Capítulo 5

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El calor del mensaje que Boothill recibió temprano por la mañana contrastaba con la despedida fría que le había dejado un desazón el día anterior.

Se frotó los ojos, aunque veía perfectamente, y luego se estiró tanto como podía en toda la extensión de la cama, pensando en qué hacer y qué decir para no lucir tan ansioso por aceptar la petición que Stelle le había hecho tan solo unos minutos más temprano.

"Para compensar el encuentro tan corto de ayer, ¿qué te parece si esta noche nos reunimos y vemos una película en mi casa? Yo invito las palomitas, tú encárgate de la bebida. También puedes traer la guitarra y mostrarme la canción." Fue el mensaje que recibió. Su mente inmediatamente aceptó el plan, imaginando todo tipo de posibilidades de declaración en una situación de ese tipo. Pensó en que esta ocasión sería la buena, y que no había un escenario mejor y más espontáneo que ese, pues la idea había salido de ella.

Se levantó completamente renovado de la cama. Mientras acomodaba las sábanas, comenzó a grabar un audio a manera de respuesta.

— Me tendrás bien tempranito en la puerta de tu casa esta noche. Espero que no se te olvide que tu agenda ya tiene mi nombre desde que empiece a oscurecer hasta la madrugada. Ni más, ni menos.— Habló con completa seguridad. Después, la sábana se le enredó en las manos, pues no encontró de inmediato el lado correspondiente al largo de la cama y maldijo en lo que él creyó que era voz baja, cortando el audio después.

Cuando terminó de acomodar todo en la habitación, le llegó la respuesta.

"Pues si llegas y no estoy en casa, vas a ser tú quien prepare las palomitas para que no se te alargue la espera" No la estaba escuchando, pero podía sentir ese tono retórico y bromista que tanto le gustaba en ese texto. Esta vez, Boothill ya no contestó nada, pues no tenía demasiado qué agregar, y simplemente terminó de limpiar todo el desastre que había hecho el día anterior en un intento de preparar su casa a manera de que pareciera un escenario cursi de esos que él siempre había repudiado pero que pensó que a Stelle le gustaría. Ahora nunca sabría si se había equivocado o no al deducir eso, pues de todas formas no había funcionado su plan y ella nunca entró a su casa.

El resto del día se la pasó practicando la melodía de su autoría en la guitarra, porque tenía que ser perfecta, sin un solo error. No era un gran cantante, ni tampoco era el peor, pero incluso se puso a escribirle una letra para completar la canción. Pensó en que, si no fuese por culpa de ese idiota de Argenti, no estaría tomando decisiones precipitadas y ya habría hecho su gran presentación.

De hecho, Boothill se concentró tanto en lo suyo que no se dio cuenta de que efectivamente el sol había empezado a esconderse, dando paso a los matices anaranjados reflejados entre las nubes. Él pensaba que la mañana aún corría, pues tenía la sensación de haberse despertado hacía poco tiempo, pero volvió a confirmar en su celular que la hora de reunirse con Stelle había llegado, y el rumor de los nervios se extendió desde su pecho hacia el resto de su cuerpo.

Tomó una ducha y se acomodó un poco el cabello para ponerse el sombrero encima, a sabiendas de que sería en vano cualquier arreglo ahí, y se atrevió a lucir mejor su desprolijo atuendo para no darle una mala imagen a la chica. Después, partió a su casa con la guitarra en la espalda, dentro del estuche.

Caminaba mientras tarareaba en su mente una y otra vez la letra que había escrito, pateando las piedras en el camino, aunque también se había detenido a comprar un jugo para cada quién, preguntándose si eso estaría bien como bebida. Al final, se pasó por una casa el hogar de Stelle en medio de su distracción, y tuvo que devolverse sobre sus pasos para tocarle la puerta. Ella salió de detrás con una sonrisa inmediatamente, señalando un reloj imaginario en su muñeca.

— Otra vez tarde. Pensé que hoy sí serías puntual.

— No llegué tarde, solo no quería hacer las palomitas.

— Pues te engañé, porque las compré ya hechas.— Le cedió el paso a Boothill y él entró en un instante. La casa estaba oscura, y solo se iluminaba por la gran pantalla en la sala. Él dejó confiadamente su guitarra en un sofá de los tres que habían y los jugos en la mesa del centro, a un lado de un gran bowl con palomitas. Tomó asiento en el lugar que, sin saberlo, Argenti también había ocupado la noche anterior.

— Ven aquí antes de que se haga más tarde. Si vemos una pantalla tan brillante con más oscuridad terminaremos ciegos.— Dio unas palmaditas a su lado. Stelle obedeció enérgicamente, con el control en mano.

— No seas dramático. Es necesaria la oscuridad para darle ambientación a todo esto.— Contestó mientras buscaba algo llamativo. Encontró una película con buena puntuación y decidió poner esa. Era de acción.

— Yo creo que en tu vida pasada fuiste una mosca o uno de esos bichos a los que le gusta la luz.— Se burló Boothill y Stelle se rió de la broma, respondiendo con un "tal vez". Después, guardaron silencio para prestar atención a la película.

No habían pasado ni quince minutos cuando se acabaron las palomitas, y no iban ni a la mitad cuando Boothill se arrepintió de haber dejado que Stelle eligiera, pues no había ningún solo elemento entretenido o siquiera divertido en todo lo que ya habían visto. La puntuación que tenía la película le parecía una farsa, puro marketing y valoraciones pagadas. No había forma de que a alguien le gustara.

Quiso emitir una queja en voz alta hacia Stelle, pero cuando fue a mirarla, notó que estaba profundamente dormida. Terminó quejándose en su lugar por ser el único que había sufrido durante tanto tiempo, pero luego quiso quitarle el control de las manos para pausar la función, y ella balbuceó algo inentendible y se reacomodó, apoyando su cabeza en el hombro de Boothill.

La cercanía le cortó la respiración. Su mano también detuvo su trayecto hacia el control, y al tenerla tan cerca, sus labios finos le parecieron fascinantes. No siquiera notó que se acercaba a ellos despacio, como hipnotizado, pero obligado a detenerse porque no podía aprovecharse de la situación. Todavía tenía un código qué seguir.

Además, tampoco habría podido lograrlo, porque otra vez alguien los interrumpió y el celular de Stelle comenzó a vibrar insistentemente. Vio que ella no se despertaba, y se atrevió a observar él mismo de quién se trataba ya que podía ser una emergencia, pero ese fue su peor error.

La pantalla otra vez evidenciaba el nombre de Argenti, pero esta vez con mensajes que no se molestó siquiera en leer. Ese hombre era un fastidio andante.

Ya sabía de antemano que Stelle no usaba contraseña para bloquear su celular, y por eso, aprovechó la situación para abrir la cámara y tomar una foto en esa posición, no sin antes pasarle el brazo sobre los hombros para mayor cercanía. Esa foto se la envió a Argenti, junto a un pequeño mensaje de texto:

"Oye, niño bonito, adivina por qué no te contesta. Ella sabe a qué tipo de hombre priorizar."

Y luego simplemente apagó el celular, silenciando también las notificaciones. Honestamente, no le importaban las consecuencias que pudiera tener aquella foto, siempre y cuando hiciera entender a Argenti que no tenía que meterse en su territorio.

Íntima Enemistad | Boothill & Argenti Donde viven las historias. Descúbrelo ahora