Capítulo 4

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— Puede que arda un poco, pero si realmente duele, avísame.— Stelle revisó dos veces el modo de uso de la pomada. Primero limpió bien la zona donde iba aplicarla, y luego tomó una cantidad ínfima entre sus dedos.— No debería arder, en todo caso, porque se supone que alivia... Pero quién sabe.— Se encogió de hombros y luego comenzó a aplicarla despacio en su brazo. Al inicio, parecía temerosa por lastimarlo, pero después esa sensación se le fue al notar que no emitía queja alguna.

Por su parte, Argenti solo podía observarla con atención, pasando la mirada de los dedos delgados que tocaban su brazo a su rostro perfecto. Le miró los ojos dorados y las pestañas largas, luego la nariz perfilada, y se detuvo a apreciar sus labios brillantes por un momento. Sintió la tentación de ceder al impulso de besarla al tenerla tan cerca, pero sabía que eso no era lo adecuado y que iría en contra de sus principios, así que se limitó a recorrerle los mechones de cabello que enmarcaban su rostro hacia detrás de la oreja, rozando con las puntas de los dedos la delicada piel de sus mejillas rosadas.

— Me siento un poco mal por haber interrumpido el encuentro que estabas teniendo con tu amigo...— Susurró dulcemente, abriendo un espacio para iniciar la conversación. Stelle apretó los labios, pensando en qué decir.

— No pasa nada, no iba a dejarte solo en una situación complicada.— Terminó de aplicar la pomada y se limpió las manos con una toallita húmeda. Fue a tirarla al cesto de basura de la cocina, ya que habían tomado asiento en la sala, y volvió con un vaso de agua para cada quién.— Además, ahora tengo una excusa para volver a verlo pronto. Es muy difícil agendar una cita con él, que siempre está tan ocupado.

— Ya veo...— Dio un par de toquecitos a su vaso de cristal, y luego se lo llevó entre los labios para darle un trago. Se preguntó si debía sospechar algo acerca del término "cita" que había utilizado, pero se autoconvenció de que solo era una forma particular de expresarse, y que no se trataba de una verdadera cita.— ¿Tiene un empleo complicado, de esos que no le dan un respiro?

— No, no es eso. De hecho, ya hace un tiempo que está desempleado.— Argenti la miró con una expresión transparente que dejaba clara su curiosidad al respecto. Cuando él fue echado de la empresa, inmediatamente abrió el negocio del café con gran parte de sus ahorros para sustentar sus gastos; por eso, le sorprendía que Boothill fuese desempleado todavía, aunque teniendo en cuenta su personalidad no era tan difícil adivinar por qué.— Es de esas personas que se toma su tiempo para conocer el mundo y desaparece del radar unas semanas para volver con noticias inesperadas. Aprende muchas cosas en esas excursiones, e imagino que hace negocio con eso.

— Seguramente tiene variedad de temas emocionantes para hablar.— No supo qué más decir al respecto, pero sabía que comenzaba a sentirse un poco angustiado. Stelle parecía muy ilusionada cuando hablaba de la vida de Boothill, y no es que él se sintiera incómodo por ello, sino que se preguntaba internamente si también tenía algo interesante para ofrecerle a la chica.

— Claro que sí. Es una verdadera lástima que sea tan rudo. Si no fuera por ahí haciendo cosas inapropiadas deliberadamente, en definitiva aprovecharía mejor sus viajes.— Stelle le dedicó una sonrisa tímida, mientras se acomodaba en su asiento. — Es un hombre complicado, pero también tiene su lado encantador cuando quiere.

Argenti asintió, sintiendo un nudo en el estómago. Esos celos suyos no solo eran inusuales, sino desagradables. Siendo una persona tan segura de sí y de su integridad, se preguntó de dónde surgía un sentimiento tan atroz.

— ¿Y cómo se conocieron?— Preguntó, intentando mantener la conversación ligera, solo para disimular la falta de compostura.

— Fue hace unos años, en la fiesta de un amigo en común. Dan Heng, si es que sabes de quién hablo.— Argenti asintió , pero le pareció extraño el detalle. Luego, pensó en que probablemente había sido la otra chica de cabello rosado que siempre los acompañaba a ambos quien había organizado todo, y le pareció en definitiva mucho más coherente.— Boothill estaba siendo su usual yo ruidoso y llamativo. Al principio pensé que era insoportable, porque buscaba pelear con quien fuese que se le atravesara. Creí que estaba ebrio y que por eso actuaba así, aunque me equivoqué: simplemente así es su personalidad. Llegado el momento sostuvimos una conversación cuando la gente comenzó a retirarse y apenas quedaban unos cuantos. No recuerdo qué dijimos, pero desde entonces, hemos mantenido el contacto y somos bastante cercanos.

— Sí, comprendo...— Hizo una pausa y bebió agua. Esta vez dio un largo trago. Quiso tragarse también las palabras y no ser imprudente, pero el corazón le ganó a la razón, y simplemente habló.— Entonces... ¿Él te gusta?— Pensó que Stelle inmediatamente lo negaría todo y diría algo como "no es para nada mi tipo" o "¿qué locuras estás pensando?", pero no fue así. Más bien se tomó su tiempo para pensar en cómo formular su oración, y Argenti sintió que el nudo se ajustaba. Se arrepintió en un santiamén por haber preguntado, ya que no quería escuchar una respuesta positiva.

— No me gusta.— Dijo por fin. Así, a secas. Abrió la boca como si le faltara agregar algo, pero decidió simplemente quedarse callada. Se levantó del sofá y recogió los vasos, ahora vacíos. Le dejó un beso efímero y débil a Argenti en la mejilla, algo sumamente inusual en ella, y por fin se dignó a hablar de nuevo.— Ya es tarde, Argenti. Ve a casa y descansa. Creo que el día de hoy fue fulminante para todos.

Íntima Enemistad | Boothill & Argenti Donde viven las historias. Descúbrelo ahora