— No iré a trabajar mañana.— Dijo Boothill, abriendo la llave de agua de la regadera. Dejó que cayera un poco y comenzó a regular la temperatura a su gusto.— Ni el día después. Tal vez ni siquiera vaya en toda la semana, y me tendrás que pagar de todos modos.— Dándole la espalda, se metió debajo del chorro de agua, dejando que le empapara el cabello y recorriera su cuerpo completo. Argenti, detrás de él, le abrazó la cintura y fue recorriendo sus dedos hacia su abdomen.
— ¿Sí? Puede ser que te pague la semana completa... ¿Crees que esto cuente como un percance laboral?— Se permitió reír por su propia broma, mientras Boothill permanecía en silencio. No lo había mirado a los ojos desde que había comenzado su encuentro íntimo. La atmósfera pasó de ser cercana a ser tensa.
— Sería bueno.— No agregó nada más. Argenti comenzaba a sentirse un poco extraño y se separó de su cuerpo, empezando a ducharse a sí mismo. Tal vez, pensó, estaba siendo demasiado cercano y Boothill quería limitarse a tener sexo y abandonar, como la primera vez.
— Te permitiré faltar unos días, pero no te aproveches. No se ve demasiado... Compleja, tu situación.— Lo miró de arriba a abajo, analizando ahora con cabeza la gravedad del asunto. Solo tenía la piel un poco irritada, pero nada tan grave. Quizás habría un poco de cansancio muscular, o tal vez algo de dolor en la cadera, pero no demasiado. Boothill parecía resistente y tenía una buena condición física.— Te ves... Bien.
Boothill volteó y lo observó por fin, pero solo fue un vistazo rápido. Le vio el cuello, los hombros y el pecho, siguiendo la ruta de marcas que él se había encargado de hacerle.
— Tú te ves asqueroso.— Dijo luego de sopesarlo unos segundos.— ¿En dónde quedó tu decencia y tu reputación de señorito perfecto?
— Arruinada por ti. ¿No te das cuenta de que siempre pisoteas mi imagen?— Soltó un largo suspiro de resignación y siguió con su ducha. Ya solo tenía que enjuagarse la espuma del cuerpo; sin embargo, Boothill parecía ir un poco más lento con lo suyo, como si estuviera distraído.
De pronto, dejó su esponja y volvió a voltear, pero esta vez lo miró un largo rato, sin hacer nada más. Se estaba preparando mentalmente.
— Todo lo provocas tú, por ser un idiota.— Dijo por fin tras unos segundos que habían bastado para incomodar a Argenti, al que ya le urgía salir de ahí.— Un idiota al que es difícil resistirse.— Se acomodó despacio el cabello tras la espalda, dando la impresión gracias al peso del agua de que estaba más ordenado de lo que usualmente lo llevaba.
— Es un don natural. No puedo hacer nada para evitarlo.— Se encogió de hombros, permitiéndose sonreír un poco por lo que había interpretado como un cumplido. Iba a salir de la ducha con esa sensación de logro, pero entonces Boothill le tomó el hombro y lo empujó contra la pared que le quedaba detrás. Estaba helada. Se puso alerta de inmediato.
— No te vas a ir así como así de aquí. Sé que tu intención es salir del baño, vestirte y dejarme, pero te dije que me iba a vengar.— Argenti apretó la mandíbula ni bien Boothill terminó de hablar, pensando que a continuación vendría un golpe. Quiso cerrar los ojos, pero luego decidió que era mejor saber cuándo llegaría y mentalizarse. Sin embargo, vio que el varón se acercaba a él con otras intenciones, e iba a separarse al enterarse de qué se trataba realmente, pero Boothill no lo dejó ir a ningún lado.— Pasaste por encima de mi orgullo como si fuese nada. No creí que algo entraría en mí en ningún momento de la vida, pero tú pasaste esa barrera. Yo también voy a sobrepasar tus límites.
Antes de que Argenti pudiera contestar, sintió que los labios de Boothill presionaban los suyos con una intensidad que lo desarmó por completo. Su mente se nubló por la contradicción de lo que estaba sucediendo: la suavidad de sus labios no se acompasaba con la rudeza del contacto. Todo explotó de pronto en ese beso electrizante.
Los brazos de Argenti, que inicialmente se habían tensado, ahora se relajaban para rodearle la cintura a Boothill, dejando que el impulso lo arrastrara y la humedad del ambiente comenzara a sofocarlo. El agua seguía cayendo, pero ninguno de ambos se sentía capaz de detener el contacto para evitarlo.
Sus bocas se deslizaron despacio para probarse en los primeros segundos, y luego todo escaló un poco más allá, a un ritmo acelerado. El beso no era suave ni delicado. Era una deliciosa fricción que llevaba impreso un enfrentamiento en el que parecían intentar demostrar que uno podía hacerlo mejor que otro.
Los dientes de Boothill rozaron el labio de Argenti en cierto momento, casi mordiéndolo, y fue entonces cuando él pudo separarse un poco y alejarlo.Se sintió culpable de repente. Era un error permitir aquello. No quería formar un vínculo. Quería huir.
No le duró demasiado ese pesar.— No debiste hacer eso...— Tragó saliva, mirando sus ojos. Boothill ya no se permitió bajar la mirada.
— No fue tan increíble como pensé.— Mintió con descaro. Sus palabras parecían un golpe calculado.— Algo tan simple no debería ser exclusivo.
Argenti se pasó una mano por el cabello mojado, despejándose el rostro y acercándose nuevamente a Boothill, aunque sin tocarlo esta vez. Respiraba con dificultad, y a pesar de que su instinto le decía que debía apartarse, la provocación de Boothill lo mantenía en el lugar, inmóvil.
Finalmente, soltó un suspiro pesado, rendido, y en un movimiento rápido, volvió a tomar a Boothill por el cuello, jalándolo hacia él para besarlo otra vez. Pero esta vez no fue un beso lleno de rabia o desafío; fue uno que nació de la frustración y la atracción imposible de negar. Los labios de Boothill se entrelazaron con los suyos, y de repente todo lo demás desapareció.
Sintió que le caía el agua caliente por la espalda y que la lengua de Boothill jugaba con la suya. También sintió su cabello largo cuando le pasó las manos abiertas por la espalda, y se percató de que le latía con suma rapidez el corazón cuando pegó sus cuerpos.
Le acarició las piernas y la cadera. Apretó su piel como si no pudiera decidir qué parte tocar para aliviar la necesidad de contacto que le propiciaba aquel beso candente. No quería más sexo, solo quería degustar sus labios infinitamente.
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Íntima Enemistad | Boothill & Argenti
FanfictionCuando Boothill y Argenti, ex compañeros del trabajo que nunca lograron tolerarse mutuamente, escucharon la frase "el mundo es pequeño", jamás imaginaron que se volverían a encontrar compitiendo por el amor de la misma chica. Aún menos se esperaban...