Capítulo 29

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Argenti estaba de pie frente al espejo, abotonándose con torpeza una camisa limpia. Sus dedos se movían rápidamente, tratando de sacarse la tensión acumulada mientras su mente seguía atrapada en lo que había pasado con Boothill.

Se había manchado de café hacía apenas unos minutos, tan distraído por sus propios pensamientos que no había visto cómo la taza se volcaba al intentar servir la leche. Un gesto pequeño que revelaba lo mucho que lo estaba afectando lo ocurrido.

"Concéntrate", se dijo a sí mismo mientras tiraba de los puños de la camisa para acomodarla mejor. Pero era imposible. La escena en la ducha seguía repitiéndose una y otra vez en su cabeza aunque ya había pasado un día. La intensidad del beso, el contacto, la tensión, el agua caliente cayendo sobre su piel, el peso del cuerpo de Boothill pegado al suyo en esa mezcla explosiva de rabia y atracción; todo aquello que lo había descolocado profundamente. Se sentía culpable por haber permitido que las cosas llegaran tan lejos.

Se miró al espejo con frustración, notando que su rostro estaba rojo. Había algo en Boothill que lo hacía sentir extraño y odiaba esa sensación por no poder ponerle nombre.
Terminó de ajustar la camisa y arreglarse el cuello. Se pasó una mano por el cabello y trató de volver a enfocarse en su día.

Regresó al área principal del café, donde la rutina de siempre continuaba. Todo parecía en calma. Caminó hacia la barra para verificar los pedidos y se encontró con la mirada curiosa de Stelle. No se dio cuenta de que ella había llegado. No sabía cuánto tiempo llevaba ahí. Era la primera vez que pasaba desapercibida para él.

— ¿Estás bien? Hoy te ves un poco... desconcentrado.— Dijo ella. Argenti sonrió con una incomodidad evidente, intentando aparentar normalidad. Sabía que su comportamiento era errático.

— Ha sido un día atareado. — Respondió mientras recogía en una bandeja algunas copas y vasos vacíos para limpiar de la mesa más próxima.— No te preocupes, son cosas que pasan. ¿Te apetece un café, o quizás galletas?— Pero las "cosas" no eran algo que pudiera simplemente ignorar. Mientras limpiaba la mesa y a pesar de tener a Stelle frente a él, resplandeciente como siempre, su mente seguía regresando a ese maldito baño. Boothill y sus juegos mentales. Boothill y su manera de hacerlo sentir nervioso y confundido.

— No... Bueno, en realidad sí, sería perfecto, pero no es eso por lo que vine.— Tomó asiento en el espacio ahora limpio, aprovechando que no había más personas esperando el lugar. Argenti se detuvo ahí un momento, con la bandeja llena todavía en sus manos. La bajó a la mesa mientras tanto.

— ¿Estás bien? Si hay algo de lo que quieras hablar me tomaré un momento para estar contigo. El trabajo nunca es tan importante como tú. Lo sabes, ¿cierto?

— Lo sé. Te agradezco.— Tomó una de sus manos entre las suyas y la acarició despacio. Luego se separó, cambiando de tema para no arruinar el ambiente con su melancolía.— Aunque mi expresión no lo aparenta, vine a invitarte a una fiesta. No es el tipo de cosas que te gustan, lo entiendo, pero me gustaría que me acompañaras. No será algo demasiado alocado, te lo prometo.

— Oh, bueno, definitivamente no parece que vaya a ser algo muy alegre si lo dices así. ¿Me estás escondiendo algo?— Optó por tomar asiento a su lado, ya que creyó que sería lo más conveniente si iban a hablar de un tema serio otra vez. Stelle apreció la cercanía reconfortante, pero se tardó unos segundos en convencerse de que estaba bien admitirlo.

— No quiero que lo tomes como una comparación o algo así, pero ese tipo de cosas... Me recuerdan a Boothill.— Se dio cuenta de que no estaba bien decir las cosas de esa manera. Argenti podía sentirse como la segunda opción ahora que lo había mencionado y esa no era su intención.— Pero solo porque a él lo conocí de ese modo, ya sabes esa historia.— Se apresuró a corregir.

— Sí, la recuerdo. No hace falta que me expliques por qué.— Notó las intenciones de Stelle al aclarar el supuesto malentendido. Él ni siquiera se había percatado de que se prestaba a malas interpretaciones. El simple nombre de Boothill ya lo encerraba en una burbuja.— Bien, no hablemos de eso, no me gustaría verte triste otra vez. Y claro, yo puedo acompañarte si así lo deseas, pero... — Intentó no contradecirse, pero era inevitable.— Podrías aprovechar la situación para invitarlo a él. ¿No crees que es una buena excusa para volver a acercarse? Quién sabe, existe la posibilidad de que ya haya dejado de ser tan orgulloso.

— Hablas como si lo conocieras. ¿Ahora se llevan mejor? Mi ausencia parece haberles ayudado.— Sonrió, satisfecha, aunque no sabía qué tan cierto era eso, y tampoco le importaba ahondar demasiado porque ya le parecía imposible que pudieran encajar. Había sido un comentario azaroso que sí logró afectar a Argenti.—Da igual, tienes razón. Lo invitaré.— Pareció nerviosa al decir eso. Inspiró profundamente y luego suspiró.— Ya sea que me acepte o me rechace, me gustaría que fueras tú también. Puede que ustedes no tengan una relación del todo buena, pero habrá muchas personas más y seguro que no se encontrarán ni por coincidencia en medio de todo.

— No tengo problema con él, pero no me llevo bien con el alcohol y el ruido...— Vio que se desilusionaba y se apresuró a hablar de nuevo.— Claro, no importa. Me vendrá bien un cambio. Iré.— Stelle asintió con motivación y Argenti se relajó. Parecía entusiasmada de que finalmente él le aceptara una salida, ya que no paraban de ir de la casa al café y luego de regreso.

— Te enviaré los detalles en cuanto los tenga. Te la pasarás increíble, estoy segura.— Argenti levantó la bandeja, dispuesto a retomar sus responsabilidades. Para dejarlo ir por fin, le dedicó unas últimas palabras.— Y si te sientes abrumado, siempre podemos retirarnos temprano, pero conocer a gente nueva se te da bien, ¿no es cierto?

Sabía que por mucho que Stelle hiciera hincapié en que estarían juntos, ella conocía a muchas personas y se la pasaría de un lado a otro hablando con todos, de modo que no tendría tiempo para él. Aprovecharía la oportunidad para su propio beneficio.

— Por supuesto.— Desapareció tras la barra con una sonrisa, viendo en esa situación una posibilidad. Antes de que siquiera pudiera aferrarse a Boothill, se encargaría de conocer a alguien más que lo purgara de ese sentimiento.

Íntima Enemistad | Boothill & Argenti Donde viven las historias. Descúbrelo ahora