Capítulo 11

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La fachada del bar estaba descuidada, con luces parpadeantes que apenas iluminaban la entrada. Un murmullo bajo de conversaciones y el leve tintineo de vasos se filtraban hacia afuera. No había música estridente, ni algún vago intento de ambientar el local.

— ¿Este fue el mejor lugar que se te ocurrió?— Preguntó Argenti con un tono que intentaba disimular su incomodidad.

— ¿Esperabas un lugar de lujo?— Boothill respondió sin mirar atrás, empujando la puerta con una familiaridad que a Argenti le hizo pensar que era cliente habitual. — Dije que era para sensibles, no para privilegiados.

Argenti lo siguió, ajustando sus ojos a la brillante luz del interior. El ambiente estaba lleno de una mezcla de humo de diferentes marcas de cigarro que no tardó en hacerle escocer la garganta. Boothill siguió caminando hacia un lugar más apartado, donde apenas habían unas cuantas personas salpicadas por ahí a quienes no les interesaba su presencia.

— ¿Y bien?— Inquirió Argenti mientras se acomodaba en una silla de madera que crujió debajo suyo. Entonces, una mujer alta de cabello corto, apenas a la altura de la barbilla, se les acercó.

— Danos el ron más fuerte que tengas.— Le dijo Boothill. Ella asintió con una sonrisa llena de confianza.

— ¿Van a comprar la botella o solo un trago?

— Un trago, por favor.— Se apresuró a decir Argenti, pero Boothill le dedicó una mirada incrédula y negó.

— La botella.— La mujer no dudó en hacerle caso a él y se dio media vuelta para buscar el pedido.

— No vamos a beber hasta embriagarnos. Habla de una vez y terminemos con esto.

— El que va a pagar soy yo, ¿qué te preocupa?

— No me afligen los precios, te lo aseguro.— Se llevó una mano al cabello, sin saber cómo abordarlo para que comenzara a explicarle qué hacían ahí. Tenía expectativas de que su reunión fuese un acto esporádico de conveniencia mutua.

— Ah, perfecto. A esto me refiero cuando digo que este lugar es increíble.— Boothill se frotó las manos con una media sonrisa que no alcanzó a sus ojos. Su atención se había desviado otra vez a la chica que dejó dos vasos y una cubeta con hielos sobre la mesa. Por último, colocó una botella de ron que Argenti no tardó en analizar.

— Esto tiene más de cuarenta grados de alcohol.

— Los vas a agradecer, te lo aseguro.— Boothill tomó la botella. A uno de los vasos le puso hielos y el otro lo dejó vacío, después llenándolos hasta un nivel considerable con el líquido oscuro, de un tono marrón profundo.— Tú tómalo con hielos. No quiero que te quejes si es... Muy complejo para tu paladar.— Otra vez sonrió, solo que ahora su sonrisa denotaba burla y desdén. Argenti lo miró con una impaciencia que solo podía dominarse con un autocontrol extremo.

— ¿Stelle es el tema de la noche?— Se aventuró a preguntar por fin, tomando el vaso de reducido tamaño entre sus dedos. Tomó un sorbo de alcohol y luego otro más profundo, como si pronunciar ese nombre le hubiese causado algún malestar que tenía que pasarse.

— Sí. No te hablaría por otras razones.— Le dio un buen trago a su bebida. Vio que la de Argenti no abandonaba sus labios todavía.— Quiere que hagamos las paces.

— Que curiosa petición. ¿Fue por lo de ayer?— Sus ojos permanecieron fijos en Boothill y sus labios volvieron a posarse en la boca del vaso, con una necesidad casi compulsiva por seguir bebiendo.

— No te sientas muy inteligente por acertar.— Como si buscara competir con él, se acabó el trago y sirvió la segunda ronda de ambos.— Parece que lo que dije tuvo un efecto importante en ella.

Íntima Enemistad | Boothill & Argenti Donde viven las historias. Descúbrelo ahora