, aunque en el interior estaba lleno de satisfacción porque su plan iba de maravilla.— Por eso, lo mejor será mostrártela en mi casa, que no está muy lejos de aquí. La guitarra está ahí, completamente afinada para que ahora no tengas que verme además de escucharme pelear con ella y sus cuerdas.
— Tanta caminata me dejará sedienta. De haber sabido, me hubiera pedido otra bebida para el camino.
— Calma, calma. Te invitaré una copa o dos como compensación.
La plática no continuó, pero sí retomaron su andar, ahora de vuelta y por otra ruta. La casa de Boothill quedaba precisamente a dos cuadras de distancia tomando el río como punto de partida, por lo que ninguno de ambos terminó verdaderamente cansado, y cuando llegaron, Stelle soltó una exhalación larga para dramatizar la situación.
— Me quedarás a deber más de dos copas.— No recibió una respuesta, pero decidió pasarlo por alto. No se dio cuenta de que Boothill se había ensimismado en su lugar, lleno de nerviosismo.
Adentro de la casa, les esperaba un escenario tan romántico que ahora le resultaba absurdo. No es que fuese algo atiborrado de cosas, ni tampoco algo soso o incongruente, pero para alguien como él organizar un detalle como ese era como caer en la mayor profundidad de la locura.
Nunca le había dado siquiera una pista a Stelle acerca de lo que sentía por ella, y hacerlo así, tan repentinamente, le daba un poco de miedo. Temía que su amistad se marchitara tras el rechazo, y también temía ser aceptado, porque entonces se encontraría con un mundo completamente nuevo que jamás había explorado antes.
Boothill se sacó las llaves del bolsillo por fin luego de unos segundos. Introdujo la correspondiente en la perilla, pero no la giró. Entonces, devolvió la mirada a Stelle, que ya parecía estar sospechando de su actitud azarosa.
— Bueno, la verdad es que...— Intentó buscar las palabras adecuadas para preparar el ambiente, pero no encontró nada qué decir. Sentía la garganta seca, y cuando tragó saliva y estuvo a punto de simplemente dejarse llevar, el celular de Stelle sonó en su bolsillo de forma estruendosa, interrumpiéndolo. Ella lo miró, como pidiéndole permiso apenadamente.— No pasa nada. Contéstale.
— Descuida, no me tardo.— Se sacó el celular del bolsillo y primero miró el nombre en la pantalla. Esa acción solo duró un par de segundos, pero Boothill también identificó de inmediato quién le llamaba: Argenti. Antes de siquiera poder emitir una queja, Stelle se llevó el auricular al oído y dio unos pasos lejos de él.
— Carajo...— Se quejó en su sitio, completamente enfadado. El nerviosismo de hacía unos segundos se había transformado en irritación que aumentaba con cada segundo que duraba la llamada. Él sintió esa pausa como una eternidad, pero no había pasado ni siquiera un minuto cuando Stelle volvió a él, y él le extendió una mano para que la tomara, transformando su expresión en una de completa calma.— ¿Ya está todo listo?
— Ah, en realidad...— Stelle se guardó nuevamente el celular en la sudadera, escondiendo sus manos en los bolsillos de la misma.— Lo lamento, sé que esto es importante para ti, pero Argenti llamó y dijo que acaba de ocurrir un accidente en la cafetería. Tengo que asegurarme de que todo está bien; sonaba algo consternado, así que pudo haber sido grave. Espero que no te moleste si me retiro...— Se rascó la nuca entre la vergüenza y la incomodidad por irse así de inesperadamente.— Podría venir mañana o algún otro día, si te parece bien.
— Sí, sí. Tendrás que avisarme qué día estás libre. No te preocupes por mí, ve de una vez.— Stelle volvió a disculparse, solo que esta vez se retiró apresuradamente. Boothill se quedó allí de pie, mirando su espalda mientras se alejaba, y cuando entró por fin a la casa, completamente solo, se dio cuenta de que las velas ya se habían consumido, y que el ambiente romántico que había preparado con tanto esmero ahora parecía más bien fúnebre.
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Íntima Enemistad | Boothill & Argenti
FanfictionCuando Boothill y Argenti, ex compañeros del trabajo que nunca lograron tolerarse mutuamente, escucharon la frase "el mundo es pequeño", jamás imaginaron que se volverían a encontrar compitiendo por el amor de la misma chica. Aún menos se esperaban...