Por primera vez Argenti no quería estar ahí.
Sumido en un profundo silencio, esperaba a que Stelle terminara de limpiar la casa mientras él permanecía sentado en el sofá individual de la sala. Mantenía una postura tensa, con las manos sobre las rodillas juntas y la mirada fija en la mesita del centro.
— Lo siento, no tuve tiempo de organizar nada. Mi casa es un completo caos.— Se excusó Stelle. Le pareció extraño que él no se levantara a intentar ayudarle de inmediato como habría hecho normalmente. Ella se negaría, por supuesto, pero no sobraba la oferta.
Se detuvo a mitad del movimiento, limpiando una repisa, y lo miró por unos segundos, notando algo raro en su expresión. El descuido hizo que dejara caer una pieza decorativa de cerámica en el suelo, que finalmente se destrozó en diminutos fragmentos y sobresaltó a Argenti.
— ¿Te encuentras bien? ¿No te lastimaste?— Esa genuina preocupación dejó entrever un ápice del auténtico caballero que Stelle conocía. Lo vio acercarse a ella y lo dejó tomarle las manos solo para que se deshiciera de esa ansiedad que le causaba verla en riesgo, por mínimo que fuera.
— No pasó nada, pero ahora tengo que barrer otra vez... — Dejó el trapo sobre una mesa y le acercó el dorso de la mano al rostro. Quería comprobar que no tuviera fiebre.— ¿Tú estás seguro de que ya te recuperaste? Te siento un poco extraño.
Argenti desvió la mirada por un segundo, dubitativo, antes de volver a fijarla en ella. Se incomodaba con cada palabra que se tragaba, pero forzó una sonrisa.
— Sí, solo... Estoy cansado. No dormí bien anoche.— La mentira combinada con fragmentos de verdad flotaba en el aire, liviana pero palpable. Stelle frunció el ceño, claramente no convencida. Argenti vio que lo analizaba de pies a cabeza, como intentando encontrar algún defecto en su constitución, pero solo deteniéndose al llegar a su cuello.
— Ah, ya veo. Entiendo perfectamente por qué no pudiste dormir.— Una sonrisa se le dibujó en el rostro a la chica, pero Argenti no entendió por qué. No había manera de que él viera lo mismo que ella había visto desde su perspectiva.— Y también tiene mucho sentido que estés cansado, aunque me preocupa un poco que hayas vuelto a lo mismo.— Nuevamente, Argenti la miró con incomprensión.
— Lo siento, no tengo idea de a qué te refieres.— Dijo, llevándose una mano al cuello. Sintió su piel caliente y cierto ardor ligero que pareció quemarle de sorpresa. De pronto todo tuvo sentido.— ¡Ah! No. No, Stelle, no es por eso. En absoluto.
— Ay, es un poco triste que intentes mentirme.— Se llevó la mano a la cadera y luego bajó del taburete que estaba utilizando.— ¿Recuerdas cuando nos conocimos? Era exactamente el mismo escenario.
— Sí, bueno... No es lo mismo. Te aseguro que no es lo mismo.
— ¿Cómo no va a ser lo mismo? En aquellos tiempos me senté a tu lado en una banca cualquiera a mitad de la acera. Te hablé para pedirte la hora y comenzamos a platicar.— Sonrió ante la fugaz ola de recuerdos que asaltó su mente. Se sintió nostálgica.— Honestamente, ni siquiera recuerdo cómo surgió el tema, pero sé que me dijiste que habían dos razones por las que te mudaste hacia acá. La primera:— Levantó uno de sus dedos frente al rostro de Argenti. Él tragó saliva.— Fue el empleo que conseguiste en esta zona.— Hizo una pausa. Se preguntó la razón por la que Argenti había perdido ese empleo, pero no le pareció que fuese buen momento para indagar.— Y la segunda fue tu amargo amorío. En aquel entonces, recuerdo, me contaste que tu relación había terminado y querías alejarte de todo lo que tuviera algún vínculo con esa persona.
— Sí, así es. Pero definitivamente yo ya no...
— ¿Ya no te desahogas sexualmente con otras personas para olvidar a una?— La forma tan directa en que Stelle pronunció aquello hizo que Argenti se cohibiera y no le saliera la voz. Más bien, bajó la cabeza como si no se sintiera merecedor de levantar la mirada. Stelle comprendió que había tocado un punto sensible y con suma compasión le acunó la mejilla en una mano, suspirando despacio.— No te juzgo, Argenti, pero ya pasamos por eso una vez.— Se incluyó en la frase. Después de todo, ella había sido su pilar en aquellos tiempos.— Tú sabes que no habría ningún problema si solamente hicieras eso, pero no es así. Tú no puedes acostarte con alguien sin formar otro vínculo emocional. No ves a las personas solo como un cuerpo para satisfacer deseos, y eso está bien, pero siempre buscas algo más allá.
— Esta vez es diferente. Te aseguro que no va a pasar lo mismo que antes.— Quiso imprimir credibilidad en su frase, pero Stelle parecía más segura que él.— Ya no soy el mismo que era hace unos años. No voy a aferrarme nuevamente a cada persona que me demuestre un poco de afecto. No soy así de débil ahora.
— Está bien. Te creo.— Acarició despacio su rostro y luego bajó la mano, internamente inconforme, indispuesta a realmente creer que él decía la verdad. No porque fuera débil, sino porque siempre veía algo bueno en la gente y se dejaba llevar por ello.— No quiero ver qué sufras lo mismo, pero ahora por mi culpa. No me decepciones.— Le tocó la punta de la nariz, como si todo aquello fuese solo una broma ligera. Después se separó, estirándose en su sitio. Ambos comprendieron que ese tema había terminado.
— ¿Necesitas ayuda con el resto de la limpieza?— Le ofreció por fin. Stelle iba a negarse, pero era hora de ponerle un pequeño castigo.
— Sí, me encantaría que me ayudes.— Le dejó el trapo en las manos con una sonrisa de satisfacción y Argenti rápidamente comenzó con su labor, no sin antes levantar los fragmentos de la figura para no lastimarse. Estaba haciendo el ademán de intentar repararla, como si estuviera esperanzado en que tenía salvación, pero entonces Stelle volvió a hablar.— Oh, bueno, y para variar, ¿recuerdas por qué te dije que vinieras? Definitivamente tenemos que hablar de Boothill.
Entonces, la sonrisa cordial de Argenti se deformó, perdiendo toda la alegría, y aunque Stelle no se dio cuenta, volvió a sentirse afectado.
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Íntima Enemistad | Boothill & Argenti
FanfictionCuando Boothill y Argenti, ex compañeros del trabajo que nunca lograron tolerarse mutuamente, escucharon la frase "el mundo es pequeño", jamás imaginaron que se volverían a encontrar compitiendo por el amor de la misma chica. Aún menos se esperaban...