Capítulo 15

121 15 5
                                    

— Una porquería. Me parece una vil porquería.— Dijo Boothill, asegurándose de que nadie lo escuchara hablar mientras limpiaba una de las mesas. También se enrolló las mangas de la camisa del uniforme por encima de los codos.— Trabajar siempre va a ser un asco, pero tener dinero siempre será un placer.

Olía el aire dulce, cargado de varios aromas distintos a café, con un intensidad que aumentaba gradualmente. Teniéndolo tan presente en sus fosas nasales, ya no se le antojaba en lo absoluto. Además, trabajar ahí no era ni un poco gratificante, pues detestaba ser servicial y seguir instrucciones; él era más de dar órdenes y ser obedecido.

— ¿Ya terminaste, Boothill? ¿Puedes ayudarme a recibir un pedido?— Argenti pasó detrás suyo. Cargaba una bandeja con cuatro bebidas destinadas a terminar en la mesa de un grupo de amigos. Boothill abandonó el trapo, aguantándose las ganas de suspirar.

— Pues si no hay más opción...— Con el ceño fruncido que rara vez abandonaba su expresión, caminó hacia la reducida bodega de la parte trasera, abriendo la respectiva puerta y aceptando las cajas y costales que descargaban un par de hombres. Argenti pronto lo alcanzó, pagando el pedido y despidiéndolos con una amable sonrisa.

— Oh, ahora necesito que me apoyes acomodando esto. Los granos de café van arriba y el orden del resto de cosas puedes verlo por ti mismo. Por favor, no combines los tipos de leche.— Mientras Argenti hablaba, no parecía estar muy atento a la expresión de Boothill, como si su cuerpo estuviese presente en esencia pero su mente divagara en la cantidad de pedidos que tenía que preparar a continuación y que no le daban descanso.

— No quiero.— Boothill se llevó una mano a la cadera, disgustado. Argenti, que estaba por retomar su labor, se permitió volver sobre sus pasos.

— Disculpa, no entiendo qué...— Empezó, pero fue interrumpido.

— Que no quiero. No es difícil de entender.— Vio que Argenti se rascaba la nuca, claramente estresado. Sin embargo, otra vez no le permitió hablar.— No quiero hacer lo que tú me dices, por eso terminamos desempleados un tiempo, ¿ya no te acuerdas?

— Sí, bueno... Trabajas para mí, sería sensato que en estas circunstancias no fueses demasiado caprichoso.— Intentó hablar con firmeza, pero realmente no se atrevía a ser duro.

— Pero este trabajo es un asco, solo limpio y organizo cosas. Ni en mi propia casa lo hago.— Sus labios expusieron su inconformidad al deformarse en una mueca.— Renuncio.— Dijo de pronto, con los brazos cruzados sobre el pecho. Al contrario de lo que creyó, Argenti sonrió como si la situación le causara gracia.

— Llevas menos de tres horas trabajando, ¿realmente vas a renunciar así de rápido?— Argenti bajó la guardia por completo, pues sentía que Boothill estaba analizando su postura.— Bien, definitivamente no puedo pagarte una jornada que no llegó ni a la mitad del tiempo establecido. Eres libre de retirarte si gustas, pero ten eso en cuenta.

— ¿Así de fácil? No sabes apreciar a un buen trabajador.— Boothill gruñó al ver que Argenti le daba la espalda y se retiraba. Retomó su labor de acomodar las cosas, siendo convencido con esa facilidad. Empujó las cajas con más fuerza de la necesaria mientras murmuraba en voz baja sobre lo injusto que era todo.

Después de unos minutos, Argenti regresó y lo observó en silencio, apoyado contra el marco de la puerta. Boothill lo notó, pero decidió ignorarlo, concentrándose en el trabajo. Sin embargo, la mirada de Argenti se sentía pesada, como si estuviera esperando algo. Al contrario de lo que creyó, Boothill no tomó la delantera para hablar y él tuvo que hacerlo.

— Pensé que habías renunciado.— No recibió ninguna respuesta. Decidió seguir tentando a la suerte.— ¿El dinero puede más que el orgullo?— Boothill detuvo sus movimientos y por fin miró a Argenti, aunque solo un par de segundos y luego regresó a su labor.

— Si tanto te gusta mirarme, al menos haz algo útil mientras tanto. — Reclamó finalmente. Había ignorado sus provocaciones, lo que era buena señal.

— No, no lo disfruto especialmente. — Respondió Argenti, riéndose despacio. — La verdad es que pensé en lo que dijiste. Antes, mi mayor error fue no escuchar tus quejas y no me gustaría que eso se repita. También creo que es cierto que puedes desempeñarte mejor haciendo otras cosas.

Boothill se detuvo, su cuerpo se tensó ante las palabras de Argenti. Sentía que había una trampa en esa afirmación, pero no estaba seguro de cuál.

— ¿Y? — Preguntó, mirándolo de reojo con sospecha.— ¿No quieres que renuncie? ¿Me vas a despedir tú personalmente para cobrar venganza?

— Ah, no. No seas tan pesimista, Boothill.— Por primera vez se sintió extraño al hablar con él. En sus palabras no se percibía el desagrado usual, que ya era de por sí algo no común. Además, mencionar su nombre le había causado algo raro. Se dio cuenta de que después de tanto tiempo esa era la única vez en que estando sobrio no lo había pronunciado con el afán de regañarlo o hacerle un reclamo.— En una cafetería, por supuesto que hay más cosas para hacer que usar un trapo y cargar costales, ¿sabes a qué me refiero?

— ¿Estamos jugando a las adivinanzas?— A Boothill no pareció agradarle en lo más mínimo su tono de voz ni la pregunta. Era impaciente y solo quería saber.

— Puedo enseñarte a preparar café.— Argenti sonrió ligeramente, ignorando el sarcasmo de Boothill. — No es tan simple como parece y no todos lo hacen bien, pero tú ya estuviste en el área de fabricación y esto es lo más parecido que tengo para ofrecerte. Quizás te vaya bien.

Boothill se cruzó de brazos, evaluando la oferta. Por un lado, la labor de preparar cafés le parecía casi tan cíclica como limpiar y la comparativa con su trabajo en una gran empresa era sumamente absurda, pero por otro, definitivamente era más atractivo eso que ser un simple ayudante general.

— Si un idiota como tú puede hacer café, entonces yo puedo.— Dijo por fin, imprimiendo seguridad en sus palabras.— Termina de acomodar estas cosas, los clientes me esperan.— Iba a empezar a caminar con motivación, pero Argenti lo detuvo y no lo dejó cruzar la puerta.

— Ojalá fuese así de rápido. ¿Qué tipos de café sabes preparar? ¿Qué tanto sabes de granos? ¿Alguna vez has usado las máquinas? — Argenti lanzó un montón de preguntas más que Boothill ni siquiera comprendió. Sintió un poco de satisfacción al respecto, pues había encontrado algo en lo que lo superaba con creces, y aunque ser competitivo no era natural en él, le parecía gracioso poder ganarle fácilmente en alguna disciplina.— Hay muchas cosas qué aprender, pero no te preocupes, yo voy a asesorarte.

— Pues empieza ya y no pierdas el tiempo presumiendo. El tiempo es dinero, ¿nunca escuchaste esa frase?

— Me temo que eso es imposible. Ahora mismo la prioridad es atender los pedidos que van llegando. No tenemos máquinas de sobra para practicar al mismo tiempo, así que tendremos que buscar otro horario para eso.

— ¿Piensas que yo me voy a quedar aquí contigo en horas no laborales solo para aprender presionar un botón en una máquina?

— No te preocupes. Si quieres, te lo pagaré como si fuera tiempo extra.— Finalmente, se separó del marco de la puerta, con las energías renovadas. Antes de ir a atender a los clientes que entraban, agregó un comentario más:— Y veremos si realmente solo aprendes a presionar un botón.

Íntima Enemistad | Boothill & Argenti Donde viven las historias. Descúbrelo ahora